ActualidadOpiniónRelatos contra el olvido

No es país para viejos

Este es el título de una película, pero también es la realidad que podemos encontrar en las calles de nuestras ciudades

Según la Real Academia de la lengua española, existe una palabra o término para referirse al rechazo o desprecio casi generalizado que está arraigado en nuestra sociedad contra los miembros de la tercera edad, es decir, contra nuestros abuelos y abuelas, o incluso, según sea tu edad, contra tus padres o madres, o quizás estés experimentando en tus propias experiencias.

«Gerontofobia» es el miedo a la vejez causado por una reacción irracional que puede llevar a actitudes poco éticas con las personas mayores, llegando incluso al desprecio, el maltrato o la agresión.

Quiero compartir una situación que viví hace pocos días en un comercio de mi ciudad, Puerto de la Cruz. Eran poco más de las once de la mañana y me encontraba haciendo algunas compras. Después de tomar los artículos que necesitaba, me dirigí a la caja para proceder al pago. Yo era el tercero en la fila. Delante de mí se encontraba una señora de unos 40 años, vestida con un conjunto de pantalón y chaqueta de color oscuro, con el teléfono móvil pegado a la oreja, tan cerca que parecía una extensión de la misma. Delante de nosotros, pagando, estaba una mujer de edad muy avanzada que contaba con orgullo a la cajera que había salido de la peluquería y que para el día de hoy se prepararía un potaje de coles. La señora con el móvil comenzó a quejarse y a mirar con desprecio a la mujer, hasta que finalmente, a voz en grito, le dijo a la persona con la que hablaba por teléfono: «¡QUÉ PESADA LA VIEJA, AHORA ESTÁ CONTANDO SU VIDA!» La señora mayor bajó la cabeza y su sonrisa se convirtió en una mueca de tristeza. Tomó su bolsita y, caminando lentamente, salió del comercio. La cajera salió detrás de ella y le pidió que la esperara en la cafetería para tomar un cortado. Se acercó a la mujer del móvil y le dijo: «Esa señora vive sola, está completamente sola en este mundo. La gente de la zona lo sabe, y cuando ella nos habla, intentamos entablar conversación con ella, posiblemente sea la única persona con la que puede hablar en ese día, ya que el resto del día está sola en casa, mirando por la ventana y, de vez en cuando, hablando con algún vecino. Espero que nunca llegues a sentir lo que ella siente«. Después, solicitó a una compañera que la reemplazará y se fue con la señora a desayunar.

Esto me ha hecho reflexionar. Las personas mayores son discriminadas en nuestra sociedad, las hemos relegado como si fueran muebles viejos, las marginamos, tomamos decisiones por ellas como si fueran niños, las obligamos a adaptarse al uso de herramientas digitales como la banca en línea o la solicitud de documentación por parte de las administraciones públicas, y cuando no pueden hacerlo, las ridiculizamos: «¡CON LO SENCILLO QUE ES, SEÑORA!», mientras les lanzamos miradas de desprecio y hastío.

Nuestros mayores son un pozo de sabiduría, un cofre de recuerdos y valores que deben perdurar. Quizás no sean capaces de manejar un smartphone con destreza o de solicitar su «padrón» en línea, pero saben interpretar las nubes mejor que los meteorólogos, conocen nuestra leyenda e historia mejor que muchos docentes. Son capaces de crear juguetes con dos cosas, sus canciones calman el alma y sus manos con caricias curan nuestras heridas emocionales.

Quizás avancemos en la tecnología, quizás podamos burlar a la muerte durante más tiempo, pero algo está claro y es tan simple como el agua de lluvia: nosotros también llegaremos a estar en su posición, y te aseguro que no querrás que te traten como tratamos actualmente a nuestros abuelos y abuelas.

Jesús Cristóbal Socas Trujillo

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *