¿Qué futuro queremos?
Hoy en día es fácil escuchar a la gente comentar: “Canarias, sin el turismo, no sería nada. Solo un vasto terreno sin nada, convertidos en un país tercermundista”. Y muchos de nosotros, yo incluido, podemos llegar a coincidir con ese argumento, pero, si analizamos la situación de nuestro archipiélago, nos daremos cuenta de que, realmente, no vivimos del turismo. Tampoco significa que el turismo no tenga un gran impacto en nuestra economía. Simplemente, malvivimos.
Los números de desahucios son catastróficos y el porcentaje de la población en exclusión social es alarmante. Esta información, por desgracia, a nadie se le escapa. Pero, tenemos al personaje de turno que nos quiere vender la moto. “Canarias sin el turismo no sería nada”. ¿Acaso somos algo medianamente dignos? En eso radica todo, en la palabra “digno”. Los alquileres por las nubes, incluso en zonas donde anteriormente era más asequible. Los costes de vida se han encarecido mientras que los salarios no aumentan lo suficiente como para no provocar pérdida de adquisición. “Trabaja más y ganarás más”. La gran mentira que nos siguen contando, a sabiendas que no es real. Una pareja con trabajos a jornada completa no puede permitirse pensar en el futuro lejano, solo en lo inmediato: “cómo llegaré a final de mes, qué malabares tengo que hacer, a qué debo renunciar, debo pedir préstamos para mantener una vida digna”.
Esto no es solo un problema de nuestra tierra, es algo que padece la mayor parte del territorio del Estado español. Mientras unos pocos, muy pocos, se embolsan grandes cantidades, la clase trabajadora tiene que contentarse con las migajas que caen de los bolsillos de grandes bancos, empresas y fondos de inversión. ¿Acaso es esto justo?
En el caso particular de Canarias, el ejemplo se ve de forma clara, cristalina. ¿Qué clase de puestos se ofrecen a la población canaria? Yo lo sé, porque me ha tocado vivir esa odisea de buscar un empleo. Y hay muchas ofertas, de eso no me cabe duda. Pero todo en puestos de trabajo de baja cualificación: camareros, recepcionistas, plateros, cocineros. ¿En qué empresas? Sobre todo, hoteles. ¿Acaso no hay población local que tenga los estudios o las herramientas para escalar a un puesto de mayor categoría, de mayor responsabilidad? Como decía, migajas que se les cae de los bolsillos y que llegan a nuestras manos como si fueran agua de mayo. Aceptamos calderilla y debemos dar las gracias, cuando es la clase trabajadora la que, desde siempre, es la que genera la riqueza con su trabajo.
Una reflexión final
Cuando la pandemia paralizó el mundo entero, nuestra injusta forma de vida se vio truncada y, gracias a las acciones del gobierno, muchas familias pudieron sobrevivir. Aunque no todas tuvieron esa misma suerte y fueron rescatadas por personas que se la jugaron para que nadie se quedase atrás. En ese momento, cuando el gobierno implantó medidas de rescate social, nadie estuvo en contra, sobre todo aquellas personas de corte conservador, que les produce urticaria solo de pensar en la palabra “social”. Curioso. Cuando todo va bien y ellos obtienen beneficios extraordinarios, el Estado es un problema y una lacra. Cuando las cosas se ponen peliagudas o, incluso, mal, suplican a Papá Estado que les salve.
Canarias no puede permitirse que toda su economía se base en un solo modelo, el turístico. El mundo ha comprobado, con sus propios ojos, que todo podía pararse. Y si pasó una vez, volverá a pasar. Más tarde o más temprano. Es por ello que debemos exigir a nuestros representantes que se replanteen el modelo actual, que busquen una alternativa. Pero ojo, no cualquier cosa vale. Debe ser un modelo que respete el medio ambiente, que permita a las personas vivir dignamente y no que unos pocos se hagan tremendamente ricos. Porque sinceramente, este modelo está fallando a la gran mayoría de personas.
Samuel Renstead