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Sobre la suficiencia alimentaria

De un tiempo acá se ha venido repitiendo por la clase política y algunos activistas la necesidad de la soberanía alimentaria en las Islas y, si me apuran, en el mundo. Vemos como pronuncian el término desde el presidente del gobierno autónomo al del cabildo, consejeros varios, expertos, y contertulios varios. Todos hablan, pero casi nadie parece tomarse el asunto en serio. No nos dicen nada de la pérdida continúa de suelo cultivable en nuestras islas desde la implosión del turismo a nuestros días. Como el cultivo de comida ha sido sustituido por plataneras y tomateros primero, por hoteles y apartamentos después y ahora por plantas solares. Desde el 2010 el suelo cultivable en Canarias se ha reducido en un 37%. Y lo que resta se dedica principalmente a la agricultura de exportación. Hace poco sufrimos una crisis de abastecimiento de papas. Cierto que cada vez se planta menos, pero también se especula más, buscando el alza de los precios.

Tenemos en las islas unas 150.000 hectáreas de superficie útil cultivable, sólo se usan 45.000, lo que es más o menos un 30%. Y de ese 30% el cuarenta y cinco por ciento se dedica a la exportación. Esta proporción se mantiene en el uso del agua. La mayor parte de nuestras aguas se destinan al turismo y a la agricultura de exportación. Un bien como el agua, que en el resto del mundo se define como público, es entre nosotros un bien privado, muy privado, desde la conquista. Este uso de la tierra que explicamos nos obliga a importar el 80% por ciento de lo que consumimos entre los dos millones de residentes en Canarias y los dieciocho de turistas. Y esa importación está controlada por siete grandes grupos. Son ellos los que fijan los precios de compra a nuestros campesinos y si estos no los aceptan traen de Marruecos o de las chimbabas lo que comeremos.

No ocurre solo en Canarias. En todo el mundo la alimentación ha quedado en manos de grandes corporaciones. En la bolsa de Chicago se especula con el precio del arroz, el trigo, el millo, etc. El futuro de las cosechas depende de fondos financieros y grandes empresas. Monsanto, el gigante de los transgénicos, y otros deciden qué, quién y dónde se cultiva. Las comunidades campesinas se ven acosadas por la presión de estas empresas sobre los gobiernos locales. Se pretende que se cultive para la exportación, el mercado capitalista, y no para que se alimenten los pueblos. Una forma más de dominación y dependencia.

Si queremos sobrevivir como pueblo, libre y autónomo, debemos romper estas cadenas de la agricultura dependiente. Más allá de la palabrería que mencionamos al principio es necesario definir los términos. Ser conscientes de que eso de la soberanía es ya un término corrompido por los poderes; que se ha convertido en un palabro más de los que se repiten para quedar bien. Hablemos más de suficiencia alimentaria que de soberanía, producir lo suficiente para alimentarnos, escapando así del pérfido control de los mercados, de los importadores. Para eso es imprescindible que desde el poder político se tomen medidas eficaces y no hueras. Algunas de las que proponemos son: constitución de un banco público de tierras, ya sea incautando, expropiando o comprando tierras abandonadas o con mal uso; constitución de un empresa pública de aguas en cada isla, encargada de todo el ciclo del agua y poniéndola a disposición de los agricultores que produzcan alimentos a precios competitivos, justos y no especulativos; impulso de las cooperativas de agricultores con centros de apoyo por comarcas; constitución de una central insular de compras de agricultura donde los productores y las cooperativas de consumidores y los comerciantes encuentren los alimentos a precios justos y equitativos.

Este tipo de políticas serán rechazadas por los poderes que gobiernan Canarias, por eso es imprescindible construir una fuerza política que agrupe a todas las personas que quieren una Canarias más justa y más libre en un movimiento que impulse la conquista de las instituciones por nuestra gente.

Es preciso organizarnos con las ideas claras. El agua y la tierra no pueden ser bienes de mercado, son imprescindibles para la subsistencia de la gente, de nuestra gente. Tendremos que luchar por ellas como por la libertad y los derechos sociales y laborales.

Conchi Moreno

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