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Podemos y su integración al régimen: del “si se puede” al “tenemos que ceder”

Unidas Podemos se alista para asumir puestos ministeriales en un gobierno de coalición son los social-liberales del PSOE, advirtiendo que tendrán que hacer (aún más) concesiones

En una conferencia en la Universidad Complutense de Madrid, Pablo Iglesias asumía que ya no es tiempo de pensar en una “nueva constitución” ni cuestionar al régimen del 78, sino que hay que defender lo existente. El discurso del dirigente de Podemos está centrado en estos días en advertir a sus propios votantes que tendrán que hacer nuevas concesiones en el futuro gobierno de coalición, buscando rebajar al mínimo las “expectativas”, tal como explicaba en una carta difundida por Podemos a todos sus afiliados.

Así de claro lo expresaba este jueves ante los estudiantes de la UCM: “Toca hacer algo que nos hubiera costado hacer hace años. Hace años queríamos una Constitución nueva, pero ahora tenemos la sensación de que la Constitución del 78 tiene artículos que son la mejor vacuna para proteger a las mayorías sociales del ascenso de la ultraderecha». Culmina así un ciclo político con la integración de Unidas Podemos en el régimen político del Estado español, transformándose de forma directa en un apéndice de los social-liberales “progres” y en gestores de las políticas del Estado imperialista.

El principal argumento de Pablo Iglesias es que “no hay relación de fuerzas” para otra cosa. Pero esta idea encubre que ha sido la propia política de Podemos la que ha colaborado en debilitar esa “relación de fuerzas”. Analicemos un poco más esta cuestión.

A Iglesias le gusta citar las palabras del intelectual catalán Vásquez Montalbán sobre la Transición, que aquel definió como una “correlación de debilidades”. ¿Qué quería decir? Que, así como los actores del “viejo régimen” no tenían fuerza para imponer todas sus condiciones, las corrientes sociales y políticas opositoras o “rupturistas” no tenían capacidad para ir más allá en la lucha contra el viejo orden. Que se consiguió “casi todo lo que se pudo” en ese contexto. Pero ese argumentario era una justificación de las políticas del eurocomunismo, diluyendo su responsabilidad en “debilitar” la correlación de fuerzas. En la negociación con el régimen para encauzar la transición postfranquista, Carrillo garantizó mantener la calle y las huelgas “contenidas” mientras aceptaba concesiones que preservaron la continuidad del régimen -impunidad de los crímenes del franquismo, la monarquía y la unidad de España como pilares de la Constitución del 78 y los pactos de la Moncloa-.

La idea de la “correlación de debilidades” vuelve en cada momento crítico, y se puede decir sin dudarlo que es el verdadero mantra de toda organización reformista, que busca contener la calle para negociar con los poderes constituidos -cuestionados por esa misma movilización-. Como contraparte, la asimilación por el régimen de las direcciones obreras o políticas que son vistas por sectores de la población con expectativas de cambio es una de las vías más importantes para mantener el estatus quo, cuando los Estados no se ven obligados a hacer uso de la represión abierta. Por eso la socialdemocracia y las burocracias obreras reformistas han sido históricamente la mejor salvaguarda del capital.

Un caso trágico más reciente lo vimos en Grecia. Syriza capituló sin batalla, incluso después de que un 60% de la población votara contra el paquete de la Troika en un referéndum. En aquel momento, Pablo Iglesias también avaló la decisión de Tsipras, asegurando que “no había alternativa”. Lo que no se decía es que el pueblo griego había desplegado una enorme resistencia, con más de 30 huelgas generales, pero tanto las burocracias sindicales como la propia Syriza actuaron para desarticular las tendencias más radicales de la lucha obrera y popular, reconduciendo todo hacia el camino electoral-institucional en los marcos del Estado capitalista. La integración de Syriza como agente de la Troika en Grecia ahondó la desmoralización o el desconcierto entre grandes sectores de trabajadores y jóvenes que habían depositado en esta organización sus ilusiones.

Hoy volvemos a escuchar el argumento de la “mala relación de fuerzas” para explicar que, ante el ascenso de VOX y la pérdida de votos por parte de las “fuerzas del cambio”, la única opción que queda es integrarse a un gobierno con uno de los pilares del régimen del 78, el PSOE. Pero las relaciones de fuerza no son fuerzas de la naturaleza, sino resultado de la acción de los sujetos sociales y políticos. Entonces tendríamos que preguntarnos qué relación hubo entre la cada vez mayor integración de Podemos en el régimen y una correlación de fuerzas que se fue haciendo más favorable para el bloque conservador y monárquico. Es decir, ¿en qué sentido actuó Podemos? ¿Buscó desarrollar de algún modo la “relación de fuerzas” a favor del movimiento social, obrero y popular, o, en cambio, ayudó a reconstruir la legitimidad de los “poderes reales”, empezando por un actor clave del régimen como el PSOE?

La experiencia de los “ayuntamientos del cambio” es muy clara en ese sentido. Se garantizó a las grandes empresas sus negocios especulativos (caso Chamartín en Madrid, burbuja inmobiliaria y turística en las grandes ciudades, etc.), mientras se perseguía y criminalizaba los espacios autogestionados, a los manteros o las huelgas de trabajadores como el metro de Barcelona. Esto “sembró” y “cosechó” una determinada relación de fuerzas: en Barcelona Ada Colau terminó negociando un gobierno con el PSC, mientras en Madrid volvía la derecha.

Pero quizás la mayor “acción” de Unidas Podemos para sembrar una nueva relación de fuerzas (a favor del bloque monárquico) se vivió con la cuestión catalana. La falsa equidistancia de Podemos ante la represión al pueblo catalán, primero, y su posterior aval a la sentencia del procés fue un estímulo para que se fortalecieran las tendencias conservadoras. ¿Acaso no hubiera sido muy diferente si Podemos e IU hubieran llamado a movilizarse de forma contundente contra la sentencia del procés y por el derecho a decidir, en vez de normalizar la represión?

Este camino de transformismo político culmina con el acuerdo de gobierno con el PSOE. Y no nos engañemos, advertir desde ahora que deberán “ceder” todavía más porque están “en minoría”, es lisa y llanamente prepararse para administrar las políticas neoliberales del PSOE con un rostro “progre”.

Este salto en la socialdemocratización de Podemos y su integración al régimen reabre por lo tanto un debate crucial entre la izquierda que se considera “rupturista” y anticapitalista: ¿qué hacer? ¿cómo reconstruir una izquierda de clase y combativa, que sea independiente de todas las alas de los partidos del régimen monárquico? En esta disyuntiva, las opciones están abiertas y requieren actuar de forma urgente.

Josefina L. Martínez

@josefinamar14

Fuente: izquierdadiario.es




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