Cura de suficiencia
–DAME DE COMER, preciosa -le dije, con mi mejor sonrisa, a la despampanante mesonera.
-Estamos cerrando, precioso -afirmó picándome un ojo, mientras posaba en mi mano un papelito con un número de móvil que resultó ser el de un señor de Murcia.
Daniel Olivera