Sí, soy puta
Tiene los labios gruesos pintados de un rojo carmín, su piel es blanca, su pelo largo y liso de color castaño claro, me espera sentada en un banco situado justo en la zona de la popular Playa del Socorro del municipio norteño de los Realejos.
El cielo está encapotado, amenaza lluvia, el mar ruge con una furia inusitada y una brisa fría arrastra el salitre más allá de la costa, adentrándose poco a poco en el interior de la isla de Tenerife.
La protagonista de mi historia se llama Samanta o, por lo menos, ese es el nombre que usa en su “trabajo”, es una mujer madura en todos los sentidos y emana una sensualidad y dulzura que podemos definir como fascinante.
Saco mi móvil, mi pequeña libreta y el bolígrafo azul, que siempre me acompaña a estos menesteres, y comienza el relato de su vida.
«Me llamo Samanta y soy “puta”, llevo dedicándome a esta profesión desde hace varias décadas, no soy “puta” por placer o por elección, sino que me he dedicado a esto por diversas situaciones de mi vida —hace un parón para encenderse un cigarrillo—, cuando era muy pequeña, con apenas cinco años de vida, perdí a mi padre en un accidente laboral y mi madre a los pocos meses se emparejó con el que hasta entonces era el mejor amigo de mi padre y también mi padrino».
Suspira, bebe un poco de agua y continúa con su relato.
Yo, al principio, lo adoraba, hacía feliz a mi madre y siempre tenía buenas palabras para mí, pasábamos horas jugando a las casitas, yo hacía de mamá y él de papá, el juego fue perdiendo su inocencia según crecía, comenzó dándome besos en la mejilla, paso a darme picos, luego besos cada vez más largos hasta que un día me violo cuando tenía 8 años, recuerdo que se lo dije a mi abuela y cuando me escuchó me mando a callar, pero lo que se me quedo grabada fueron sus palabras: “eso te pasa por PUTA, tan chiquita y ya vas buscando macho”; poco a poco fui cayendo en una depresión, me violaba cada vez que tenía una oportunidad hasta que con trece años mi madre lo descubrió y todo fue por escucharme gritar, él no se esperaba que ella llegara tan temprano del trabajo y al escuchar los gritos fue corriendo a la habitación y vio lo que ese salvaje me hacía, se lanzó encima y casi lo mata, llamo a la policía y me llevaron al hospital, allí pude contarlo todo menos que mi abuela lo sabía, él salió de nuestras vidas y yo decidí dejar de tener relación con mi abuela.
Se reían y me llamaban “PUTA”
La noticia corrió por el barrio como la pólvora, quiero decir que la mayoría me apoyaba a mí, pero había ciertos hombres y chicos jóvenes que cuando me veían por la calle se reían y me llamaban “PUTA” y alguno me llego a ofrecer dinero: “niña, no seas remilgada, ya estás abierta, que más te da, total, con ese dinero podrás comprarte alguna ropa.
Estuve en el psicólogo menos de un año, después me dieron el alta, aunque seguía con la depresión y pesadillas nocturnas, poco a poco comencé a caer en manos de las drogas, comencé fumando porros y en pocos meses pasé a sustancias más fuertes hasta llegar a la heroína.
Comencé a prostituirme
Al principio era capaz de conseguir dinero para pagar la cantidad necesaria, pero, según me adapté a consumir drogas, necesitaba cada vez más cantidad para alcanzar el estado de “paz”, y como ya el dinero no me daba comencé a prostituirme, primero con mi camello, este con el paso de los años se convirtió en mi chulo y pareja.
Las palizas eran diarias, aborte cuatro veces mínimo a lo largo de nuestro noviazgo, hasta que un día cogí las cosas y salí de la casa, me busco por toda la isla y al final me encontró, yo estaba preparada, cogí un gas pimienta y se lo lance a la cara, cayó al suelo y le pegue la paliza de su vida, le devolví cada golpe que me había dado, cada humillación y cada aborto que me provoco, luego llame a la ambulancia y a la policía. Estuve encarcelada durante dos años y medio, pero fue la única manera de conseguir mi libertad.
Soy “puta”, me acuesto con hombres y con mujeres por dinero, me usan como vasija para desahogar sus necesidades más básicas, pero no soy “puta” por libre elección, primero fue por caer en las garras de las drogas y ahora por necesidad, soy “puta” porque siempre he creído que es para lo único que sirvo, soy “puta” porque en eso me ha convertido la sociedad.
Jesús Socas Trujillo