A vueltas con Tindaya
Es increíble la prostitución del lenguaje que conlleva el colonialismo español en Canarias. Desde llamar al Teide «el pico más alto de España» -lo es del Estado español actual, pero el de España es el Mulhacen- o hablar de la «Europa tropical» o la «frontera sur de Europa» y otras sandeces por el estilo, ahora, todos unos sesudos y españolizados personajillos, de aquellos que Secundino llamaba «sabios de librea que van a las cortes a hacerle la venia al amo», como Fernando Clavijo o el especialista en nuestro peculiar Lenguaje Canario y, a pesar de ello, dependentista irredento, Marcial Morales, se sacan de la manga un nuevo «concepto» , hito memorable de esta corrupción lingüística, que de la otra ya ni hablamos.
Al ataque descarado a uno de los símbolos más importantes de nuestra cultura ancestral, la Montaña Sagrada de Tindaya, que en sí misma es un valor a realzar, difundir y defender, al saqueo de sus entrañas traquíticas y a su nueva dedicación al Becerro de Oro que para ellos -no para los canarios de a pie- constituye el turismo, al agujero que a Chillida no le dejaron hacer en su país natal, lo llaman «Monumento a la Tolerancia» y crean una «Fundación Canaria» para perpetrar el ataque. No les faltaría razón si se refirieran a la probada y estulta tolerancia que mostramos los colonizados ante los saqueos y agresiones coloniales, pero no van por ese lado los tiros. Es una vaga y etérea «tolerancia» sin saber ni de quién ni a qué.
En mi vieja Aguere había, niño yo, un conocido adorador de Baco al que llamábamos «Barrilete» que, a sí mismo, con acierto y en francés, se definía como «clochard», que refiriéndose a las autoridades franquistas del momento decía «Es que son todos unos inverecundos». No voy yo a ser más duro que Barrilete con los calificativos, pero lo cierto es que «SON TODOS UNOS INVERECUNDOS REDOMADOS».
Lástima que no podamos activar a los más de 300 podomorfos de Tindaya -la mayor concentración de África de estos ancestrales símbolos- para que de una enorme patada en su infame y acomodado trasero los enviáramos hasta la metrópoli a la que tan eficazmente sirven.
Como eso no va a ser posible con los podomorfos tenemos que buscar otros métodos de acabar con todos estos berringallos coloniales.
Francisco Javier González