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Planes oficiales de 2003, 2006 y 2011 ya advertían de tomar medidas por el riesgo volcánico en La Palma

DOS AÑOS DE UNA ERUPCIÓN SIN EVACUACIÓN PREVIA: EN BUSCA DE LA VERDAD

CAPITULO 1 

Las señales de reactivación volcánica en La Palma comenzaron años antes de la erupción de 2021 y los científicos las detectaron. Además, sucesivos planes de emergencias y del territorio dejaron claro que había que tomar en cuenta el riesgo volcánico. Desde 2003, el Plan de Emergencias señaló un riesgo «muy alto» de afección de lava al Valle de Aridane. En 2006 el avance del Plan Territorial de esta comarca proponía «planes de evacuación» y otras medidas por esta amenaza natural.  Y el Plan Insular de Ordenación, aprobado en 2011, ya identificó el Valle y las Breñas como las zonas con mayor peligrosidad porque podrían resultar afectados miles de viviendas, y recomendó medidas preventivas. ¿Se tomó alguna? La población afectada por la catástrofe de 2021 asegura que no.

Dos años de una erupción sin evacuación previa: en busca de la verdad

Los científicos detectaron signos de una reactivación volcánica de Cumbre Vieja desde hace años. Se trata del incremento de las emisiones de helio (la ratio 3H/4H desde 2011; el aumento de las emisiones de CO2, de la que se observó un cambio de tendencia desde 2017); los enjambres sísmicos desde 2017 y aún más desde el verano de 2020.

Aunque la vulcanología no es una ciencia exacta, su inexactitud se refiere a la dificultad de prever con mucha antelación día, hora y lugar precisos de una erupción, pero sí tiene capacidad tecnológica y cognoscitiva para detectar las señales que da la naturaleza y la progresión del magma hacia la superficie para que las autoridades tengan la opción de evacuar a tiempo a la población, al menos en una isla que pertenece a un país desarrollado que puede aportar los suficientes medios para ello.

La ciencia siempre hace predicciones en términos de probabilidades de que ocurra algo, no de certezas absolutas, y por eso mismo en protección civil no se puede pretender esperar a que haya un 100% de probabilidades para evacuar a una población en riesgo, porque eso sería forzar demasiado las cosas hasta el último momento. En meteorología (aunque no es comparable con la vulcanología) se dan avisos naranja y rojo (el máximo) -de los que se derivan luego alertas a la población- con 40-70% de probabilidades de un fenómeno extremo.

En cualquier caso, del riesgo que entrañaban estos signos de reactivación magmática en La Palma desde hace años nada se informó a la población en la concesión de licencias administrativas de construcción de viviendas o negocios, ni para un adecuado aseguramiento de las propiedades ni en la información general de carácter oficial respecto al incremento del riesgo vulcanológico.

Todo lo más, estos hechos quedaron restringidos a publicaciones científicas, informaciones de prensa, alguna charla informativa… sin que la Administración pública se asegurara de que toda la población estuviera adecuadamente prevenida.

En el caso del Instituto Volcanológico de Canarias (INVOLCAN), su coordinador científico, Nemesio Pérez, en 2015 ofreció una charla en La Palma en la que ya indicaba que había detectado aumento de gases volcánicos y que eso era señal de una intrusión de magma bajo la isla, por entonces aún a gran profundidad.

En lo que respecta a la planificación territorial, el riesgo volcánico y la peligrosidad por el intenso poblamiento de algunas zonas ya había sido advertido en varios planes de carácter insular y comarcal (este reportaje no abarca los de carácter municipal), los cuales vamos a abordar a continuación:

El Plan de Emergencias de 2003 marcaba un riesgo muy alto

Existe un Plan Territorial Insular de Emergencias de Protección Civil de La Palma, aprobado en 2003, en el que el riesgo volcánico se incluye entre los tres prioritarios y se plasman en un mapa las zonas con mayor riesgo, quedando el Valle de Aridane (incluyendo la parte que sería destruida por la erupción de 2021) como un área con riesgo “alto” de erupción y, en su franja sur, riesgo “muy alto”.

En este documento se señala que, dada la importante densidad de población en la costa de determinadas zonas de la isla, era «importante evaluar la longitud de las coladas» que pudieran afectarlas en el futuro, ya que en La Palma esta longitud «suele ser mayor que en otras islas como consecuencia de la mayor descarga de lava que parecen caracterizar sus erupciones y, aun siendo un factor menos decisivo, la de mayor pendiente».

El avance del Plan Territorial del Valle de Aridane también abordó el problema

No consta que entrara en vigor, por lo que se trataría de un avance: el Plan Territorial Especial del Valle de Aridane, del que habló en una conferencia impartida en La Palma en octubre de 2022 el catedrático de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Universidad de Valencia Antonio Serrano, quien proyectó en una presentación una diapositiva del diagnóstico de este plan que incluía el problema de zonas pobladas con riesgo volcánico, y entre las actuaciones «prioritarias» se solicitaban planes de evacuación y otras medidas para afrontar esta amenaza natural.

Serrano participó en unas jornadas sobre el nuevo marco de la planificación territorial para la zona afectada por la catástrofe de 2021, organizadas por el Gobierno de Canarias, en las que impartió la conferencia titulada «Retos y oportunidades para el desarrollo territorial del Valle de Aridane”.

El PIOLP ya calculó que una erupción en el Valle afectaría a miles de viviendas

El Plan Insular de Ordenación de La Palma (PIOLP), aprobado de forma definitiva en 2011, y en vigor desde entonces, en su Memoria de Diagnóstico advierte que «las poblaciones más afectadas por posibles erupciones se sitúan en el Valle de Aridane, en la vertiente Oeste de la Isla, y Las Breñas, en la vertiente Este».

Este documento incluye una estimación del nivel peligrosidad que apunta a miles de viviendas afectadas (más de 3.500) en función de en qué zona se produjera el proceso eruptivo, información con la que deberían establecerse “áreas de precaución”.

Aunque por entonces, cuando se elaboró este plan, no había signos de una posible erupción, se añadió en el PIOLP que «sin embargo, la certeza de la actividad interna aconseja la determinación de medidas preventivas, especialmente destinadas a la preservación de las zonas de mayor riesgo».

Asimismo, se consideraba necesaria “la elaboración de un Plan de Prevención de Riesgos; que debería contar con un estudio más detallado de las condiciones y alcance de posibles erupciones y las consecuencias derivadas, así como la determinación de indicadores de riesgo y medidas que tomar en caso de que se incremente el nivel de riesgo.

Peligrosidad volcánica: miles de edificaciones en el punto de mira

Para determinar el nivel de peligrosidad de las posibles erupciones volcánicas se realizó para el PIALP un estudio mediante simulaciones a partir de puntos de emisión viables alrededor de cada cono volcánico existente. Como metodología se estudió el camino natural que tomaría la lava hasta encontrar una salida al mar. Para determinar la superficie afectada por la posible erupción, se delimitó un área de proximidad a la traza de la corriente.

De acuerdo con este estudio, se determinó cuántas viviendas hoy en día podrían destruir estas erupciones en ambas vertientes de Cumbre Vieja, y la cifra es en algunos casos sobrecogedora. Una década después la naturaleza corroboró esta simulación: la erupción del Tajogaite en 2021 arrojó lavas en zona habitada, urbana, acabando con más de 3.000 edificaciones. Es más o menos la predicción de la simulación con la erupción del Pico Birigoyo, en una cota superior al Tajogaite.

Fuente: https://www.elvalledearidane.com

 

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