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Atentado al yacimiento arqueológico del Barranco del Muerto, en Santa Cruz de Tenerife

Resulta llamativa la ausencia de reacción institucional ante un hecho (otro más) tan grave como es el atentado sufrido por los grabados guanches del Barranco del Muerto, en el municipio de Santa Cruz. Como, igualmente, llama la atención que los medios de comunicación no reflejen la noticia.

Una vez más caen las máscaras en el teatrillo local, y los hechos desnudan las palabras de quienes, impúdicamente, prometen y, hoy de nuevo, quedan retratados en sus vacuos discursos.

No hay que ser guañameñe para profetizar que volverá a ocurrir, que una vez más nos arrancarán la raíz que sostiene una precaria identidad, porque nuestra preciosa y rica herencia amazigh sufre tan lamentable desprotección institucional que cualquier descerebrado puede acabar de un golpe con siglos de historia.

Hay que recalcar que no es culpable solo la mano ejecutora, sino también quien teniendo responsabilidad no cumple, y abandona a su suerte tal legado.

¿No es toda esta desidia la prolongación en el tiempo de una herencia colonial?

La destrucción activa de la población guanche y su cultura, con sus aspectos funcionales, sus creencias, su patrimonio material y simbólico, que se inicia en el S. XV, continua con un largo periodo de ceguera académica, que niega la existencia de yacimientos rupestres prehispánicos en Tenerife. Pasarán varios siglos hasta que la ciencia decide abandonar el cómodo e interesado refugio de las fuentes escritas, en las que se mantiene inmutable una idea reduccionista y etnocéntrica del mundo canario antiguo, y sale a explorar el territorio. Entonces se inicia el “descubrimiento” de un enorme legado en la isla de Tenerife, que aún no terminamos de revelar en su gran complejidad y misterio. Sin embargo, en nuestra isla en particular, y desde la gestión pública, no se alcanza a sensibilizar a la población acerca de su importancia histórico cultural, ni a sentirlo como algo nuestro. Tampoco se generan medidas de protección efectivas, más allá de declaraciones BIC que resultan ineficaces. Si durante siglos vivimos la negación de su existencia, hoy, medianamente reconocidos, vivimos su ruina.

En la actualidad la mayoría de nuestros yacimientos han sido profanados. El proceso de deterioro, expolio y desaparición se inicia bajo una Administración que ya redacta normativa para su conservación, pero ni aplica ni protege, haciendo gala de una incompetencia que nos hunde aún más en la desesperanza y la aculturación. El menosprecio por la huella del origen, rasgo identitario intencionadamente invisibilizado, retrata la miseria cultural en que vivimos y nos aboca al lodazal de un crónico subdesarrollo cultural.

Igualmente, cercana en el tiempo es la brutal intervención urbanística acontecida en el Puertito de Adeje, para la que no encuentro otro calificativo que el de salvajada. Ha sido el penúltimo capítulo de esta devastación, y no solo de varios yacimientos arqueológicos, en una nueva operación codiciosa y ante la pasividad de las instituciones. La oportuna intervención de un grupo de ciudadanos que se alzaron y, literalmente, se jugaron la vida enfrentándose a las palas mecánicas, evitó la destrucción completa de un espacio único de enorme riqueza geológica, botánica, marina, arqueológica y etnográfica, espacio que hoy no existiría de no ser por esta acción ciudadana. Fueron capaces de permanecer acampadas y vigilantes durante tres meses, hasta que las obras fueron finalmente paradas por incumplimiento de normativas medioambientales y patrimoniales y abiertos los correspondientes expedientes. En una sociedad psicológicamente sana estas mujeres y hombres serían figuras heroicas. Sin embargo, hoy están siendo juzgadas bajo dudosas acusaciones. Todo mi agradecimiento para ellas, que con su lucha comprometida validan su calidad como personas.

Este verano parece venir enfebrecido. En pleno beñesmer nuestro deseo es que su rigor sea indignación en la voz de todos, para no permitir que nos desangren la tierra maternal que nos acoge, territorio cosificado y vendido a pedazos siguiendo una pauta económica que, en su decrepitud, sigue provocando el destrozo de nuestra tierra y su riqueza. Vamos hacia la extinción de un territorio natural que es suplantado por macrourbanizaciones que dicen representar el mundo civilizado. ¿Es civilizado aniquilar bárbaramente el paisaje y la diversidad patrimonial que contiene? ¿Lo sería seguir viviendo de espaldas a su valor y comprensión, o privar a las futuras generaciones de su conocimiento? Tenemos una formidable y variada abundancia de huellas guanches ocultas en nuestro territorio, que esperan ser parte de nuestras vidas, ser descubiertas con la mirada maravillada por el misterio que atesoran. Pero subyace una vergonzosa ignorancia, además de un patrón de menosprecio por el patrimonio indígena. El legado colonial está bien arraigado en las estructuras del poder establecido y en el origen de estas prácticas políticas dispuestas a despojarnos de lo nuestro para vendernos a la mejor oferta. Esta negligencia institucional es la que permite que avance la destrucción, que culmine el etnocidio.

Bajo este techo atlántico, azul remanso que fue del mundo antiguo, seguimos necesitando responder a la pregunta de quiénes somos. Y para ello es necesario conservar nuestro pasado en toda su extensión, identificarlo e identificarnos, educar y difundir sus huellas, revivir mitos, guardar lugares con significado, dignificar la identidad cultural de este pueblo con la irreemplazable conciencia histórica. Pero nada será posible sin un compromiso serio de la Administración con nuestro pasado. Ya está bien de tanta embriaguez de poder y tanto desvarío.

Gabriel Cruz*

 

 

 

*Gabriel Cruz es Licenciado en Psicología por la Universidad de La Laguna. Ha publicado: Memoria de las piedras. Ediciones La Palma. Madrid, 1997; Memoria de las piedras. (2ª edición traducida al francés y amazigh). Ediciones Baile del Sol. Sta. Cruz de Tenerife, 2011; y Arráncame la vida. Ediciones Baile del Sol. Sta. Cruz de Tenerife, 2008. Figura en las siguientes antologías: Cuentos de la Atlántida. Editorial Bandini. Madrid, 2004; 2050 kilómetros de palabras. Ediciones Baile del Sol. Sta. Cruz de Tenerife, 2008; De la saudade a la magua. Ediciones Baile del Sol. Sta. Cruz de Tenerife, 2009;  Entre orientales y atlantes. Ediciones Baile del Sol. Sta. Cruz de Tenerife, 2010; y San Borondón. Un viaje literario. Ediciones Idea. Sta. Cruz de Tenerife, 2020.

 

Un comentario en «Atentado al yacimiento arqueológico del Barranco del Muerto, en Santa Cruz de Tenerife»

  • La intencionalidad es clara, si no, se protegerían con celo como en México, que ni te dejan sacar fotos a las pinturas aztecas. Y mientras aquí se destruye no sólo por particulares al no haber protección, es peor que eso. Los megaproyectos que estos aplauden con las orejas, toda nuestra costa destrozada y las islas. Premeditación con la que se destruyó la mayor pirámide guanche de Icod en La Mancha, el infame proyecto de Tindaya para matar la mayor estación de podomorfos del mundo, etc. No terminaría de hablar, de todo lo que conozco de esto y a veces ni puedo, por el sentimiento de tristeza que me da…Para mi esta claro…no aman Canarias…

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