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Obrero de derechas

Estamos presenciando algo inaudito, un hecho que se podría catalogar como imposible. Trabajadores de cualquier parte del entramado empresarial, votando a la derecha y a la extrema derecha. Puede que, a muchos, diría a la gran mayoría, les parece algo inexplicable: «el mundo se está volviendo loco». ¿No?

En este país, podemos referirnos a España o a Canarias, se han encargado de provocar en la masa la  desconcientización de clase. Aún existe una minoría que sigue teniendo presente su conciencia de clase, pero, la verdad, que van siendo menos. Ya no existe solidaridad entre compañeros y compañeras, solo competitividad. Si tenemos que pisar al de al lado, lo haremos sin dudarlo. Esto no es un sentimiento aislado, que haya florecido de la nada. Es una semilla que la burguesía y las clases dominantes han implantado, de forma sutil, en las mentes de la masa. Un germen que se introduce en las mentes de aquellos que dan sus primeros pasos en la educación. Debes ser el más listo, el más fuerte, el que mejor notas saque. La excelencia, una virtud, una herramienta que debía servir para conquistar un mundo más igualitario, se ha convertido en un pecado, como dirían los creyentes, en una idea morbosa, llena de odio y resentimiento. Porque a veces, para ser el mejor, has de joder a tu contrincante. Año tras año, curso tras curso, esa semilla se va nutriendo, va creciendo, se va desarrollando hasta que esos niños se convierten en adultos y trasladan esa mentalidad a la vida laboral. Y vuelta a empezar.

Los que defienden esta idea, faltos de integridad y honestidad, dirán que, si trabajas mucho, si te esfuerzas, si consigues pisotear a los de a tu alrededor, podrás ser exitoso. Pero en la gran mayoría de ocasiones, el dinero pesa más que el esfuerzo. Por lo que todo ese esfuerzo, toda esa dedicación, no ha servido de nada. Entonces, ¿es el esfuerzo necesario o es una mera ilusión para seguir produciendo trabajadores óptimos para sus intereses?

Con esa mentalidad, esa semilla que lo único que provoca es división entre aquellos que, en teoría, deberían apoyarse, hay que añadir también un factor primordial: ningún partido se preocupa por los intereses de la clase trabajadora. Es cierto que ha habido políticos que han mejorado la situación de los trabajadores, no es posible negarlo. Pero presenciamos, elecciones tras elecciones, que, elijamos lo que elijamos, nada cambiará. Los partidos se han acostumbrado a meter en sus programas toda clase de propuestas que suenan bien en nuestros oídos y en nuestras mentes:

«Más dinero, más trabajo, más ayudas, por un lado».

«Más dinero, más trabajo, menos impuestos, por el otro».

Pero, cuando llega la hora de la verdad, nadie se acuerda de ese programa, de esas promesas. Y en parte es nuestra culpa. Pretendemos que los que elegimos en las urnas se comportarán de forma noble y honesta, pensamos que, aquellas personas que elegimos, serán igual de íntegras que nosotros. Obviamos que la clase política es la misma burguesía de siempre, sean del color que sean. Además, tenemos a los que vienen de abajo, que vienen a cambiar las tornas y a lo único que aspiran es a ocupar el sitio del burgués anterior. Aquellos que dicen escuchar al pueblo, luego colocan en sus listas y en sus consejos de partido a los mismos de siempre, a los que prometen y prometen, palabras vacías y cero acción. Hemos presenciado en Canarias, pero se puede extrapolar al resto del territorio, que la sociedad canaria no se merece la clase política que tiene. Y en gran parte, el 99,99% de la culpa, es nuestra, de los ciudadanos de a pie. Porque no hemos exigido responsabilidades, porque, en definitiva, nos han dividido con información falsa.

Con toda esta intoxicación, toda la desinformación, toda la manipulación y toda la deshonestidad, ¿cómo somos tan ingenuos de pensar por qué las personas que deben votar a la izquierda, porque es lo que les beneficia, se deciden por la derecha? ¿Por qué hacemos estas preguntas tan estúpidas? Lo más importante, para devolver a la masa su conciencia de clase, es predicar con el ejemplo. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Desde niño aprendemos por imitación, sea del progenitor que sea. Y los adultos no somos distintos, tenemos la misma forma de aprendizaje. La persona que tenga que liderar la izquierda, sea en España o en Canarias, debe ser un ejemplo distinto a la clase política establecida.

Una persona que hable como los trabajadores pasan la mayor parte de su tiempo así: cola en la autopista, trabajo, cola en la autopista.

Que hable de cómo es imposible llegar a fin de mes a no ser que no salgas de casa.  Que hable de cómo las personas ya no son poseedoras de sus bienes, sino que son simples préstamos, alquileres.  Que hable de que los trabajadores ya no tienen tiempo de aburrirse, de dedicarse a labores creativas o leer.  Que hable de destrucción del medio ambiente, del territorio, de la vivienda. Que hable pero que haga también. Porque las palabras se las lleva el viento.

En definitiva, que no traicione a las personas que dieron su confianza. Pero no solo a ellos, sino a todos los que pusieron su cuerpo para que saliese adelante, además de también a todos los trabajadores del mundo, que podrán encontrar en su ejemplo una motivación para construir un mundo mejor.

No hay nada más revolucionario que cuestionarse el mundo establecido.

Samuel Renstead

 

Un comentario en «Obrero de derechas»

  • Y si resulta que parte usted de premisas que pudieran ser erróneas. Y si resulta que estudiar más no es un problema, quizás lo sea el pasotismo de muchos el verdadero problema de la sociedad canaria.
    Y si resulta que la dicotomía burgués proletario está desdibujada, que la burguesía no resulta necesariamente dañina y que el teórico proletariado no se quiere reconocer como tal. ¿Dónde estaría el problema entonces?. En mi opinión es un problema de ignorancia. Ese proletariado de derechas no ha leído nunca periódicos, no ha leído nada, pero ahora sí ha empezado a leer juntando las letras en un móvil, y ahí les ha cogido el enemigo. Su ignorancia es controlada y gestionada por el enemigo. El ignorante es parco en ideas, es un ser simple, y recibe las que entiende y a partir de ahí se vuelve soldado. Es un asunto viejo, en las iglesias siempre ha habido ignorantes que se vuelven soldados al terminar la misa, soldados del poder que les hace daño.
    La burguesía no es el peligro, lo es la ignorancia.
    Frente a eso, el discurso doctrinal de izquierda está pasado de moda. Hay que trabajar la necesidad práctica para los entraditos en años con ignorancia, y para los más jóvenes, conceptos claros y técnicos -los de su penúltimo párrafo-, y además debe acotar el entorno para ser más comprensible, para mí fácil, la nación canaria, exclusivamente.

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