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Los comunistas canarios y la cuestión nacional

Entre octubre y noviembre de 1933, en el semanario comunista Espartaco, se publicaron las cuatro entregas del artículo: “La crisis económica y el proletariado canario” de Guillermo Ascanio Moreno. Se trata de un análisis de la situación de crisis económica que sufren las Islas durante esos años y la repercusión que tiene sobre la clase trabajadora. Aunque, en dicho artículo, no solo se nos ofrece un análisis económico de la situación que vive Canarias, sino que se asientan las bases de una salida revolucionaria. Una apuesta decidida por el Frente Único Revolucionario para combatir a la gran burguesía canaria y al Estado capitalista español. El texto de Ascanio proporciona el andamiaje teórico al programa político que presentará el FUR en las elecciones generales de noviembre de 1933. Dicho programa no deja lugar a dudas sobre la profundidad y el alcance de lo planteado por los comunistas canarios. En este sentido, sin ambigüedad alguna, se reclama el “Derecho de Canarias a la autodeterminación hasta la constitución de un estado independiente”.

Hemos seleccionado para nuestros lectores un amplio fragmento de la última parte del artículo de Ascanio. Estamos convencidos de que, más allá de la distancia que hay entre la Canarias actual y la de los 30, el lector podrá encontrar elementos de contraste de gran interés.

Guillermo Ascanio Moreno

La gran burguesía ejerce no solamente un dominio y una explotación económica sobre el proletariado y los pequeños y medianos propietarios agrícolas, sino que ejerce, además, la total dominación política del país. Esta dominación está fundamentada en el hecho de que la gran burguesía canaria, como fracción del capitalismo español, tiene a su disposición todo el aparato represivo del Estado burgués –policía, guardia civil, ejército, justicia, etc.-, para impedir cualquier intento de derrocamiento de su poderío. Más claramente expresado, esto significa que en Canarias existe un orden social determinado, en relación con el existente en toda España, en este caso el capitalismo, orden social que se fundamenta en las fuerzas represivas del estado capitalista, así como en su influencia ideológica sobre grandes capas de la población, especialmente de la pequeña burguesía urbana y rural. El problema de resolver la crisis económica aniquilando el poderío de la gran burguesía, es por lo tanto el planteamiento de una revolución que pretende trastornar el orden social existente, puesto que aniquilar a la gran burguesía supone también destruir todos sus soportes y medios de defensa, especialmente los del actual Estado.

Este es el planteamiento real de la situación canaria, con toda su vida económica en las manos de unos cuantos capitalistas, en su mayoría trust extranjeros al estilo de Fyffes, convertida en una semicolonia que explotan estos elementos al amparo de los poncios que nos envían de Madrid para gobernar a los pacíficos isleños. No se diga que los canarios somos españoles y tenemos el derecho de intervenir y hasta de formar parte del Gobierno español, porque esta es precisamente la prueba de lo que digo, ya que cuando los canarios son ministros en Madrid, entonces tienen que gobernar para España y no para Canarias. Lo que la población laboriosa canaria necesita no son ministros en Madrid, que tienen que ser forzosamente ministros del Estado capitalista español y por lo tanto gobernar por y para los capitalistas españoles, sino que necesitan tener la posibilidad de dirigir sus propios negocios, precisan reclamar urgentemente el derecho a gobernarse por sí mismos. Es caminando y luchando en este sentido que se encuentran todas las posibilidades de desenvolvimiento económico y político de Canarias. La población laboriosa de las siete islas necesita urgentemente unificar sus esfuerzos para luchar por la conquista de un gobierno propio, acomodado a todas sus características geográficas, económicas y sociales y sobre la base de destruir el poderío económico de las grandes casas exportadoras, y en general toda la gran burguesía. Es indudable que en Canarias existen ya los gérmenes para un movimiento de esta naturaleza. Bien claras están las luchas de la clase obrera contra las omnipotentes patronales de los grandes puertos canarios, núcleo fundamental de nuestra gran burguesía. Todos los que han intervenido en esas luchas saben también perfectamente cuál es el papel que en ellas han desempeñado los órganos del Estado español –gobernadores, guardia civil, juzgados, etc.- y que no es otro que mantener a toda costa la explotación sobre las clases laboriosas, acribillando, si es preciso, a quienes piden pan y trabajo. Por eso todos los obreros canarios, ya sean anarquistas, comunistas o socialistas tienen que tener en cuenta esa experiencia y dirigir su lucha decididamente contra la gran burguesía y contra los órganos del Estado español, conjuntamente. Un movimiento de esta naturaleza sólo puede ser llevado a cabo sobre la base de una estrecha unidad de acción entre las grandes masas del proletariado y de la pequeña burguesía urbana y rural, siendo su finalidad inmediata la constitución de un gobierno obrero y campesino canario, que instituiría inmediatamente el monopolio total, en sus manos, del comercio exterior, y por lo tanto, de toda la exportación frutera. La enorme importancia que para toda la población laboriosa de Canarias tendría este cambio se percibe claramente. La monopolización del comercio exterior, en manos de un gobierno obrero y campesino, supone no solamente la destrucción de todo el poderío de nuestra gran burguesía, sino además el hecho de cortar de raíz con todo interés privado en los fundamentos de la vida económica del país y que el Estado dispusiera de las enormes sumas que este tráfico proporciona para dedicarlas a la misma reorganización económica, así como a la cultura del pueblo y su bienestar material. El panorama del desenvolvimiento de Canarias en este sentido es tan vasto, que requeriría muchas páginas el esbozar sus líneas generales. A este propósito sería interesantísimo conocer, siquiera sea aproximadamente, el total que contribuciones que satisface actualmente Canarias, la cifra de negocios y beneficios de las principales compañías fruteras y el total cobrado por carga y descarga en los puertos para establecer con aproximación la cifra total que se le sustrae actualmente al pueblo y que pasaría luego a ser el fundamento de su desenvolvimiento. Seguramente que entre las dos provincias no bajaría de doscientos millones de pesetas anuales, sumas verdaderamente colosales en relación con la población del archipiélago.

A nadie se oculta la diversidad de problemas que plantea el desarrollo de un movimiento de tal índole, que supone la segregación respecto del Estado capitalista español, la destrucción, como clase, de la gran burguesía canaria y la estructuración de un nuevo Estado sobre una base económica conteniendo elementos capitalistas y socialistas conjuntamente. Es claro, también, que estos problemas habrían de ser tratados separadamente y con la amplitud que merecen para lograr su esclarecimiento. Por el momento, sin embargo, me interesa destacar lo siguiente:

1º La constitución de un gobierno obrero y campesino canario y la instauración del monopolio del comercio exterior, significan la destrucción de la gran burguesía canaria, puesto que desaparece la base económica que la sustenta actualmente.

2º La nueva situación representaría claramente los intereses de las clases medias y del proletariado. Para estos supone el liberarse de la opresión del capitalismo y convertirse en clase dirigente de todo el futuro desenvolvimiento canario. Para las clases medias supone que de su situación actual, sufriendo la miseria y el hambre a consecuencia de la crisis y teniendo que asistir a ellas, impotentes para remediarlas, pasarán a ser miembros conscientes de una economía dirigida, capaces de actuar sobre ella y por lo tanto de evitar las crisis, y teniendo por delante todas las perspectivas de desenvolvimiento que es capaz de operar el trabajo humano.

3º El control del comercio exterior pone en manos del gobierno obrero y campesino la parte preponderante de nuestra economía, cuestión fundamental para su lucha política y social contra la reacción y para el ulterior desenvolvimiento del mismo.

No quiero terminar sin aclarar una cuestión fundamental, que es la referente a la unión entre el proletariado y la clase media. En las líneas anteriores he hablado profusamente sobre la necesidad de esa «unión». La realidad nos demuestra, sin embargo, que uniones de tal índole no existen, sino que lo que ocurre es que la clase media es arrastrada por el proletariado a la lucha contra la gran burguesía, cuando su descontento no es utilizado por esa gran burguesía para aplastar a las organizaciones obreras. Es a este hecho al que nos referíamos al hablar de «unión». Por lo tanto, resulta que la «unión» entre el proletariado y la pequeña burguesía sólo es una consecuencia de la capacidad de acción, de la aptitud organizada y de la unidad orgánica de que dé muestras la clase obrera. Sólo, en efecto, cuando la pequeña burguesía oscilante vea claramente, prácticamente, la combatividad de la clase obrera y su espíritu de organización en la lucha contra la gran burguesía, se decidirá a unir sus esfuerzos a los del resto de los trabajadores. Si esta combatividad y esta unidad proletaria no existen, lo probable es que la pequeña burguesía se entregue en brazos de los grandes capitalistas. Es por esto, entre otras cosas, que todas las cuestiones referentes al frente único y a la unidad sindical proletarias, tienen una importancia fundamental en todo proceso revolucionario.

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