El profesor Tamames, desde la auctoritas a la amentia pasando por la stultitias
He preferido dejar un par de días de margen para librarme del estupor en que me ha sumido la moción de censura de la fantasmagórica pareja Tamames-Abascal, desdiciendo la tesis de F. Fukuyama del Fin de la Historia, para quien la lucha de ideas se sumerge en un limbo liberal uniforme y feliz. Por el contrario, la pareja voxera nos lleva de vuelta en las etapas más retrógradas y siniestras del siglo que hemos dejado atrás
El Derecho Romano distingue entre la “Auctoritas” y la “Potestas”. La Auctoritas la tienen aquellas personas con capacidad moral para tomar decisiones o aconsejar sobre las decisiones a tomar. No se le impone a nadie. Se acepta, voluntariamente, por la fuerza moral que tiene. Si no hay posibilidades de usar la fuerza para imponer nada, la “autoridad” coercitiva y legal, la Potestas, no existe.
Pensaba, ingenuo que es uno, que el profesor Tamames se había ganado a pulso una cierta Auctoritas como economista de prestigio y, tal vez, incluso, hasta como supuesto marxista. Como, además de ingenuo tengo cierta tendencia masoquista, me metí entre pecho y espalda, un montón de horas siguiendo por TV el Debate de la Moción de Censura del dueto Tamames-Vox. Me sirvió, sobre todo, para darme cuenta de que, además de la Auctoritas y la Potestas hay una tercera categoría en la grey política del Estado, la de “Stultítias” a la que, indudablemente, pertenece el señor Tamames, que debería estar contemplada junto a las dos del derecho Romano.
Corre una frase falsamente atribuida a Churchill que viene a decirnos, en una de sus muchas variantes, que “el que no es de izquierda de joven no tiene corazón, y el que no es de derechas de adulto no tiene cerebro”. A esa “Stultítia” se ha acogido nuestro profesor Tamames, en la misma órbita de su amigo Sánchez Dragó –que apareció en TVE sentado entre los invitados- y otros neojenízaros, como Pio Moa, que han saltado desde una izquierda extrema a la derecha más reaccionaria y cavernícola. Desde luego que nuestro profesor, aunque haya ido progresivamente derechizándose desde el Comité Ejecutivo del PCE carrillista y diputado en las Cortes Constituyentes del 77 -las de la celebérrima “Transición” democrática del franquismo apoyada en el ruido de sables y tedeums de ensotanados- hasta cobijarse a la sombra de los más genuinos representantes del momificado pensamiento del fenecido Caudillo, no es, precisamente, un ejemplo del pensamiento apócrifo de Mr. Churchill. La tragicomedia que ha representado en las Cortes Españolas más bien parece un indicio de que el Sr. Tamames no conserve el cerebro en buen estado. En realidad, no sé si ha pasado de la Auctoritas a la Stultítias o ha llegado hasta la Amentia, como denominaban los romanos al que, en lenguaje paladino decimos que ha perdido la chaveta o, en canario de a pie, que se le ha ido la baifa.
Puede que esa querencia franquista le venga desde muy atrás, desde la época en la que se le creía comunista. Me hace sospecharlo la foto que acompaño en el 1º de Mayo del año 1979 en Madrid, pasada la “Transición” de la que se ha convertido en ardiente adalid. Aparece Tierno Galván, puño en alto, y a su lado el converso Tamames, brazo derecho levantado en saludo fascista. Es probable que, sottovoce, estuviera entonando el Caralsol.
A pesar de su conocimiento de los hábitos parlamentarios tras ejercer en dos legislaturas, obligó con sus gestos y expresión que, a mitad de la intervención del presidente del Gobierno Español, en un gesto inusual, la presidencia de la Cámara cortara su exposición, probablemente pensando que el vetusto candidato presentaba alguna urgencia prostática, para que el digno catedrático reprochara “el tocho de folios” que recitaba el Sr. Sánchez. Cuando le tocó intervenir como aspirante, en un discurso deslavazado y carente de rigor, recalcó su afirmación del mal uso del tiempo que el Reglamento concede al Gobierno con expresiones como, textualmente, “¿Por qué tenemos que hablar tanto para no decir nada?” Reclamando que “tendrán que cambiar el Reglamento de la Cámara y poner tiempos” porque “En una hora y cuarenta minutos hablo yo de la Republica y hasta del Imperio Romano”. No sacó a relucir ese Imperio, pero si el Imperio Español, con Hernán Cortés y su conquista de México y hasta puso a la muy católica majestad Isabel, apeándola del tanto monta con Fernando al afirmar que “mandaba más que el Rey” y poniéndola como modelo de mujer española y del feminismo voxero. Le faltó añadir, como en el himno que nos obligaban a cantar tanto en su infancia como en la mía, en colegios y escuelas, “Isabel y Fernando/ el espíritu impera/ moriremos besando/ la sagrada bandera…”
En total sintonía con sus promotores al sillón presidencial, el otrora intelectual prestigiado Ramón Tamames, se permitió afirmar tajantemente que «La memoria histórica fue un paso atrás y la memoria democrática, todavía más atrás». Claro que el ilustre catedrático emérito no tiene a nadie enterrado en una fosa común, en una cuneta, en el pinar, apotalado en el mar o, simplemente, desaparecido.
Se permite, tras afirmar que “hay una ignorancia de la historia de España” rematar con un taxativo “Dejad a los historiadores la Historia” que él mismo incumple cuando nos intenta endilgar su tesis de que, por las dos semanas que duró la Revolución de Asturias, “1934 fue el comienzo de la guerra civil, eso no se cuenta”. Esto es, la República fue la causante directa de la guerra de España.
Le explica al Sr. Sánchez sus motivos para hacer la payasada de la pseudocandidatura porque “Su Gobierno, como gobiernos anteriores, han sido dominados por la sobrerrepresentación electoral del separatismo” y por ello “Vengo a defender la patria común e indivisible de todos los españoles” y para ello plantea cambiar el sistema de las elecciones generales para evitar la representación de los “separatismos”.
El antiguo marxista hace una defensa a ultranza de la monarquía española porque, según él, “está funcionando y España no es un país fácil de gobernar” con los separatismos y “con 17 autonomías y dos ciudades federadas” y, al tiempo, habla de la vergüenza de Gibraltar, última colonia en Europa. Claro que sus conocimientos geográficos son los heredados del franquismo, en que a los territorios coloniales españoles en África nos han etiquetado como “regiones RUP” y “ciudades federadas” que, vayan ustedes a saber qué coño es eso.
Cuando Aitor Esteban le reprocha equiparar la II República española con el franquismo saca a relucir su radical españolismo “Las dos Españas otra vez. Buscan ustedes la separación. La división”, o con la lengua española hablada por un mogollón de millones de personas en todo el planeta y, sin embargo, «La Generalidad se niega a que se hable el español en Cataluña con el beneplácito de su gobierno, señor Sánchez» y solo con fuertes presiones se logra que, al menos, un exiguo 25% de las clases se den en español.
Patéticamente el vetusto profesor, tras echar en cara las modificaciones en el Derecho Penal con la sedición y la malversación que ha hecho el Gobierno sin el apoyo parlamentario y recetarle cafinitrina a Patxi López afirma, como en la final de los partidos de tenis, su apoyo a su patrocinador, angelitos del cielo, porque “Vox es un grupo que no ha hecho el levantamiento de la sedición ni quitar la malversación para beneficiar a unos amigos. Eso no se ha hecho ni en Hungría ni en Polonia, ni veo que vaya a hacer nada contra la Constitucional”.
Finalmente “lamentando la vuelta a las dos Españas” termina el que califica de “mitin espurio preparatorio de las elecciones que vienen” con la solemne declaración de que «Vengo a defender la patria común e indivisible de todos los españoles». Lástima que Valle Inclán no haya conocido a Tamames. Hubiera sido el personaje perfecto de sus esperpentos, mejorando incluso a Max Estrella.
Bien está que el exmagister Ramón Tamames recuerde la letra del himno universitario Gaudeamus Igitur en la parte que dice “Post molestam snectutem/ nos habebit humus”. Por lo que se ha visto, su desgastado cerebro forma ya parte de ese humus aunque él piense que con esta Moción de Censura tendrá motivos para escribir un libelo que le rente algunas pesetillas.
Me parece triste que una gran parte de los diputados –toda la derecha sin excepción- hicieran patente su “respeto y consideración” a un anciano ególatra y chocheante que estaba prestando su curriculum al grupo más ultra de la derecha hispana sin tener en cuenta, no ya los votos que con ello pueda arrancar, sino su proyección hacia algunas capas de la población, incluida parte de la juventud, que puedan verse atraídas por la imagen de radicalidad y fuerza que intentan representar grupos como VOX anclados en un pasado aniquilador de ideas y libertades.
Francisco Javier González