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¿Rumbo al edén?

Tenía una vida feliz, hasta que llegaron y se llevaron hasta el último pez” me dice Ibrahima mientras mira las olas romper en la orilla de playa Martiánez

El sol está jugando, escondiéndose entre las nubes y saliendo en todo su esplendor cuando menos te lo esperas. Voy a paso ligero desde mi casa situada en el Barrio de la Vera en el municipio de Puerto de la Cruz hasta la popular playa de Martiánez.

Hoy voy hablar con unas de las personas que duermen actualmente acogidos en unos de los hoteles de la ciudad turística, un joven senegalés de 25 años que se llama Ibrahima y con el cual he podido contactar gracias a un amigo que tenemos en común y que hará de traductor cuando así sea necesario.

Me acerco a Martiánez, dirijo mi mirada a unos de los bancos que hay cerca de la playa y saludo a mi amigo, me presenta a Ibrahima, en su mirada se refleja el dolor de aquel que se ha visto obligado a salir de su tierra huyendo de la miseria y del hambre.

Vamos caminando lentamente hasta la orilla, nos sentamos y comenzamos hablar.

Me llamo Ibrahima, tengo 28 años y vengo de Senegal, vine a tu tierra no por placer sino huyendo de la miseria y del hambre. En mi familia nos hemos dedicado a la pesca desde hace varias generaciones, mi abuelo consiguió una pequeña barca, que heredó mi padre y que me paso a mi cuando mi padre murió.

Durante una etapa tuve una buena vida o por lo menos mucho mejor que la de la mayoría de mis compatriotas, la pesca era buena y siempre había alguien dispuesto a comprarla, sobre todo pequeños restaurantes para turistas. Cuando no conseguía venderla por lo menos teníamos un plato de comida caliente para compartir en familia o para intercambiar con algún vecino por otro producto que nos hiciera falta.

Hace 5 años comenzaron acercarse, a la zona donde muchos padres de familia y yo mismo pescábamos, los grandes barcos de compañías europeas sobre todo francesas y españolas, lanzaban unas redes enormes y dejaron toda la zona como un desierto submarino.

Salía cada día desde antes del amanecer hasta el anochecer y la mayoría de los días volvía con la cesta vacía, el hambre comenzó a golpear fuerte mi puerta y tomé la decisión de embarcarse rumbo a Europa, hable con unos de los hombres que se dedica a llevar personas desde mi país hasta España y me dijo que la ruta que estaban haciendo ahora era hacia las Islas Canarias, yo había escuchado hablar de esas islas pues algunos vecinos había llegado allí, después se fueron a la península y por último llegaban a Francia que es nuestro verdadero objetivo y digo nuestro porque la mayoría de nosotros incluido yo tenemos como objetivo llegar a ese país.

Vendí mi barca, las pocas posesiones valiosas que teníamos y toda mi familia, mis suegros, mis hermanos y mis tíos me dieron dinero para pagar lo que me faltaba para el pasaje.

Llegó la noche acordada, besé a mi esposa, abracé a mis hijos y le supliqué a mi suegro que cuidara de su hija hasta que yo volviera o hasta que pudiera pagarles el pasaje a todos para volver a reencontrarnos.

Salí de casa sin volver mi mirada atrás para que no vieran mis lágrimas y es que los hombres no podemos llorar, al cabo de varios días llegué a la playa acordada me subí en la barca con 16 personas más incluido un bebe con su madre y su padre.

La mar estaba mala, yo veía signos de que se acercaba una fuerte tormenta, pero no había vuelta atrás. Al cabo de pocas horas comenzó una fuerte lluvia, un viento atroz y unas olas enormes.

Conseguimos pasar la tormenta, la cual dio paso a unos días calurosos, la madre no daba leche y la niña murió en sus brazos, no creo que vuelva a olvidar los gritos desgarradores de su madre, conseguimos arrancarle la criatura fallecidas la envolvimos en una sábana blanca y la lanzamos al mar mientras rezamos por su alma.

Al cabo de varios días nos rescataron, llegamos famélicos y algunos enfermos, nos costaba mantenernos en pie y cuando salimos todos nos dimos cuenta que la madre de la niña también estaba muerta, dicen que, por deshidratación, pero yo creo que se le rompió el corazón.

Pasamos muchos días en un muelle y al final nos enviaron a otra isla, ahora estoy alojado en un hotel de aquí, yo entiendo algo de español y cada vez que salgo a pasear por la ciudad siempre hay alguien que me mira con odio o me insulta, sé que nos culpan de la pobreza de vuestra gente y de que estamos acaparando ayuda nada más lejos de la realidad.

No venimos aquí por placer, no queremos limosnas solo una vida digna para nuestras familias y para nosotros. No queremos invadir esta tierra creo que hablo por la mayoría cuando les digo que nuestro objetivo es llegar a Francia, Alemania y los que menos a la península sobre todo Barcelona y Madrid.

Yo era feliz hasta que se lo llevaron todo y dejaron mi mar sin un solo pez, pero me lo han quitado todo incluso ahora las ganas de vivir, pero necesito estar fuerte y desde que me lo permitan ponerme a trabajar para volver con mi familia.

Jesús Cristóbal Socas Trujillo

Si quieres contarle tu historia a Jesús, no dudes en escribirle a jesusocastrujillo@gmail.com




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