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Canarias y los «entornos sanitarios seguros» para el turismo 

El turismo de masas se ha convertido en una distopía a la que no queremos volver los canarios y canarias por mucho que se obstinen todos aquellos a los que les ha ido bien en el lodazal de la especulación

La seguridad sanitaria para el turismo nos obligará, paradójicamente, a vivir en una constante inseguridad sanitaria en las Islas

Estamos notando que la gente se está “relajando” demasiado frente a la pandemia. Hace apenas una semana, lo normal era ver a muchas personas con mascarilla, ahora tenemos la sensación de que solo es una minoría la que las usa de entre los que salen con los niños, a pasear sus perros o realizar alguna de las actividades permitidas.

No dudamos de que este “relajamiento” sea el fruto negativo de toda una campaña de “normalización” que no ha sabido explicar las cosas bien. En una Canarias en la que todas las instituciones parecen estar obsesionadas por lograr una desescalada rápida, el “relajamiento” se explica como el resultado de un mensaje institucional de normalidad con demasiada letra pequeña en la que se olvida insistir.

Nos da la sensación de que estamos volviendo a esa rueda de prensa del “todo controlado” a las puertas del H10 Costa Adeje, cuando todo eran sonrisas y el colapso sanitario era cosa de los chinos. Después de aquello la pandemia nos invadió de forma terrible, se vivieron días de angustia y comenzamos a sumar los números terribles de la enfermedad. Números, como nos recordaba la nieta de una de las personas fallecidas, que “ocultan nombres y vidas de personas”. 

En una Canarias en la que todas las instituciones parecen estar obsesionadas por lograr una desescalada rápida, el “relajamiento” se explica como el resultado de un mensaje institucional de normalidad con demasiada letra pequeña en la que se olvida insistir.

Realmente ha sido la disciplina de una sociedad comprometida con sus vulnerables, pese a las terribles carencias sociosanitarias que sufrimos en estas islas, la que nos ha dado una tregua, una tregua aparente, mientras se anuncia el rebrote de la pandemia a nivel planetario. Pero, desgraciadamente, la clase política canaria solo parece mostrar empeño en la reanudación del negocio turístico, un negocio que, en estos momentos, nos parece inviable si lo que se quiere es calidad de vida y futuro para la gente de esta tierra.

El turismo de masas se ha convertido en una distopía a la que no queremos volver los canarios y canarias por mucho que se obstinen todos aquellos a los que les ha ido bien en el lodazal de la especulación. Estamos cansados ya de esos apátridas de la patronal y de aquellos otros alegres cosmopolitas, como nos recordaba un colaborador, que no sienten preocupación alguna por la salud de nuestros mayores, de nuestra clase trabajadora, de nuestros vulnerables, simplemente porque no son los suyos.

¿Entornos seguros para el turismo?

A lo largo de las últimas semanas venimos asistiendo a un bombardeo informativo constante e interminable, con el que pretenden convencernos de una próxima reapertura turística de las Islas. Reapertura que contaría con la garantía de una  total seguridad sanitaria, a pesar de no existir, de momento, tal cosa, puesto que la propia comunidad científica no deja de pedir cautela respecto a supuestos “pasaportes” de inmunidad. De alguna manera, quieren dar a entender que el coronavirus se puede convertir en una nueva oportunidad competitiva para las Islas (como la que supuso la inseguridad de otros destinos turísticos tradicionales) y, con total naturalidad, nos venden el mantra del “destino sanitario seguro”. De hecho, el mensaje lo podemos encontrar ya “impreso” en algunos folletos digitales. Se trata, según señalan esos políticos, de vender los “buenos indicadores sanitarios de las Islas como una fortaleza”. Obviando en todo momento que el COVID-19 entró en las Islas con el turismo; obviando que la sanidad canaria no está preparada para afrontar, como ha denunciado Intersindical Canaria, el desconfinamiento. Una sanidad canaria que ha sufrido particularmente los recortes, con unos trabajadores  sanitarios que han sufrido en primera línea el contagio de la enfermedad. Trabajadores sanitarios que no se han cansado de pedir la realización de test y de solicitar equipos de protección individual (EPIs).

No estamos preparados, pero ellos quieren poner en marcha su negocio, el patrón quiere la “finca productiva”. Todo eso lo quieren sin explicar a la gente la verdad. El paro en el sector será inevitable. A lo largo de los próximos doce meses será impensable hablar de recuperar los niveles de empleo alcanzados en el sector turístico (posiblemente nunca se recuperen); sin obviar que los pequeños negocios se quedan fuera de esa “esfera de seguridad” de la que están hablando los políticos y el cierre para muchos será algo inevitable. Sin duda, el PIB turístico en Canarias no llegará a los niveles de los últimos años, y las ganancias se concentrarán en las grandes redes hoteleras que operan en las Islas. La distribución social de los beneficios del sector será, por fuerza, menor. Es decir, si ya estábamos perdiendo, asumiendo un impacto pernicioso sobre el territorio (destrucción del paisaje, contaminación, etc.) para garantizar un flujo constante de visitantes, ahora veremos a mayor distancia los beneficios de turistificar nuestras vidas.

No estamos preparados, pero ellos quieren poner en marcha su negocio, el patrón quiere la “finca productiva”.

Los políticos canarios se llenan la boca con sus proyectos de turismo seguro, pero se olvidan de hablar del precio que tendrá que pagar la población de las Islas para garantizar la “seguridad” del negocio. En su obcecación niegan, incluso, la posibilidad de un debate social sobre la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo productivo en el Archipiélago. Una demanda social que entiende que ya hay demasiados indicios de que lo peor está por llegar.

Por mucho que lo traten de negar, la seguridad sanitaria para el turismo nos obligará, paradójicamente, a vivir en una constante inseguridad sanitaria en las Islas. Entendemos que esto no les importa mucho, primero está el negocio, y, si hace falta, convertirán las Islas en un enorme sanatorio para garantizar sus beneficios. Sin olvidar, por cierto, que gran parte de la inversión necesaria para crear esos “entornos sanitarios seguros” saldrá del endeudamiento público de Canarias.  

Perder mucho menos

Esperemos, por el bien de la población de este archipiélago, que tengamos la capacidad de dar la espalda a estos proyectos. Tenemos que abordar de forma seria, y a todos los niveles sociales e institucionales, un cambio del modelo productivo. Ya no se trata de pensar en un futuro mejor, la idea de progreso ha funcionado siempre como un instrumento de dominio y destrucción, se trata de pensar en perder mucho menos de lo que podríamos perder si en lugar de  “espacios seguros” terminamos inaugurando un enorme lazareto en unas “lejanas” islas de la costa noroccidental de África.

No somos apocalípticos, vivimos tiempos apocalípticos; pero, sin duda, puede ser peor. Si nos dejamos llevar por la clase política canaria, si nos sometemos nuevamente al discurso de que el turismo es la única alternativa y le seguimos garantizando los beneficios a una minoría, estamos convencidos de que será mucho peor. Tenemos la responsabilidad, la obligación, de emprender una nueva dirección en el campo productivo, modificar nuestros modos de relación con el paisaje, recuperar y poner en valor otros sectores productivos. En definitiva, necesitamos imaginar Canarias de otra manera. Evitar, en la medida de lo posible, que el peor de los horizontes se cierna sobre estas Islas.




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