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Cuento de invierno

DE NAVIDAD

La calle llena de ruido, la algarabía de los niños jugando te quita el sueño y el cansancio lo dejas atrás para sonreírle a la vida de nuevo; para este renacimiento espiritual que dejaron las religiones ya olvidadas; buenas obras, buenas acciones; disculpar y perdonar en un sincero borrón y cuenta nueva; un descanso para el alma aturdida de sufrir, de repensar, de ahogarse en  paranoias irresolubles; empieza la magia de besarse bajo el muérdago y brindar por una nueva vida reseteada; la época de no saber quién es Papá Noel ni los Reyes Magos pero sí saber  estar ilusionados cuando los nombran; de  asistir a los belenes, a sus maquetas y a sus dioramas de pesebre, mula y buey; a echar de menos, a echar en falta mucho a todos tus muertos, a sentir la presión en el pecho cuando entonan los ranchos de Pascua y a acordarte  de ellos, y a que, sin querer se  te haga un nudo en la garganta y quieras celebrar la vida de los que están y de  los que ya no están; pero si las noches navideñas nos desgarran el alma, de la misma manera  nos invitan  a sumergirnos en  la infancia y a convivir durante días en esta koiné cultural sin límites, a desenvolvernos como peces en el agua  entre trineos en las arenas del desierto y a ver caganets a la orillita del río atravesado por puentes que soportan camellos llenos de regals  en unas islas sin ríos pero con barrancos; a paladear  truchas de cabello de ángel,  panes de jamón con ayacas y roscones de Reyes; a cohabitar con un abeto colapsado de luces y de adornos,  o con el tronco seco de una higuera lleno  de tarjetas recibidas cada año por estas fechas, de cartas a los Reyes de tus niños o de  bolas antiguas de cristal pintado; celebrando con  timples, violines, cajas flamencas y pitos herreños…que te recuerdan que somos todos iguales y que  el tiempo pasa, que nos vamos haciendo viejos.

DE CARNAVAL

¿Me conoces mascarita? te pregunto descarada porque sé que no me vas a reconocer, te rodeo mientras bailamos y tu aroma me embriaga, me aloca y te invito a bailar, y no quieres, y no lo entiendo. La vida es tan divertida. El miedo es tan aburrido.

Eres la mascarita de la foto afilada y esbelta y elegante envuelta en un terno que te saca tres tallas y bajo una máscara hecha de tela con jirones de ilusión del baile de piñata, esperado y ansiado desde que empezó febrero, el mes loco del que no te puedes fiar.

¿Será soleado o será ventoso? ¿Cómo será? Será como mi vida que no sé a dónde me va a llevar, aunque les pregunte a los astros y en mis rezos pida al cielo una respuesta veraz; ya aprendí que no hay respuesta que valga, la vida es un carnaval, baila, báilala, solo déjate llevar.

Rosa Elena Pérez Ledesma

 

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