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Algunas representaciones del bien y del mal en Canarias

Este trabajo estudia las representaciones del bien y del mal en Canarias dentro de su contexto social y económico en el ciclo anual. Cobra importancia la tradición oral mediante el uso de informantes cualificados y la observación participante para describir rituales y performances vigentes y estudia comparativamente mediante conectores culturales tradiciones perdidas y revivificaciones. Señala las estrategias adaptativas desarrolladas para su pervivencia y refleja el carácter tricontinental de Canarias ocasionado por las migraciones históricas.

Culebras, carneros, libreas, diablos y otras manifestaciones simbólicas

La mayor parte de las manifestaciones simbólicas que hemos investigado en Canarias ya no se representan. Hemos estudiadolas vigentes tomando datos mediante entrevistas, fotografías, videos, informantes y recogido datos de campo. En ocasiones hemos sido observadores participantes integrados en el grupo de actores. De las que se han perdido hemos recogido información gráfica, seleccionado noticias en archivos, periódicos o artículos. Las que no lograron mantenerse guardan relación con las que se mantienen vivas, algunas se han perdido incluso de la memoria y de la tradición oral tan importante en otras.Realizamos en detalle una relación de etnografíasclasificando el tipo de representación, localización, actividad, temporalidad, contexto y señalamos si es una pervivencia consolidada, recuperada en tiempos recientes o se ha perdido.

El objeto de este estudio antropológico son las manifestaciones con simbolismo ritual zoolátrico representadas en Canarias y su ámbito cultural. Algunas ya en el olvido pero con cierta presencia documental como Los Autos de Pastores, La Tarasca o El Diablete de Haría. Otras se mantienen en la memoria colectiva.Hemos recogido abundante información directa de informantes de calidad para Los Toros de Tiagua, Cochino de Sabinosa, Diablo de Erjos, Carneros de Las Portelas, Oso de El Palmar, Mataculebra de Barlovento, Mataculebra de La Orotava, Santa Cruz o La Laguna. Las representaciones que se realizan en Canarias en la actualidad se tratan en su contexto social, cultural y económico aunque algunas son creaciones recientes, en otras su inicio se escapa de la memoria de nuestras fuentes.

Consideramos preciso estudiar las manifestaciones existentes antes de la llegada de los conquistadores europeos citadas con suficiente rigor por varios autores sobre las sociedades aborígenes, recogidas por cronistas o historiadores. Citamos aquellas relacionadas con las manifestaciones de carácter zoolátrico que se relacionan con el simbolismo del bien y del mal, diablos,  demonios o espíritus malignos representados por figuras en forma de animales como perros lanudos, cabras, machos o cerdos. Sin pretender establecer ningún vínculo determinante entre éstas y las actuales o las que se han perdido históricamente, señalamos que siguen desarrollándose actividades en las que tienen protagonismo diablos con figura de perros, caso de La Suelta del Perro Maldito, cabras y machos cabríos, caso de La Aldea de San Nicolás, El Bicho de Pinolere y El Bebedero, o figuras de cerdos, caso de Las Máscaras de Sabinosa y tal vez los Diablos de Erjos y el llamado Oso de Las Cuevas.

En el ciclo anual encontramos en los autos de pastores propios del invierno apariciones diablescas desaparecidas. Se manifestaron materialmente mediante personajes que, fuera de las iglesias, espantaban a los creyentes hasta que entrasen en el templo pero no se han mantenido hasta la actualidad. Al final del ciclo invernal nos encontramos con representaciones de gran variedad ubicadas en el Carnaval. Probablemente su pervivencia se deba a este cambio de espacio contextual aunque se mantienen en la marginalidad. En este periodo nos encontramos figuras de culebras, préstamo arraigado especialmente en algunos lugares de Tenerife, de carneros como los de Tigaday que tienen un auge especial y otras figuraciones de carneros casi desconocidas en el noroeste de Tenerife, brujas en forma de burras que cobran presencia física desde la oralidad literaria, el mal en forma de diabletes, bichos, osos y máscaras de cochinos que parecen perderse de la memoria.

El Mataculebra

Una de las manifestaciones más extraordinarias es El Mataculebra que forma parte del  folclore de emigración, ritual aportado por retornados canarios cuando regresaron de Cuba. Se representó en distintas comarcas desde finales del siglo XIX siendo conocidas en Santa Cruz de Tenerife[1],  Barlovento[2], Puerto de la Cruz, La Laguna y La Orotava (La Perdoma, Villa de Arriba y Villa de Abajo. En Cuba se han mantenido tradiciones africanas llevadas por los esclavos desde el siglo XVI. El África negra ha mantenido rituales similares de purificación y expulsión de malos espíritus. En Santo Domingo la culebra es denominada mabuya con el significado de diablo o mal espíritu[3]. Esto equivale a decir que el Mataculebra que se ha representado en Cuba y otros lugares de América supone un rito antiquísimo como ha reflejado Fernando Ortiz[4] quien señala la representación como parte de las actividades de los cabildos de negros con procedencia de etnias concretas del continente, yorubas, congos o bantús, ararás y carabalíes. Estos cabildos de los que hay constancia en Cuba desde finales del XVI tenían una jerarquía y seguían directrices de un jefe. Los gobernantes coloniales debieron ser permisivos con estas agrupaciones. En el siglo XVIII solían tener locales propios pues gozaban de fondos que lograban por ingresos de sus miembros y formaban asociaciones de ayudas humanitarias. En La Habana abundaron estas sociedades que sostuvieron danzas y cantos al son de percusión lograda con diversos tipos de tambores. Si bien cada uno de estos cabildos tenía sus fechas de actividades todos convergieron en un día de celebración conjunta, el seis de enero, en que salían desde primeras horas de la mañana gozando los esclavos de una libertad puntual. En La Habana una comparsa de negros danzaba y cantaba llevando una culebra junto a las casas de quienes les pudiesen ofrecer algún aguinaldo, un rito que se interpretaba incluso en casa de los Capitanes Generales.  

 

                                               “Mamita, mamita,

                                               yen, yen, yen:

                                               que me mata la culebra,

                                               yen, yen, yen”.

 

Tras la abolición de la esclavitud en 1880 pasó a ser un número del carnaval. Fernando Díaz Cutillas en Cuba y Canarias: Relaciones Musicales (1980:92) describe el Mataculebra «como un  trasunto del culto a la cobra que existe en algunos lugares africanos y cuya supervivencia totémica parece inconfundible». Señala que «este ritual era característico de las comparsas ñáñigas propias de las luchas por la libertad de los esclavos en la Cuba del siglo XIX». Los folcloristas Manuel S. Hernández y Juan José Santos reiteran que «era una de las expresiones de comparsas ñáñigas, agrupaciones secretas que se iniciaron hacia 1833 y se extenderían en una especie de masonería popular». La culebra es el símbolo del poder y con el ritual, que en La Habana concluía en el patio del Palacio de los Capitanes Generales, se satirizaba el sistema esclavista.

El Mataculebra ha sido uno de los ritos que los esclavos aportaron a las culturas de algunos países de América y desde Cuba fue llevado a  Tenerife y La Palma probablemente de manera simultánea. En Puerto de la Cruz Manuel Díaz (1877-1948), conocido por Manuel Catalina, introdujo tal costumbre participando y organizándola hasta su fallecimiento.  Los ‘Catalina’ continuaron la representación hasta 1985  aunque relegada a una manifestación marginal mirada con desdén,  indiferencia e incluso desprecio. El Mataculebra que se va a mantener será el de Puerto de la Cruz, el que ha sido el más estudiado y del que tenemos más información por la investigación del profesor Manuel J. Lorenzo Perera[5] y por la labor de Manuel Díaz y sus descendientes. El lunes de Carnaval un número indeterminado de personas con el cuerpo tiznado, vestidos con pantalón y camisa blancos, sombrero de paja al que han colocado una flor en su parte delantera, cinturón ancho al que llevan una espada de madera en el costado izquierdo y alpargatas blancas, cantan y desfilan al son de tambores en doble fila y llevando sonajas por las calles de la ciudad, tras un abanderado. Son los llamados ‘Negritos Chacandela’ que finalmente matan a una la culebra con una espada. A las autoridades no gustaba que llevaran la bandera española porque estimaban que era una deshonra (1997:119). En los años sesenta la llevaban blanca y posteriormente roja con el nombre del grupo, agitándola de un lado a otro. Tras él se coloca el negro matador que va a tener mayor protagonismo durante la interpretación. Siguen en la comitiva a ambos lados los dos negros que tocan sus tambores, los demás en cada una de las filas con sus sonajas. Los tamboreros marcan el paso, el ritmo y el canto: “Aquí vamos los negritos torichitos chacandela, que venimos preparados para matar la culebra”.

El mayoral es uno de los protagonistas principales, se mueve a su antojo dirigiendo y amenazando al grupo con un látigo con el que va golpeando el suelo. Lleva larga barba blanca postiza asida con un elástico y porta una capa roja atada sobre los hombros que cuelga hasta la altura de las rodillas con una estrella dorada de unos veinte centímetros de diámetro a la altura de la espalda. Es el único blanco, representa el poder y el respeto a la autoridad, los intereses opuestos al grupo. Calza polainas de cuero y lleva sombrero de paja. El resto de la vestimenta, propio de un mayoral cubano, se asemeja a la del resto de la comparsa. Los negros se muestran amedrentados por la culebra y por el látigo. Anima o reta a que uno de ellos mate la culebra, simbólicamente que acabe con el mal de la esclavitud o de las tensiones sociales. El negro matador interpreta la parte más importante. Viste como el resto de la comparsa y una capa como el mayoral, roja con su estrella amarilla. Manuel Díaz llevaba en la copa del sombrero una cinta amarilla y roja que lo envolvía y caía por detrás. El negro matador interpreta con absoluta seriedad, pues se trata de una dramatización, temeroso del animal y del látigo del mayoral.

 

            (Mayoral): ¡Alea!

            (Uno de los negros):    Guachi guachi mi mayoral, este negro la va a matar.

            (Todos): ¡guá!

            (Mayoral/Negro matador/coro):

            ¡Mátala negro!

            Y la voy a matar.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            ¿y si no la aseguro?

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Se me puede enroscar.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            El bigote me tiembla.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            La patilla me arde.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Todo el cuerpo me duele.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Yo no la mato, mi amo.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            ¡Jesús que miedo me dá!

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Mire usted pa esa boca.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Que parece una cueva.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Mire usted esa lengua.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Que parece una flecha.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Mire usted pa esos dientes.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Que parecen fileres (alfileres).

            Mire usted pa esos ojos.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Como hechan candela.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Guachiquí que la mato

            y la voy a matar.

 

            (Mayoral/negro matador):

            ¡Mátala negro!

            Si me vieras en la era.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Quitando bicho al tabaco.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Ven acá a ayudarme un rato.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Que todo en la casa queda.

            Calabasón, son, son.

           

            (Mayoral/negro matador):

            ¡Mátala negro!

            ¡Padre mío San Antonio!

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            ¡Santo Tribucio y San Blas!

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            ¡Todos los santos del cielo!

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            ¡Que me vengan a ayudar!

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Pa matar a este avichucho.

            Calabasón, son, son.

            ¡Mátala negro!

            Que es un animal feroz.

            Calabasón, son, son.

 

            (Negro matador/coro):

            Mariquilla está mala.

            Ña, ña, ña.

            Y se fue a la botica.

            Ña, ña, ña.

            Con un guente volante.

            Ña, ña, ña.

            Y le pica y le pica.

            Ña, ña, ña.

            A la niña bonita.

            Ña, ña, ña.

 

            (Negro matador/coro):

            Se comió la gallina blanca.

            Se la comió.

            Se comió los pollitos.

            Se los comió.

            Se comió los guanajos.

            Se los comió.

            Que la gallina,

            que los pollitos,

            que los guanajos

            se los comió.

            Calabasón, son, son.

 

            (negro matador):

            Que pani, pani,

            quepani yo,

            que esta culebra

            la mato yo[6].

 

            (Cantan todos):

            Buenas tardes, señorito:

            aquí estamos los negritos

            con el sombrero en la mano.

            Que nos den el dinerito,

            yo lo quiero mucho mucho,

            yo lo quiero mucho más,

            que nos den el dinerito,

            que nos queremos marchar,

            que nos den el dinerito,

            que nos queremos marchar. 

La comparsa cubana recaudaba dinero con fines benéficos para ayudar a los miembros de la comunidad necesitados. Tras la abolición de la esclavitud entró en declive. El Mataculebra arraigó en Canarias por similitud del contexto de desigualdad social y económica, era propio de personas de espíritu rebelde y contestatario. El sentido de matar la culebra, símbolo del poder y la fuerza, decae en la sociedad esclavista cubana. En Canarias se va a mantener entre personas de clase humilde que habitan en barrios periféricos, considerados de rango inferior, gentuza, cuyas manifestaciones culturales fueron desatendidas y marginadas, en ocasiones reprimidas, era una manera de protestar. Durante el periodo de la dictadura se acrecentó el desprecio de manera que al grupo de Puerto de la Cruz se le retiró la bandera española que portaban, pues la deshonraban. Tampoco les era permitido actuar en el centro de la ciudad ni participar en los desfiles a los que acudían muchos extranjeros por el auge turístico. No aparecían en los programas ni en documentos oficiales de actos de carnaval. Marginados, aburridos y bajo la indiferencia de la sociedad dejaron de actuar en 1985.Otros grupos que mataban la culebradejaron de salir mucho antes. El Mataculebra Guachichíde La Orotavano superó el periodo de guerra civil. Su interpretación era de similares características aunque llevaban la bandera republicana y una de las filas se componía de hombres vestidos de mujer con la ropa de color lila, rojo y gualda.

Los Carneros de Tigaday (El Hierro)

También al final del periodo invernal tienen su actividad Los Carneros de Tigaday del municipio de La Frontera[7] en la Isla de El Hierro cada domingo y martes de Carnaval. Un grupo de personas, normalmente jóvenes del pueblo, corren por las calles con una vestimenta realizada con zaleas de carneros u ovejas cuya y única confección consiste en curtirlas al sol, cortarlas para darle forma adecuada y atarlas con tiras de cuero o cuerdas. En otros lugares de El Hierro hubo Carneros que desaparecieron. Nos centraremos principalmente en Los Carneros de Tigaday de los que hemos publicado un monográfico[8]y que han mantenido su actividad hasta la actualidad.

Los Carneros llevan cabezas secas de carnero con enormes cornamentas. La impresión que causan es de horror, pánico y asombro, máxime cuando, con los cencerros que llevan atados a la cintura, van haciendo una escandalera metálica. Persiguen a la muchedumbre que huye aterrada, embisten, empujan, agarran, derriban y topan con sus cuernos sin hacer daño premeditado. Ahora bien, aquel que es embestido queda aterido de un nauseabundo hedor a piel curtida, nada aseada y manchado con el tizne que cubre los cuerpos de las bestias. Salen de la conocida Casa del Miedo, lugar habitual desde que retomó la tradición don Benito Padrón Gutiérrez[9]. Nuestro informante emigró unos años a Venezuela en 1930 y cuando regresó ya no salían[10], luego estalló la guerra civil y al regresar volvió a recuperar la tradición con su ahijado Luciano Padrón Fleitas que iba de pastor. Para ello reprodujo exactamente lo que había visto en su infancia cuyos protagonistas fueron Juan Domingo González, Juan Fleitas, Lucas Fleitas, Amadeo Fleitas –pastor-, Ambrosio Fleitas, Bernabé Barrera y otros[11].

El material empleado se compone  de pieles de carnero curtidas al sol sin apenas cosidos, con una parte principal que cubre el cuerpo con huecos para la cabeza y los brazos. Una pieza ovalada cubre los hombros y unas polainas las pantorrillas y el calzado. El ganado lanar es abundante en la Isla y lo ha sido más en siglos pasados. No llevan más tratamiento que curtirlas, lavarlas con agua salada del mar y unos días de sol. Se emplean cabezas enteras de  carneros con sus cuernos, cuanto más grandes mejor. A éstas se le extraen los sesos y se secan a la intemperie un mes. Las correas empleadas para unirlas prendas, el cinturón de los cencerros o los simples cosidos, se obtiene de tiras de la misma piel. La vestimenta de los Carneros es duradera, basta con hacerles un lavado de mar y sol para que no aparezcan bichos. Normalmente se prefieren pieles de color negro. Antes de colocarse las zaleas, aquellos que van a correr los Carneros se tiñen la piel que va a quedar descubierta con tintes de color negro. Para ello antiguamente se usaba el tizno de los calderos o cenizas. En la actualidad se usa betún o tinte para la piel. Finalmente se coloca alrededor de la cintura un tosco cinturón atado por detrás. En la parte delantera se colocan unos cencerros grandes, de unos veinte centímetros, que queden lo suficientemente sueltos para que puedan moverse y sonar bien. Salen atados por la cintura con cuerdas que llevan bien asidas unos pastores.  El domingo a media mañana y el martes a las cinco de la tarde los protagonistas se reúnen en una cuadra junto a la llamada Casa del Miedo. Cuando don Benito Padrón Gutiérrez gestionaba el rebaño, se preparaban en el empedrado patio de la Casa del Miedo que hacía las veces de bodega. En los años cuarenta comenzó a salir con su pastor. Luego fueron algunas parejas de manera que en las siguientes décadas arraigó de nuevo la costumbre de correrlos.

Diablito en El Tanque Bajo

El origen primigenio de representaciones como Los Carneros se remonta a los ritos de fertilidad de las culturas clásicas. A la antigua Grecia, más incluso que a las carnestolendas romanas como defienden Manuel Lorenzo Perera[12] y Alberto Galván Tudela[13]. Así pues serían los romanos quienes lo expandieron por su imperio que comprendió buena parte de Europa, lugar de procedencia de la mayoría de colonos que fueron llegando a El Hierro desde principios del siglo quince. Los rastros de similares costumbres nos conducen a carnavales de lugares diversos y distantes como Ourense donde salen los Peliqueiros, Alsasua con los Mamotxorros, Zamarrones en Asturias, Zamarreros en Galicia, Guirios y Campaneiros en la Maragatería, Trangas en Ainsa y Bielsa, etc. Se repiten manifestaciones similares en Marruecos, Cerdeña o Los Urales. La representación herreña pudo haber llegado de cualquier lugar pues el folclore de la Isla está impregnado de conectores con el norte de la Península Ibérica.

Los Carneros de Tigaday disfrutan de un generoso reconocimiento mediático tras haber superado con dificultad el periodo de guerra y posguerra gracias a la labor de don Benito Padrón Gutiérrez que los condujo marginalmente al siglo XXI. Salen de la misma cuadra heredada por su hijo don Ramón Padrón Cejas[14] cuyo empeño sigue intacto por no perder las tradiciones. El rebaño sale a plena carrera por las calles de Tigaday en una persecución que se prolonga varias horas. El martes incluso hasta el anochecer. Los Carneros persiguen con ímpetu a cualquiera que se cruce y hacen ademanes de embestir. Un personaje vestido de pastor agarra con fuerza la cuerda para que no se le escapen, lo que no siempre sucede, esta figura ahora es testimonial. Las persecuciones se mantienen por el centro del pueblo al que asisten vecinos y visitantes concluyendo con una retirada fingida, para luego hacer una embestida final de todo el rebaño que ahora se compone de una veintena de miembros casi siempre sueltos, sin pastor. Si bien esta representación se mantiene como antaño, sin apenas cambios, coexisten algunos elementos extraños a la misma que no son propios de los Carneros. Nos referimos a la aparición de un loco, como se le denomina, que corre entre los protagonistas y el público vestido con ropa de piel de carnero, talega y una careta antropomorfa, que en ocasiones llevaba asido un machete y en la actualidad un palo de pastor. Tal figura surgió en los años noventa. Probablemente se trata de alguno de los pastores que dejaron de ser protagonistas al quedar en desuso llevar amarrados a los Carneros. Antes los Carneros corrían y fingían embestidas, provocando con las sogas o por contacto alguna caída. Pero no sucedía como en la actualidad el derribo provocado de jóvenes del público que se prestan a ello y acaban tiznados.

Los Carneros de Las Porte las, Osos, Cochinos y Bichos

La tradición en Tigaday continúa pero no sucedió lo mismo con Los Carneros de otras localidades de la Isla[15], Isora, Sabinosa, El Pinar, El Barrio. Tampoco los que tuvieron lugar en pueblos del noroeste de Tenerife como Las Portelas ni otras similares como El Oso de El Palmar, cuya escenificación ya no se produce. La semejanza entre Carneros de El Hierro y Las Portelas es manifiesta[16]. El último que los representó en Las Portelas fue Manuel Borges[17]. Don Domingo Medina León[18]señala la presencia de más Carneros. “Se vestían de Carneros, los amarraban y salían con sus cuernos y todo, salían según los barrios, si era de un barrio chiquito había uno solo o más si era desde un barrio grande, pero hay muchos años que no se celebra, lo menos cuarenta y tantos años». Don Domingo señala que «salían de Las Portelas, de Teno y de El Palmar, cada uno en su barrio y se juntaban en la plaza».

El Oso de El Palmar, encadenado y conducido por las localidades del Macizo Teno, se asemeja a Los Carneros pero mucho más a las desaparecidas Mascaras de Cochino de Sabinosa[19] también de El Hierro con sus caretas zoomorfas realizadas con el rostro de cerdos negros curtidos. Don Facundo González Álvarez[20], hijo del último actor protagonista Francisco González González, nos los describe “como con la cabeza de un oso, con la cara de un cochino con sus dientes y todo, era feo, bien feo, tengo calamidad que sí, el jocico y la piel. Lo llevaban con dos cadenas amarrado uno por delante y otro por detrás. Era un oso feo, las mujeres y los chicos le huían”.

En los pueblos altos del Valle de La Orotava el protagonista era El Bicho vestido con pieles y larga cornamenta. En Pinolere y en El Bebedero la representación dejó de salir en los años setenta del pasado siglo. Cada uno tenía sus características diferenciadas y distintos actores pero con conectores evidentes. Corrían tras la muchedumbre y eran también perseguidos entre gritos y fuegos[21].El Bicho de Pinolere llevaba pieles de macho cabrío y grandes cuernos, corría tras la gente amarrado con una cadena. El último en representar este ritual fue don Gregorio Farrais Domínguez, quien desconoce el origen de esta manifestación simbólica aunque nos remite a otras personas que se vestían antes: “el que yo vi salir de eso antes fue un pariente mío llamado Francisco Luis, pero no sé si eso se le ocurrió a él o venía de atrás”. Don Gregorio se vistió de El Bicho con otras personas, “eso ya hace tiempo que no sale, era un cachondeo de otros tiempos. Me vestí de eso, nos juntábamos unos cuantos tiznados con El Bicho y se juntaba mucha gente a verlo, íbamos incluso hasta la plaza de La Orotava, la geste se asustaba y salían corriendo, yo salía con otros que ya murieron. Luego me cansé y eso se acabó”[22]. El Bicho de El Bebedero mostraba algunas diferencias con el de Pinolere, vestía con piel de vaca o toro y le iban golpeando con una fusta, por eso llevaba bastante ropa debajo. Los latigazos sonaban fuerte ante sus gritos y quejas. Ambos iban bien tiznados y se desplazaban como a cuatro patas corriendo tras la gente[23].El último protagonista fue don Pedro Pérez Yanes, padre de nuestro informante.

 Toros en Tiagua, Tora en Telde, Diabletes en Teguise

Figuras semejantes son los Toros de Tiagua en la isla de Lanzarote vestidos con pieles de vacas o toros y grandes cuernos que se perdieron antes de la guerra civil. Los hermanos Mauricio, Marcial, Jordán, Emiliano y Daniel López Pérez fueron protagonistas en las primeras décadas del siglo XX[24]. Volvieron a salir en la década de los cincuenta y sesenta por mediación de Sebastián López Ferrer, hijo de Emiliano, entrando en declive en los ochenta, aunque la ropa se confeccionaba ya con tela de sacos pintada. Luego los hizo don Cristóbal Guillén Delgado, con su estructura interior idéntica a como los vio de niño en Tiagua, su pueblo natal[25]. Los Toros han salido también en Tao y Tinajo, localidades vecinas, pero eran originarios de Tiagua. Actualmente salen como número marginal del carnaval de la comarca. En Telde, Gran Canaria, se perdió una tradición  denominada la Tora también en el periodo de carnaval. Dejó de salir en los años treinta del siglo veinte y solamente tenemos referencia oral. Ataviado con pieles de vaca, grandes cuernos, un palo y un cinturón de cencerros don Guillermo Santana perseguía a los vecinos. Iba acompañado de una parranda con tocadores de cuerda y uno con un tamborcillo, hasta que la guardia civil le prohibió manifestarse de tal manera[26].

Los Diabletes de Teguise, en Lanzarote, como está bien documentado pasaron de representarse en Corpus al Carnaval. Desde entonces han sufrido transformaciones modernizantes, sus viejas ropas de piel de cabra y macho cabrío se sustituyeron por otras confeccionadas en tela blanca adornada con rombos rojos y negros mientras sus caretas, antaño figuradas a modo de machos cabríos, pasaron a representar caras de toros con cuernos de macho cabrío.

Extintos ritos del Corpus

Cara del diablo de Icod

Existen muchas las referencias de representaciones zoomorfas en Canarias  durante el Corpus Cristi del que todas se han perdido. Algunas han tenido su escenografía ritual desde el siglo XVI como la Tarasca, que salía por las principales calles de las  ciudades principales de las Islas: Puerto de la Cruz, Tacoronte, Teguise, La Laguna, Arucas. Se trata de una enorme figura en forma de serpiente. En La Laguna, junto a la Tarasca salían Diablillos o Diabletes, Mojigangas[27], Papahuevos, Gigantes, Cabezudos, Golosillos, danzas. Hay constancia desde la primera mitad del siglo XVI de Tarasca en Teguise. Tampoco logró pervivir El Diablete de Haría, que vivió sus años postreros en la última mitad del siglo XIX. Otras manifestaciones realizaron una estrategia adaptativa variando su lugar y momento de ejecución, logrando su pervivencia. Así hicieron los Diabletes de Teguise desde Corpus Cristi a Carnaval. Los Toros de Tiagua, Dragón de Santa Bárbara en Icod, y algunas Libreas de Tenerife son de probable adscripción al Corpus que lograron mantenerse gracias a su capacidad de adaptación. Las Libreas salieron también en otras celebraciones festivas, con lo que no podemos a formar que las actuales, todas, tengan tal procedencia. En este sentido señala Galvan Tudela[28], «los diablos pervivirán, pero en otros contextos festivos y con características propias».

El Corpus se ha celebrado en Canarias con toda la solemnidad tras la incorporación a Castilla. Durante la procesión desde el siglo XVI se bailaban danzas en La Laguna acompañadas de figuras cubiertas con máscaras, al son de tamboriles. Si el Corpus canario en sus inicios se asemeja a los de Andalucía estas figuras serían semejantes a las descritas por Francisco Morales Padrón[29], con bailes de matachines, ángeles y demonios. Los cronistas próximos a la conquista de Tenerife reflejan como la festividad del Corpus Cristi en sus inicios trataban de reflejar lo que se hacía en  Andalucía. Aznar Vallejo[30] reitera esta afirmación. En el siglo XVII la celebración tomó un carácter más complejo, refleja Sebastián Padrón Acosta[31]: «delante de la procesión iban diabletes, gigantes y papahuevos, luciendo y ejecutando sus chanzas, presididos por el bajón, especie de músico director de sus danzadores, provisto de flauta y tamboril». Magnificar el cuerpo de Cristo consagrado como símbolo de la cristiandad, máxima representación del bien, implica por contraste tener enfrentado al demonio en todas sus variantes. En opinión de Marina Barreto Vargas[32], «el diablo es el temor a lo desconocido, la eterna lucha del bien y del mal que no muere, sino desaparece para brotar nuevamente con más fuerza».

La Bicha[33] y la Tarasca se manifestaron desde los primeros años del XVI. Sus referencias bibliográficas en Corpus como elemento destacable son reiteradas en los archivos municipales de Aguere. Es sin duda la festividad más antigua de la ciudad[34], organizada por los primeros pobladores con la mayor suntuosidad posible. El Corpus tiene profundas raíces en Andalucía de donde llega a las Islas. Su acto más importante, pero no único, es la procesión donde los distintos gremios tienen amplio protagonismo desde 1507 con salida desde la iglesia de La Concepción, situada en la Villa de Arriba a no mucha distancia del actual emplazamiento. En la segunda década del XVI, la procesión sale de la iglesia de Los Remedios, actual Catedral, por calles adornadas con arcos y ramas vegetales. El cortejo, señala Rodríguez Yanes[35], está formado por los santos que portan los gremios con pendones y, en ocasiones, carretones que «van acompañados por danzarines, papahuevos y la tarasca, una especie de dragón… símbolo de la victoria de Cristo sobre el infierno» que pervive no sin algún paréntesis al menos hasta principios del siglo XIX[36]. Acompañaban la procesión danzas con otras figuras que portaban máscaras y vestidos al son de tamboriles. Unas danzas formadas por ocho personas, en algunas ocasiones otro número, aunque también llegó a salir con seis miembros, tres de ellos mujeres[37].

Según Manuel Hernández González[38]estas danzas con sus elementos monstruosos representan una permanente batalla entre el bien y el mal, gigantescos muñecos alegóricos abrían el paso con la tarasca, papahuevos, figurones de enanos con grandes cabezas que hacían mojigangas y diabletes disfrazados como demonios. La bicha o tarasca era una serpiente monstruosa que se suponía como un símbolo de la herejía vencida por la fe. En 1751 los vestuarios de los gigantes, la bicha y la danza están bastante deteriorados señalan los responsables municipales de la fiesta Domingo Lordelo y Fernando Molina: «están notablemente indecentes y precisa hacerlos de nuevo, como también la bicha, que por estar quebrada no salió el año anterior»[39]. La Bicha está quebrada y no salió por este motivo en el Corpus de 1750. Por ello se mandó «se componga la bicha para poder salir». Julio Torres Santos[40] fija la desaparición de la Tarasca de La Laguna en 1859, «la Tarasca abrió el cortejo de la procesional del Corpus lagunero hasta mediados del XIX». Torres señala que la Tarasca aparecía junto a las danzas de cintas en cada edición del Corpus junto a un carretón que perfumaba las calles con olor a brezo y retama. El cronista lagunero refleja que en 1642 el responsable de las seis danzas actuantes para la ocasión fue Mateo de Lima, quien utilizó pellejas de carneros «quizá por la temática pastoril del baile», detalle que nos recuerda la vestimenta de Los Carneros de la isla de El Hierro y otras representaciones del noroeste de Tenerife como los Carneros de Las Portelas, Diablos de de Erjos, Oso de Las Cuevas o Diablete de Haría en Lanzarote que se perdió en las postrimerías del siglo XIX.

Diablos en El Tanque

Las representaciones en las que aparecen figuras de caballos en las Islas son varias, pero  fuera de la celebración del Corpus. Los conectores culturales nos inducen a un origen mediterráneo, algunas indudablemente provenzal[41]de estas manifestaciones que han logrado un índice de gran popularidad. Los Caballos Fufos de Fuencaliente y Los Caballos Fuscos de Tazacorte, en la isla de La Palma,  tienen etimológicamente un claro referente en los chivauxfus de Provenza, también la confección. La influencia francesa es patente en La Palma como se evidencia en otras manifestaciones culturales. Estos, como Los Caballos Bailones de El Tanque y Los Caballos de Fuego de La Laguna mantienen su anual cabalgada. No son las únicas que se realizaban en las Islas, pues existieron figuras de caballos en algunas Libreas acompañados por otras figuras de papel, cartón y pieles como toros. Los hubo en las Libreas de Tejina, El Socorro (Tegueste), El Amparo (Icod de los Vinos), Las Angustias (Icod de los Vinos) y San Diego (La Laguna). La prohibición de mezclar la fiesta de Cristo con este tipo de representaciones produjo una dispersión cuando no una pérdida. 

Libreas, danzas, tajaraste y diablos

En el ciclo veraniego-otoñal numerosas fiestas comarcales suponen una identificación del habitante con su espacio vital. Siguiendo a Manuel Hernández González (2007:449) «apreciamos la continuidad de las máscaras o libreas asociada también a la continua intervención del diablo (…). Tienen como característica la evasión de roles convencionales en la catarsis liberadora de la fiesta, asumiendo ese carácter de transformación de la personalidad consustancial a la mentalidad isleña en el tiempo festivo». Hay una marcada relación entre las libreas y los ritos Corpus con sus Tarascas, Diabletes, Mojigangas y Matachines.

En Canarias el término librea tiene la acepción de disfraz usado en la fiesta. En las entrevistas realizadas especialmente en el noroeste de Tenerife hemos observado como el término se usa para denominar en ocasiones a los danzantes que van disfrazados, en otras a los diablos y diablas -especialmente donde ya no van grupos danzantes- mientras en El Amparo (Icod) es llamada librea una de las figuras que acompañan a los diablos, cabezudos y músicos. En el noreste de Tenerife las libreas de Valle de Guerra y Tegueste representan la batalla de Lepanto y un ataque pirata y no coinciden en vestimenta, coreografía y música con las del noroeste a que nos ceñiremos, con sus tocadores, danzantes, fuerzas del bien y del mal en forma de demonios y algún que otro figurón como cabezudos, caballos, toros, etc. Hemos estudiado cada representación en su conjunto o con ausencia de alguno y sus características. El Palmar con músicos, danzantes, diablo y diabla. En Buenavista se añade a lo reseñado anteriormente la aparición de un ángel pero sin diabla. En El Tanque -Bajo y Alto- la librea ha contado con músicos, diablo, diabla, diablitos, caballos y cuerpo de danzantes en el caso de El Tanque Alto. En Las Angustias (Icod), la librea consta en la actualidad de músicos, diablo y diabla, sin danza. En El Amparo ha habido librea con danzantes hasta las primeras décadas del siglo XX y se recuperaron, de distinta manera, en los noventa del mismo siglo, con toro, música y baile del tajaraste por parte del pueblo, pero sin  danza organizada.

El Palmar, Las Angustias y El Tanque, de Arriba y de Abajo, son las localidades donde las libreas se han mantenido vivas hasta la actualidad ininterrumpidamente, la de El Lugar de Buenavista que se representa en la actualidad fue rescatada en 1985, la de El Amparo en 1988. Otros pueblos del noroeste de Tenerife tuvieron antaño libreas tal vez propias de otras localidades y actuantes en la fiesta patronal según la información oral recabada. En la de Tejina (La Laguna) ya perdida de la memoria colectiva salían «algunas mojigangas de papelón figurando toros [42]«. Hay constancia de Libreas en La Orotava, Los Silos y varias localidades del Municipio de Icod de los Vinos. Las referencias a este tipo de manifestaciones las encontramos desde principios del siglo XVI en Canarias. Núñez de la Peña en 1676 escribió, en referencia a La Orotava, como se celebraban «juegos, comedias, sortijas, libreas,…»[43]En la tradición cristiana, indica Federico Revilla [44]: «la iconografía del demonio es bastante variada, caracterizándosele con algunos rasgos constantes como son los cuernos, las garras, o facciones bestiales, equivaliendo así al demonio ciertos animales fabulosos como el dragón y algunos otros que lo recuerdan como la serpiente y el macho cabrío y, por lo general, los considerados en cada época sucios, repelentes e inmundos».

Las libreas tienen como conectores la aparición de diablos y diablas representados en forma de animal ataviado con pieles de cabra, rabo y cuernos de macho cabrío o cabra. Pretenden apartar el mal como el Mataculebras, la Tarasca, la Bicha (La Laguna, Puerto de la Cruz, Teror, Tacoronte, La Vega –Icod-), diablete de Haría, Burras de Güímar, Diablo de Tijarafe y otros diablos. Las de El Tanque, Las Angustias, El Amparo y El Palmar constituyen una reliquia del pasado que han ido pasando de generación en generación. La de El Lugar de Buenavista fue recuperada por el Aula de Etnografía y Folclore de la Universidad e La Laguna en 1998 mientras de la Librea del Diablo y la Diabla de El Amparo existe documentación[45] que asegura existía aún ya comenzada la segunda década del siglo XX pero se perdió. En estas primeras décadas del siglo XX se perdieron también las de La Caleta de Interián, antes La Caleta de Garachico, que tenían lugar el último fin de semana de noviembre con la festividad de San Andrés. Son interesantes las recopilaciones del cronista oficial de Garachico, José Velázquez Méndez[46].

Otro denominador común es el aspecto musical donde el tajaraste es el acompañamiento tradicional. El término es prehispánico y define una serie de danzas o bailes de Tenerife, La Gomera y El Hierro que se ejecuta acompañado de un tajaraste[47]. Hemos visto definir como tajaraste al mismo tambor que se emplea en las danzas. Lorenzo Perera[48] señala que constituye una de las herencias guanches más entrañables y que desde los tiempos más antiguos su música ha animado el ambiente festivo, conservado por el pueblo que lo ha transmitido por generaciones. El tajaraste se ha mantenido, con algunas variantes, en zonas monteras y marginales de Tenerife pero esta perdiéndose su uso. El baile de las cintas, el baile de la lanza, el baile corrido o el baile sentado se ejecutan con ritmo de tajaraste. Es una danza o baile de tambor y flauta, modernamente con otros instrumentos. El tambor se compone de caja, normalmente de madera, de unos veinte a treinta y cinco centímetros de diámetro con aros para tensar los parches de cuero preferentemente de cabra, pero también de perro o gato, mediante cuerdas. La flauta es normalmente de palo de sabugo por su ligereza y porque suena bien, de unos cuarenta centímetros de largo. El musicólogo Juan Reyes Bartlet[49], quien desarrolló una gran labor de recuperación regionalista y estudios sobre música vernácula, consideró al tajaraste herencia de los guanches: “en Canarias los cantos y bailes que tienen sabor a tierra, porque son, no me cabe la menor duda, de origen guanche, se llaman tanganillo y tajaraste, en que toda urdimbre descansa en el ritmo”.

La representación de diablos en Canarias no solamente se vincula a la derivación de éstos desde el Corpus. En las Islas se celebran numerosas festividades en honor a San Miguel y a San Bartolomé, en alguna de las cuales podemos apreciar representaciones con figuras animalescas. Al margen de las representaciones festivas en que se representa al mal, en la imaginería que podemos encontrar en las iglesias son frecuentes las imágenes de San Miguel Arcángel representado como vencedor del mal acompañado por extrañas figuras que lo encarnan, hegemoniza el culto en numerosas iglesias probablemente porque también representa el triunfo cristiano sobre la cosmovisión indígena. Es patrón de la Isla de La Palma y aparece en los escudos de La Laguna y Tenerife con su lanza derrotando al demonio. San Bartolomé también es representado con un diablo a sus pies, atado con una cadena.

La Danza de El Diablo de Tijarafe y otros diablos

En este contexto veraniego aparecen representaciones materiales en forma de demonios. Las apariciones inmateriales son abrumadoramente más abundantes y se vinculan a las celebraciones de San Bartolomé o San Miguel Arcángel. También se han producido creaciones desde tradición oral con performances de cierto arraigo como La Suelta del Perro Maldito en Valsequillo, en Gran Canaria, el Diablo de La Verdellada, en Tenerife, La Captura de El Diablo de La Galga, en La Palma y revivificaciones como el Diablo de San Miguel en Breña Alta, también en La Palma, perdido en los años cincuenta del siglo XX. El religioso flamenco Bartolomé Thiers llegó a documentar sus quejas ante la Inquisición por las supersticiones de los canarios que consideran que el diablo toma forma de animales con demasiada facilidad[50].

La Danza del Diablo de Tijarafe atrae cada siete de septiembre varios miles de espectadores y se debate entre el ritual o la performance. La Danza se ubica en la Fiesta de la Virgen de Candelaria. La tradición oral señala la existencia de esta danza desde la primera década del siglo XX, algunas publicaciones así lo recogen como la investigación de José Luis García Francisco[51].José Policarpo Martín Cruz[52] sitúa su origen en las fiestas de La Cruz, el tres de mayo, ya que los mayordomos de esta liturgia,  Antonio Cruz, Pedro Brito y Orosio Martín fueron quienes confeccionaron al diablo en 1923 y no tenían vinculación con la celebración de la festividad de Nuestra Señora de Candelaria que no tenía mayordomos. En este supuesto cabría interpretar que el denominado Cataclismo no era verdaderamente un diablo, originario del actual sino de los machangos que se quemaban. Desde entonces la figura del Diablo tijarafero se ha modificado. En 1930 Pedro Brito cambia la estructura interna del que llaman Sinforiano. Posteriormente se realiza con una carcasa metálica y actualmente en fibra de vidrio, con botella de oxígeno y cargado de fuego frío por pirotécnicos profesionales. Esta representación simbólica del mal aparece durante la verbena de la víspera de Candelaria sin una hora fija. Primero entran a la plaza gigantes y cabezudos danzantes. La aparición del Diablo de Tijarafe ante el clamor de varios miles de espectadores es un espectáculo de luz, fuego, música y danza. Las fuerzas del bien, tal vez la cristiandad, se debaten en una lucha anual contra los demonios. Cuando el estruendo de los fuegos de artificio llega a su fin y las últimas chispas de fuego se apagan el frenético popurrí de la banda da paso a una inclinación ante la Virgen de Candelaria triunfadora. Es muy significativa la presencia de las figuras enormes de los Reyes Católicos bajo cuyo reinado se tomó bélicamente La Palma en el siglo XV. Las manifestaciones del Corpus, con sus diablos y mojigangas, fueron implementadas en Canarias como en América con objeto de doblegar la cosmovisión de los pueblos indígenas ante el cristianismo de la cultura dominante y San Miguel Arcángel representa igualmente la victoria sobre los indígenas, sobre el mal. No podemos evitar la referencia a este contexto de sometimiento en el que interviene finalmente la Virgen de Candelaria, mediadora desde su aparición en Canarias entre conquistadores y conquistados.

Prohibiciones y revivificaciones.

Si bien en Canarias se conservan numerosas representaciones materiales otras muchas han desaparecido dejando constancia en el recuerdo  o con mínimas aportaciones bibliográficas. Varias circunstancias han determinado su extinción. En la segunda mitad del XVIII la iglesia toma posiciones estrictas contra estos vestigios considerados apartados de la moral cristiana, especialmente por parte de los ilustrados y de los cercanos a las ideas jansenistas. A estos inconvenientes se sumaron otros de tipo económico, social y político. A finales del siglo XVIII Carlos III trató de frenar en el Corpus Cristi los elementos profanos. En tal sentido se manifiesta el antropólogo Salvador Rodríguez Becerra[53]. En las primeras décadas del XIX se produjo un fenómeno de decadencia de numerosas fiestas motivado por la desaparición de las estructuras que las hacían posibles con motivo de la Revolución Liberal del primer tercio de siglo. Coincidimos con Manuel Hernández González[54]quien enumera varios factores como determinantes: la modificación de la actitud de las clases dominantes en cuanto a la religiosidad, las cada vez más constantes prohibiciones de los obispos y del clero secular y la crisis de las estructuras económicas y sociales producida en las primeras décadas del siglo XIX con dependencia económica del exterior, cuya competencia derrumba la producción agrícola canaria como había sucedido el siglo anterior. Esto se agravó posteriormente con la independencia en las colonias americanas y con el proteccionismo de la economía española. Además algunas sequías provocaron periodos de hambruna y mortandad que motivó la emigración de canarios de las islas periféricas a las centrales y a América.

Estas circunstancias fueron causa de la desaparición de muchas representaciones. La gran emigración despuebla especialmente el territorio rural canario y es un condicionante añadido pues se rompe su base de sustento. Los diablos, gigantes, tarascas, dragones, etc. fueron creados por su fuerza simbólica con intención didáctica ya que sucumben ante la fuerza del santísimo. Arraigaron en Canarias y en América, tierras conquistadas, donde los diferentes pueblos indígenas tenían otras creencias que había que erradicar.  Este tipo de representaciones están dotadas de un carácter subversivo pero al tiempo amortiguador de las tensiones sociales, trasmutan el orden tradicional y crean una atmósfera de sociabilidad. Los mecanismos que estabilizan las tensiones son necesarios y su ausencia debe ser canalizada o sustituida. En este caso la adaptación de algunas manifestaciones y su implantación en otro espacio festivo permite mantener intactas las frustraciones de la vida cotidiana. Las revivificaciones y creaciones obedecen a tales motivos.             

Durante la transición a la democracia y la construcción de las autonomías en España se va a producir un intento de recuperación de antiguas fiestas y celebraciones abandonadas como intento de construcción de una fuerte identidad local, en gran parte perdida durante el periodo dictatorial del general Francisco Franco, revitalizando así el escenario simbólico tradicional. Sigue siendo una ocasión para reivindicar simbólicamente los espacios públicos, la espontaneidad frente a la ordenanza, la libertad, la subversión. Surge con ello un nuevo interés por la antropología. En Canarias las manifestaciones festivas han mantenido mayor actividad en el campo, en el espacio rural, que en la ciudad. Es ahora el turno de las grandes aglomeraciones de ciudadanos de recrear la fiesta con algunas performances. En palabras del antropólogo Fernando Estevez[55] «A las fiestas tradicionales de Canarias, que viven un claro proceso de redefinición y reinvención, se han sumado en las últimas décadas muchas otras de reciente creación». Esta recuperación de celebraciones antiguas no siempre se realiza con el debido rigor. En ocasiones se recurre a la tradición no material para la reinvención de actos populares con aspiración de tradicionalidad.

 

 

Ricardo Fajardo

Universidad de La Laguna

 

 

BIBLIOGRAFÍA.-

 

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[1] Pérez, Marcos. El Carnaval de Antaño de Santa Cruz. Colección Biblioteca Canaria.

[2] Díaz Palmero, Candelaria. Cita Referida en Lorenzo Perera, Manuel. Matar la Culebra: una tradición canaria de origen afrocubano. Centro de La Cultura Popular Canaria, 1997:192.

[3] Bachiller y Morales, Antonio (1887): Los negros. Barcelona. Cita referida en Lorenzo Perera, Manuel. 1997:38.

[4] Los Cabildos y la Fiesta Afrocubanos del Día de Reyes. Ed. Ciencias Sociales. La Habana, 92:64.

[5] Lorenzo Perera, Manuel. Matar la Culebra: una tradición canaria de origen afrocubano, 1997.

[6] Al matar la culebra se eliminan las fuerzas del mal, los rostros se vuelven alegres y todos cantan repetidamente una estrofa mientras piden dinero al público con el sombrero. Lo guarda el mayoral. 

[7] La Frontera cuenta con 3.959 habitantes en 2016 según el INE. El núcleo con mayor población es Tigaday.

[8] Fajardo, Ricardo. Los Carneros de Tigaday. Cabildo de El Hierro, 2006.

[9] Principal informador. Mantuvo la tradición entre 1940 y su fallecimiento en diciembre de 2005.

[10] Cita referida en Los Carneros de Tigaday, 2005:31.

[11] Información facilitada por don Venancio Armas Lima (1899), don Felipe Armas González (1915) y don Benito Padrón Gutiérrez (1914).

[12]Lorenzo Perera, Manuel J. El folklore maldito de las Islas Canarias. 2002.

[13]Galván Tudela, Alberto: Las fiestas populares canarias. Edit. Interinsular. Santa Cruz de Tenerife, 1987

[14] Don Ramón Padrón Cejas continuó la labor de su padre de mantener las tradiciones. En 1977 funda un grupo folclórico, Tejeguate, aglutinando a las personas mayores portadoras de cultura local.

[15] Citas referidas en Los Carneros de la Isla de El Hierro, 2005:34/35.

[16] Información facilitada en mayo de 2011 por don Facundo González Álvarez, nacido en 26.12.1932.

[17] Información facilitada en abril de 2011 por doña Carmela Acosta Díaz, nacida el 22.02.1922.

[18] Información facilitada en abril de 2011 por Don Domingo Medina León (Las Portelas el 09.05.1922).

[19] Localidad de gran tradición pastoril con 310 habitantes en 2010 según el INE.

[20] Información facilitada en abril de 2011 por don Facundo González Álvarez (Las Portelas, 26.12.1932).

[21] Agradecemos la información facilitada por don Cecilio Pacheco Marrero (1961) y don Cándido Pérez (1962), VII-X/2013.

[22] Agradecemos la información facilitada en septiembre de 2013 por don Gregorio Farraís Domínguez (1944).

[23] Agradecemos la información aportada por don Cándido Pérez Rodríguez (1962), X/2013.

[24] Agradecemos la información aportada por doña Irene López Parrilla, hija de Daniel López (1900), II/2010.

[25] Agradecemos la información facilitada por don Cristóbal Guillén Delgado (Tiagua, 1924), XI/2009.

[26] Agradecemos la información facilitada por don Juan Vega Herníquez (La Pardilla, 1932), XI/2011.

[27]Según el Diccionario ejemplificado de canarismos, se denomina mojiganga a la persona que, disfrazada de manera ridícula, habitualmente con figura de animal, intervenía en una fiesta pública.

[28]Las fiestas populares canarias. Ediciones Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1987:154.

[29]Historia de Sevilla. La Ciudad  del quinientos. 1989:276.

[30] Aznar Vallejo, E. Religiosidad popular en los orígenes del obispado de Canarias. 1986:227.

[31]El teatro en Canarias. La fiesta del Corpus. La Laguna, 1954:81.

[32] Cita referida en Las fiestas populares canarias. Ediciones Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1987:154.

[33]En el Diccionario ejemplificado de canarismos de Cristóbal Corrales y Dolores Corbella, “bicha es una persona disfrazada de dragón que animaba las fiestas”.

[34] Según Rodríguez Moure, se celebró sobre un tabernáculo de maderas en 1496.

[35]Cita a Padrón Acosta, Sebastián. El teatro en Canarias. La fiesta del Corpus. La Laguna, 1954:84/85. La Laguna: 500 años de historia, tomo I, vol. II, 1997:1000.

[36] Padrón Acosta, S. hace referencia a la novela ‘El ovillo o el novelo’, de Rodríguez Moure, en que describe la celebración de 1817 en La Laguna: «iban delante los gigantones, la tarasca, la bicha, los papahuevos, con la danza de los machachines«…

[37] Es significativa la semejanza de estas danzas con la Librea de El Palmar o Buenavista.

[38]Fiestas y creencias en Canarias en la edad moderna, 402:2007.

[39]Bibliografía referida, en Hernández González, M. (2007:402).

[40] Julio Torres Santos, Efemérides Corpus Christi de La Laguna, 2009, lectura el 26 de enero de 2012.

[41]Defiendo en mi Proyecto de Tesis el origen provenzal de Caballos Fufos y Caballos Fuscos de la Palma pese a que la tradición oral, especialmente de Tazacorte, indica un origen cubano producto del regreso de los emigrantes retornados. Así lo he afirmado en diversos foros desde 2013. Los términos provenzales chivauxfrus aluden a caballos que hacen cabriolas y dan saltos.

[42] Guerra, Tomo I, p. 53

[43] Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria y su descripción. Las Palmas, 1994:340-341. 

[44] Diccionario de Iconografía.  Editorial Cátedra. Madrid, 1990:119.

[45] Periódico La Comarca, 07.08.1920, número 72 y 31.07.1921, número 121.

[46] Periódico El Día de Santa Cruz de Tenerife, el 8-I-2012.

[47]Alvarez Delgado, Juan. Canciones, 123. cita referida, en ‘Diccionario ejemplificado de canarismos’, 1956.

[48] Lorenzo Perera, Manuel. Las Fiestas de El Amparo, 1989:164.

[49] Cita referida en Hernández González, M. Las tradiciones icodenses. 2007.

[50] Museo Canario. Sección Inquisición, sign. XLXIII-2:135

[51] Señala cómo en 1906 un madrileño vecino de Aguatavar realizó una figura diablesca para la fiesta.

[52] Vincula El Diablo de Tijarafe con la quema de los machangos de la antigua y tradicional Fiesta de la Cruz.

[53]El Corpus en Andalucía. De fiesta del poder a fiesta de la identidad. Salvador Rodríguez Becerra.

[54] Manuel Hernández González (2007:171).

[55]  Prólogo de ‘La Librea de Valle de Guerra, un estudio antropológico sobre el teatro popular canario’. De González Cairós, Aleth. 1997:13.




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