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Notas sobre el confinamiento en Barcelona

“… los riders, los peatones enmascarados, abuelos kamikaze, las palomas, los ratones y la policía, se disputan la hegemonía por esta excepcional configuración del espacio urbano”

Hace unos meses me asignaron una beca postdoctoral en Chile. Sin embargo, el coronavirus, aunque no ha infectado mi cuerpo (aún) si infecto mi estrategia y mis mini-proyectos para juntar la plata y marchar (salto todo por los aires). En esta situación, me ha tocado vivir esta cuarentena haciendo de rider de Glovo (una plataforma de reparto que está triunfando con esta crisis): repartiendo comida y productos de primera necesidad para muchas personas que ni se asoman la puerta en esta crisis viral. Pues esta situación me ha situado en un escenario de observación casi privilegiado sobre lo que está pasando durante el día y la noche en las calles de Barcelona, mi ciudad amante, que me ha dado la oportunidad de observar situaciones que quizá algún día sean motivo de algún ensayo etnográfico sobre esta situación excepcional, desde la mirada de un repartidor rider, aquella mirada de esos otros héroes o heroínas sin privilegios, que no tienen derecho de quedarse en casa, a salvo de la peste, y que no salen en la televisión ni en la radio.

Aquí les comparto algunas fotos que he ido haciendo mientras voy recorriendo las calles con mi súperbicicleta repartiendo comida, productos de farmacia y un sin fin de cosas (algunas muy curiosas: desde condones, regalos, paquetes misteriosos, una bombilla de beber mate, frutas, agua, leche, arroz, etc.). Todo es muy poético (o patético) realmente, una ciudad tan vigorosa y libre, la siento triste y vacía. Pero siempre combativa: la gente hablando y haciendo locuras desde los balcones (bailando, poniendo música, gritando, etc.), que a las 20:00 horas, puntualmente, salen a aplaudir a los trabajadores que están en los hospitales jugándose la vida; los grafitis (mis datos preferidos) o la mujer mayor indigente que ayer de madrugada caminaba sola con una trapo en la cara y que me hizo llorar; la policía persiguiendo a los que se resisten al confinamiento, las persones sin techo que hacen su guaridas donde sea. Y los peatones caminando a un metro de distancia, practicando lo que comienza a conocerse como “distanciamiento social”(a veces), muchos de ellos acompañados de sus perros (todos salen con los perros ahora, no sé qué pasaría si salgo con un gato) y los niños, los pequeños grandes ausentes que desaparecieron de las plazas. También desaparecieron los turistas y gran parte de los comercios están cerrados, Barcelona la millor botiga del món (la mejor tienda del mundo) está cerrada por pandemia. Pero los riders, los peatones enmascarados, abuelos kamikaze, las palomas, los ratones y la policía, se disputan la hegemonía por esta excepcional configuración del espacio urbano.

Y así, mientras voy repartiendo distintos tipos de productos también voy acumulando conjuntos  de imágenes  en mi retina sobre lo que está pasando en estas calle, son imágenes que me llevo a Chile sobre mi ciudad amante que ahora enfrenta a la muerte, que resiste, que aguanta y que más temprano que tarde volverá a la calle… ya que como dicen los catalanes «elscarrersseransemprenostres» (las calles serán siempre nuestras)…y, claro, ningún virus con corona podrá con esta Barna rebelde, «anarka», consciente…aquella de los puños alzados. ¡Salud!

Marcos Cereceda Otarola

Sociólogo




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