Literatura

El futuro está escrito

Viernes 12 de Septiembre de 2014.
La tranquilad, la calma, el sosiego, la paz invadiendo cada uno de mis sentidos… es un regalo que me han brindado y del que nunca estaré lo suficientemente agradecida.

Estos pensamientos eran algo muy recurrente en Alejandra, isleña, nacida y criada en Fuerteventura. Nunca pensó en tener que abandonar su isla y mucho menos en mudarse y tener que adaptarse a la antítesis de lo que había creído el paraíso por años.

-¿cómo se sentirá alguien que no ha podido ver el mar por años?,   ¿cómo se sentirán aquellos que ni tan siquiera lo han visto?

El inmenso océano Atlántico se perdía en el horizonte, Alejandra caminaba por la orilla, sentía la arena bajo sus pies, jugaba con ella; chapoteaba en la orilla; corría, caía, saltaba; dibujaba su nombre en la arena y contemplaba como la marea subía y lo hacía desaparecer. Parecía una simbiosis perfecta, todos los elementos de la naturaleza habían conspirado para hacer de ese momento, uno mágico. El agua del mar; la brisa, los alisios, el aire rozando su cara, alborotando su pelo; el sol con su fuego, calentando su piel y la arena de la playa… la tierra. Alejandra agradecía en silencio por tan fantástico espectáculo y por poder disfrutarlo, porque a pesar de ser gratis era de incalculable valor. En ese momento no podía ni imaginar lo que ocurriría un par de años después.

-¿Has escuchado que aprobaron las prospecciones en las costas? Preguntó Alejandra a su amigo Héctor.

-Sí, pero por lo visto el impacto medioambiental será mínimo
-¿No tienes miedo de que ocurra algo? ¿De que algo falle? La posibilidad aunque mínima existe
-No creo que vaya a ocurrir nada malo, si hubiese un peligro real no se arriesgarían a hacerlo.

-Yo no me fío, llámame escéptica, al fin y al cabo los únicos perjudicados seríamos nosotros.

-Bueno… en el peor de los casos, si algo malo ocurriese nos tendrán que dar ayudas y subvenciones… ¡tampoco viene mal! Contestó Héctor entre risas.

-¿y las playas? ¿Y todas las especies marinas que habitan en nuestras costas? ¿¡Cómo eres capaz de decir eso?!
– Estaba bromeando, como he dicho no tienes por qué preocuparte, si lo hacen es porque no hay peligro.

Alejandra caminaba y caminaba intentando no pensar en el tema. Se sentía molesta, estafada, engañada; sentía impotencia por no poder defender su isla, su tierra. El único lugar del planeta al que realmente pertenecía.
Era consciente de la triste realidad. El mundo no funcionaba ni se movía por las sensaciones que ella experimentaba cuando estaba en la playa. Sabía que pocas personas eran capaces de comprender que todos somos parte de todos, y que el estar poniendo en riesgo a sus islas o al mundo entero no era algo que se tuviese en cuenta a la hora de tomar decisiones. Lo único realmente importante era el dinero: un número en los bancos, un trozo de papel al que habían dado valor.

Ella soñaba con que llegase un día. El día en que alguien capaz de apreciar el valor real de las cosas llegase al poder sin haberse perdido, sin haberse influenciado por aquellos que ya habían perdido todos sus valores y cuyo objetivo se había centrado en perpetuar el sistema impuesto. Soñaba con que llegase ese día porque sería el único en que algo podría empezar a cambiar, y daría la oportunidad a aquellos que no se atrevían a luchar, por miedo, a levantarse y sumarse con su propio poder.

-¡Ay que ilusa eres! Un mundo utópico no tiene cabida en esta sociedad. Se repetía Alejandra a si misma tratando de convencerse mientras se abstraía en sus pensamientos.

Estamos todos tan engañados que apenas recordamos como era nuestra tierra hace un par de años… Los bosques, las selvas, los ríos, los lagos… ¿Evolución? No lo creo… Y mucho menos en lo social. Al fin y al cabo a Canarias se nos ha tratado igual desde la época de la conquista, y hace poco más de 500 años de eso… La Tierra tiene más historia de la que creemos, y ¿qué somos nosotros? Una plaga, un virus, un parasito que pretende acabar con ella. ¿Cómo voy a pretender que algo cambie? ¡Si el mundo está loco! Solo hay que ver las noticias: guerras, hambrunas, migraciones… personas sin ningún tipo de derecho como seres humanos que son. ¡Y a tan solo unos cientos de kilómetros de aquí! ¿Y la causa? Pues lo mismo que están buscando en nuestras costas: el oro negro del siglo XXI. ¿Por qué parece que nadie se da cuenta de que tenemos que vivir en armonía con nuestro entorno? El cambio tiene que empezar en cada uno de nosotros.

Fuerteventura, Canarias en general posee mucha riqueza energética, ¡podemos vivir sin su petróleo! ¿Por qué no explotamos nuestros recursos? ¿Por qué no cuidamos nuestro planeta? ¡Somos tan insignificantes! ¡Hay quienes se creen con tanto poder…! Cualquier día la tierra va a sacudirse, como un perro cuando tiene pulgas y seguirá sacudiéndose hasta que o acabe con nosotros o nosotros con ella.

Lunes 15 de Septiembre de 2014.
Hola Alejandra! ¿Qué tal estás? ¿En qué piensas? Ibas caminando y parecías ausente.

-¡Hola Héctor! En nada, no estaba pensando en nada, boberías ¿y tú? ¿Qué haces por aquí?

-Pues iba a darme un bañito a la playa ¿te quieres venir?
– No gracias, tengo que acabar de hacer una cosas, muchas gracias.
– ¡Tú te lo pierdes! ¡Está buenísima! Dijo Héctor mientras se iba.

Alejandra no sabía que debía aprovechar sus playas al máximo, no podía ni imaginarse el alcance que tendría la inminente catástrofe, divagaba mucho acerca del asunto pero en el fondo siempre quería creer que nada iba a pasar. ¡Qué equivocada estaba!
Viernes 20 de Mayo de 2017
– Tengo mucha sed. ¿No queda agua? Preguntó Alejandra a su madre.
– Hija vamos al pozo, a ver si logramos sacar algo, nos queda muy poca.
-¡Tengo miedo! ¿Cuánto aguantaremos así? Nuestra ropa está destrozada y nunca queda limpia. Las pocas plantas que teníamos se han secado. Y ya ni hablemos de la comida…

– Tranquila Alejandra, en esta semana nos van a traer contenedores con comida y cubas de agua.

-¡Eso es mentira! Siempre dicen lo mismo, y vienen cuando les da la gana. Todos los que pueden irse lo han hecho, se han quedado sin trabajo y la situación aquí es insostenible.

– No podemos irnos. ¿A dónde iríamos? Nuestra casa está aquí, aparte tú siempre has querido mucho a tu isla, ¡alguien tiene que ayudar a limpiar las playas!

– No quiero ver a mi isla así, ¡por favor quiero irme!, gritaba Alejandra entre sollozos.

22 de Febrero de 2018
Estoy en Madrid, en Gran Vía, rodeada de gente, aun no creo que esto esté pasando, ¡parece una pesadilla! ¿Cómo han dejado que pase esto?

Fuerteventura ya no existe, Canarias ya no existe. Por lo menos no como yo recordaba. Era una catástrofe anunciada y aun así siguieron adelante… ¿cómo han podido hacernos esto? Nos han robado nuestras raíces, han destrozado mi tierra, nuestra tierra y todos parecen seguir con sus vidas como si nada hubiese pasado. Nadie parece haber aprendido nada. ¿Cómo siguen todos tan ciegos? El mundo cada vez está peor. El cambio climático hace su aparición siempre con más fuerza que la anterior, casi todos los países están involucrados en guerras… todo está a punto de colapsar. ¿Nadie se da cuenta?

Madrid era lo opuesto al paraíso personal de Alejandra y la tristeza se iba apoderando de ella a medida que pasaban los días en la gran ciudad. Solo quería recostarse en El Retiro, el único sitio decentemente tranquilo que había encontrado cerca de su nueva casa, solo le apetecía recordar aquellos momentos de máxima conexión con la naturaleza, con su entorno. En Madrid era bastante más difícil experimentar esos momentos, y parecía que nadie añoraba lo que ella, que nadie sentía el vacío que ella estaba experimentando. Y no porque en Madrid no pudieran concebir la magia de la naturaleza porque bastaba con coger un coche y en menos de una hora te encontrabas rodeado de ella. Pero no sentía la misma conexión que con su tierra.

La única afirmación que se repetía Alejandra era que nunca debieron dejar tomar decisiones a personas aisladas en sus propios mundos, a personas que no habían sido capaces de concebir al planeta como lo que es: un todo indivisible. Y que probablemente esas personas cuyas decisiones habían destrozado las aguas que bañaban las costas de sus islas nunca habían sido capaces de disfrutar de la naturaleza, ni de entender que ellos pertenecen a ella que todos somos ella. La única explicación razonable que encontraba era que debía ser por ignorancia y desconocimiento a los riesgos de poner en peligro a algo de lo que formas parte, porque si no ¿cómo serian capaces de ponerse en riesgo ellos mismos? Mientras las cosas siguiesen así cada vez iría empeorando todo, lo único que lamentaba es que no hubiesen sido capaces de entenderlo antes de acabar con una de las cosas que más quería, pero mantenía la esperanza de que algún día su mundo utópico sí tuviese cabida en el mundo real y que cuando eso ocurriese no fuese aún demasiado tarde.

 

 

 

 

Idaira Reyes Taboada 

 

 

 

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