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«¡Muere en libertad!»: La falsa alternativa entre represión y supervivencia

Algunos alertan de que esta epidemia va a ser una coartada para el aumento de las medidas de control y vigilancia por un Estado enemigo de los derechos civiles y las libertades. Ya conocemos el hilo –a ver si innovan un poco, que aburren- del discurso: se empieza por Foucault, que no falte unos chorritos de Agamben, Carl Schmitt resulta imprescindible (como el ron en un cubata), y ya -si eso- acabamos con Sloterdijk. Según este, “le système occidental va se révéler aussi autoritaire que celui de la Chine” (18/3/2020).

Uno de los muchos problemas de esa retórica está en el propio concepto de “coartada”. ¿Dónde han estado estos señores? Lo sepan o no, el estado policial es ya una realidad, y su ampliación no necesita coartada –y mucho menos una, la de esta pandemia, que pone en crisis la propia forma-estado. Uno comprende muy bien al señor Sloterdijk. Él, personalmente, en su mundo de vida, tan estrecho como siempre lo fue el de la burguesía desde la época cortesana, no vive la escalada de violencia física directa que vienen sufriendo los expulsados del mundo. Los pensadores tardíamente “liberales” (un respeto por Adam Smith) prefieren saber poco de los sufrimientos de los habitantes del otro lado del apartheid social. El idealismo se desinteresa de lo que ocurre en las alcantarillas y los mataderos. Estos años de plomo para los acusados de “delitos de opinión”, los sin-papeles, los desahuciados, los obligados a un trabajo extenuante por 500; en estos años en los que las concertinas funcionan como la metáfora del mundo, los señores “liberales” han estado en otro sitio, a resguardo de esas “molestias” a la libertad.

El habeas corpus –el derecho elemental de todos los derechos- fue abolido desde el 2001 en Guantánamo, y también en Altsasua. Las patrullas ciudadanas, los ejecutores de los falsos positivos, los drones asesinos, los “contractors”, la violencia privatizada a favor de los “liquidadores” de los “enemigos” del Estado, todo esto –al igual que las multas confiscatorias a los manifestantes- ha permanecido fuera del foco de los defensores burgueses de la libertad. ¿Desde hace cuánto las cámaras, los algoritmos, las cookies, las aplicaciones, las plataformas de compras, no solo vigilan lo que hacemos, sino que pastorean nuestros comportamientos, decisiones y pensamientos?

La paradoja que vivimos es tremenda. Ahora se nos dice que las medidas de cuarentena amenazan “nuestras” libertades, cuando todos esos fenómenos de los que vengo hablando liquidaron desde hace tiempo las “minilibertades” de la inmensa mayoría. 

La alternativa entre libertad y supervivencia es un falso dilema. Ayer alguien, un presunto libertario, proponía defender una consigna: “Precisamente aquella que fue negada por el Hegel más conservador en su defensa del Estado: Fiat iustitia, pereat mundus! (“Que se haga Justicia aunque perezca el mundo”).” ¡Traducido: muere en libertad! 

Curiosa, la disparatada interpretación de Hegel. Este se refiere a aquel lema en el parágrafo 130 de la Filosofía del Derecho, que no trata de la defensa del Estado. Nos encontramos en realidad con una defensa del derecho de rebelión (Dieter Henrich). La tesis de Hegel es que, cuando nuestra vida está amenazada, es justo suspender el derecho. El hambre del famélico prevalece sobre el derecho a la propiedad. El simple supuesto de Hegel es que un muerto carece de voluntad y no puede actuar de ninguna manera. Al que sufre un robo se le menoscaba su derecho; el que muere pierde la libertad por entero. Una obviedad: los muertos no pueden ser libres. La preservación de la vida constituye la primera y básica condición para la libertad. Así pues: ¡luchemos contra la opresión, mantengámonos con vida! 

Ciro Mesa

Foto de portada: Fragmento de «Felix in Exile» de William Kentridge (1994) 




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