Literatura

Guerrera

En mitad de la batalla, desangrándote por puñal amigo, te vi llorar, te vi gritar con desesperación que no podías más. Y vi cómo te levantabas entre llantos y gritos cubierta de sangre y te vi ganar. Te llamaron débil, incapaz, llorona, histérica, loca, exagerada… te insultaron, te menospreciaron y yo oí como tu corazón se desgarraba en el silencio de la noche.

Y al día siguiente te vi luchar de nuevo, oí como te quejabas por el dolor de las cicatrices y te oí decir que cada una de esas cicatrices te habían enseñado a luchar. Te llamaron quejica, dijeron que esas marcas no eran para tanto y entre risas pusieron en duda que supieras luchar, recalcando que tu lucha no tenía sentido.

Y así día tras día mostraste tu fuerza, tu persistencia, demostraste que eras capaz y nadie parecía verlo.La guerra parece no tener fin y en cada batalla te oí gritar que no podías, que el alma pesaba, pero nunca vi que te rindieras.

Un día alguien supo ver tu valía, un día te diste cuenta de que no estabas sola en aquella interminable guerra contra el mundo, que eran muchas las que día tras día acudían al campo de batalla. Y fue entonces cuando realmente te diste cuenta de que podías, de que juntas podían ganar. Y cada mañana te levantabas a luchar junto a tus hermanas y de repente las heridas dolían menos, el corazón sanaba y con el alma ligera tenías más fuerza que nunca. Y aunque no se lograba intuir el final de la guerra nunca las vi rendirse.

 

María Isabel Chávez López

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