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Una bandera, un pueblo, un volcán

Se acerca el sonido de bucios entre un griterío inusual. Se sintonizan las voces variadas bajo un mismo cantar.

Hace ya siglos que, como hoy, no se muestra el volcán de estos siete oasis guanches en medio del mar. Ahora lo anuncian los toques de guerreras canarias, amplificadas por su forma de buciar. Hombres y niños van con ellas en formación desigual.

Parecen tambores y pitos; pero no, son pasos firmes y chillidos de libertad que nacen de los corazones estrellados en verde y su solemne africanidad. No es un tajaraste festivo, es una marcha de unidad, la que viene embanderada a mostrar su dignidad.

Son los latidos de un Pueblo decidido a ganar su libertad. Son gentes que descubrieron el valor social de la igualdad por sufrir juntos la voracidad de la España colonial y la cómplice clase acomodada local.

Cuando despierta el volcán dormido y chorrea lava hasta el océano, éste la abraza con dulzura hasta hacerla fraguar. Así se engrandece Canarias; como una ampliación de la moralidad internacional o el justo progreso de nuestra única nacionalidad. Así, todos los que enarbolamos la misma bandera, que no somos pocos, somos -también- unidad.

 

Pedro M. González Cánovas




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