El turismo, la industria más contaminante
La industria turística en Canarias es una continuación del modelo de saqueo económico mediante el sistema de monocultivo instaurado por el colonialismo: “el monocultivo turístico”. El próximo 20 de abril de este 2024 los anticolonialistas, tanto canarios como de otras naciones, así como las personas concienciadas con los terroristas atentados a la naturaleza y los demócratas en general pisaremos las calles nuevamente demandando un cambio radical en la gestión de nuestro territorio, que incluye nuestras espacios marítimos y aéreos, sin dejarnos engañar por los coyunturales y tácticos “cantos de sirena” del colonialismo y los esbirros a su servicio, de los que no debemos esperar absolutamente nada como no sea su retirada incondicional a sus “cuarteles de invierno”.
Somera historia cuantitativa de Canarias bajo el régimen colonial
Caña de azúcar
El Archipiélago se ha utilizado como terreno experimental para plantación y comercialización de nuevos cultivos. Las experiencias canarias, posteriormente, eran trasladadas a Sudamérica. Este fue el caso de la caña de azúcar. Se trata del monocultivo dominante en la primera etapa de la historia económica de Canarias bajo el sometimiento colonial, coincidiendo su desarrollo con el proceso más fuerte de la colonización (finales del siglo XV hasta mediados del siglo XVI). La caña fue el primer monocultivo sobre el que se volcaron la mayoría de las fuerzas productivas de las Islas, afectando su uso a una gran parte del territorio. La competencia de otras naciones, como Marruecos y Cuba, hicieron que entrara en crisis y dejara de ser rentable su cultivo.
El vino
Tras la crisis de la caña de azúcar se fue introduciendo el cultivo de la viña. El vino tenía menos costes de producción, ya que no necesitaba combustibles y se adaptaba muy bien a las condiciones edáficas del Archipiélago. El vino se exportaba a Inglaterra y América manteniendo, como ocurría con la caña de azúcar, un comercio muy importante con estos territorios. El trueque fue esencial en los intercambios, primero azúcar por obras de arte flamencas –por ejemplo, en La Palma, poseedora de la tercera colección mundial, mientras que el vino se intercambió por productos manufacturados de Inglaterra o por metales preciosos de Sudamérica—.
El ‘impuesto de sangre’
El comercio con las Indias durante los siglos XVII y XVIII estaba condicionado por numerosas restricciones que se implantaban a las mercancías. La más abusiva fue el denominado ‘impuesto de sangre’, un sistema de esclavitud y deportación de canarios y canarias establecido en 1678 y que consistía en limitar la licencia para comerciar con América con la salida obligatoria de 5 familias por cada 100 toneladas métricas embarcadas. Descendientes de aquellas familias son gran parte de la población que vive hoy en Louisiana o Texas.
A partir del siglo XVIII comienza a descender la exportación de vinos debido a diferentes causas. En esta época se extiende el cultivo de la papa, un tubérculo muy habitual en la dieta canaria y que fue traído desde Perú en el siglo XVI . En los tiempos difíciles para la población, la papa salvó de la hambruna a muchos canarios.
El siglo terminó con el ciclo reformista de Carlos III que, con una serie de ‘Reglamentos’, pretendía liberalizar de nuevo el comercio en Canarias. Estas normas, aunque ayudaron a la economía, no llegaron a resolver una situación que ya había entrado en crisis crónica desde la invasión y posterior colonización de Canarias.
La cochinilla y el fin del vino
En el siglo XIX comienza la etapa liberal, surge el espíritu del librecambio y aparece una primera y muy reducida oligarquía dedicada a las actividades comerciales. Las Islas se aprovechan de una coyuntura conflictiva en el continente europeo: Inglaterra entra en guerra con la Francia napoleónica, con lo que el mercado mediterráneo se cierra y los vinos canarios vuelven a exportarse a Inglaterra, alcanzando cotas importantes a partir 1812. Factores como la excesiva oferta y el fin del conflicto armado terminan finalmente con este comercio.
El siglo XIX será recordado, en cuanto a monocultivos se refiere, como el siglo de la cochinilla, un insecto que se cría en las tuneras –chumberas-, y del que se extrae un tinte llamado carmín. En esta época las Islas se llenan con esta especie vegetal traída de América. Como el resto de monocultivos, tras un periodo de tiempo, finalizó su apogeo debido a diferentes causas, como la aparición en el mercado de las anilinas -tintes sintéticos derivados del amoniaco-.
El plátano y el tomate
Avanzado ya el siglo XIX, se aprueba el primer decreto-ley que reconoce las peculiares condiciones del Archipiélago: Ley de Puertos Francos (1852). Esta ley permitía no aplicar aranceles a las importaciones, reducir los impuestos indirectos o crear arbitrios locales. Se produce además un crecimiento demográfico y de la actividad comercial.
El naturalista y cónsul de Francia en Canarias, Sabino Berthelot, hizo traer de Vietnam una variedad de plátano, aunque fueron los ingleses, primera potencia mundial y colonial de la época, los que propongan a los agricultores y empresarios locales el plátano -y, en menor medida, el tomate-, como nuevos monocultivos. De hecho, Inglaterra ha sido el principal inversor foráneo en las Islas, por encima incluso de España y Baleares, sobre todo durante las dos primeras décadas del siglo XX, donde representaba el 71% del total de las inversiones, frente al 4% de las que provenían de España.
Con el tiempo, desde la Administración Estatal, se empezaron a llevar a cabo políticas proteccionistas para la venta exclusiva en España.
El plátano vive en la actualidad una crisis debida a la dificultad para competir con el producido en otras naciones -como es el caso de Brasil-, ya que el canario tiene unos costes de producción mucho más elevados. Algunas opiniones entienden que la producción canaria, dadas sus limitaciones de recursos y territorio, debe especializarse en calidad, sin olvidar la diversificación.
El turismo, la industria más contaminante y dependiente
A efectos pedagógicos, podemos dividir el monocultivo turístico en tres fases, iniciándose la primera a finales del siglo XIX y extendiéndose hasta la década de los 50 del siglo XX. A pesar de su importancia económica, el impacto espacial de esta fase fue muy escaso, ya que se trataba de un turismo de élite para el que se construyeron algunos hoteles y balnearios de lujo. La segunda fase se produce a partir de los años 60 y corresponde al primer “boom turístico” de las Islas. Comienza a extenderse el llamado “turismo de masas” o “turismo de sol y playa”, que no deja de crecer hasta bien entrada la crisis del petróleo que se inicia en 1973, con una nueva expansión. Por último, a mediados de la década que se inicia en 1990 tiene lugar una tercera fase que dura hasta la actualidad.
Peligrosa e interesada economía dependiente. La presión del turismo sobre un territorio frágil, como es el caso de los archipiélagos en general y de Canarias en particular, tiene como principal consecuencia la degradación de la Naturaleza debido a las mastodónticas urbanizaciones con su nefasto impacto sobre el territorio que, obviamente, incluye nuestras aguas marítimas e incluso sobre el patrimonio arqueológico, en su mayor parte vergonzosamente enterrado bajo las urbanizaciones (es emblemático el constructor que soterraba rápido el patrimonio de los Mahos de Titerroygakat antes de que le pararan las construcción en la costa del Rubicón, por cierto, el primer asentamiento del colonialismo en Canarias, siendo la segunda consecuencia la desaparición prácticamente de todo el sector primario, por ejemplo, si analizamos los datos de la estructura sectorial del Productor Interior Bruto (PIB), o sea, los bienes y servicios producidos en Canarias, en 1955, el sector terciario suponía el 51,58% del PIB, siendo la actividad principal el comercio. La construcción, aún no vinculada al turismo, suponía el 6,32%, el sector primario el 27,70 y la industria el 14,74. Veinte años más tarde, en 1975, los servicios aportaban el 67,65% del PIB y ya era el turismo la actividad principal, actividad que tiene la particularidad de tirar de otros sub-sectores como la hostelería, los transportes y las comunicaciones. Si a ello le añadimos la construcción, ahora fuertemente vinculada al turismo, con una aportación al PIB de 10,66%, la dependencia de la economía canaria de esta actividad es peligrosamente elevada: 78,31%.
Causas del declive turístico de Canarias. A partir de 1995 tiene lugar una nueva fase de crecimiento económico asociado a un insostenible auge inmobiliario que en Canarias viene matizado por particularidades como su régimen económico y fiscal. Estos elementos incentivarían, aún más si cabe, un crecimiento del sector de la construcción, que centró una parte considerable de sus acciones en los ámbitos del litoral vinculados a las áreas turísticas de sol y playa, caracterizando un tercer boom turístico-inmobiliario, que ha tenido su mayor incidencia en las islas turísticamente consolidadas (Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote). Todo ello en un contexto en el que las islas superaban, a finales de los años noventa, los diez millones de turistas anuales, así como soportaban un importante crecimiento poblacional relacionado con movimientos migratorios. En medio de este proceso, el pseudo-gobierno autonómico implementó una reformulación de la política turística, anteponiendo el intervencionismo público sobre la regulación. Derivado de éste, se estableció un modelo dual que dio lugar a una importante paradoja. Ésta se definió por la contradicción entre la aplicación de directrices sobre la racionalización del crecimiento de la oferta alojativa turística (moratoria) y la supuesta contención del consumo de suelo, así como sobre la renovación y recualificación de las áreas turísticas consolidadas, y la aplicación de medidas que han incentivado la implantación de infraestructuras vinculadas a un también supuesto turismo de mayor calidad, así como la permisividad en la expansión del uso residencial en estos ámbitos (aunque la propia legislación autonómica cita su incompatibilidad), lo que ha supuesto una continuidad del crecimiento de la urbanización. En este sentido, la redirección de las políticas públicas en materia turística en Canarias, lejos de contener el proceso urbanizador, llevó a una redirección del mismo, originando un crecimiento que sólo se ha visto frenado una vez alcanzada la crisis internacional de 2007, con la consiguiente reducción de la rentabilidad de lo inmobiliario, iniciándose un insostenible ciclo expansivo que culminó en el año 2017, con casi 16 millones de turistas que, afortunadamente, ha entrado en declive aunque aún con cifras de 15.5 y 13.3 millones de turistas en los años 2018 y 2019, respectivamente, declive que algunos atribuyen a la recuperación de los países mal denominados competidores (Túnez, Marruecos, Egipto y Turquía) en vez de a las verdaderas causas que no son otras que el rechazo de nuestros visitantes debido a las horrorosas urbanizaciones, sin estética alguna, en los eriales sureños del archipiélago y los incontrolados vertidos al océano de aguas residuales sin tratar que los propios hoteles realizan con el beneplácito e incluso la complicidad de quienes tienen la responsabilidad de protegerlo, hoteleros y pseudo-políticos que, insultando la inteligencia de nuestros visitantes, ni en sus peores pesadillas soñaron que los mismos pudieran llegar a asquearse de venir a bañarse en sus charquitos de mierda a los que, sin ponerse colorados ni nada, prefieren denominar “microalgas”.
En conclusión, es urgente la recuperación de nuestro abandonado sector primario, para lo que es imprescindible recuperar nuestra arrebatada independencia, sin la cual no es posible la tan cacareada soberanía alimentaria, ni siquiera energética, haciendo caso omiso a “las 7 plagas de Egipto” que, según el régimen monárquico y colonial, nos caerán si osamos romper sus cadenas, plagas entre las que destacan especialmente dos, “de qué vamos a vivir” y el miedo al moro, mientras nuestras población, sobre todo la más joven, sigue siendo desplazada fuera de nuestra patria, Canarias, ante la lacra social, la miseria generada por una economía extractiva que se lleva fuera de Canarias la mayoría de los más de cincuenta mil millones que general el PIB, sin contar una cuarta parte de economía sumergida, por lo que rogamos encarecidamente a nuestras generaciones más jóvenes que, lejos de emigrar, retornen a nuestra patria y luchen sin cuartel hasta el infinito y más allá en defensa de sus justos y legítimos derechos.
Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario (MPC)
Foto de cabecera: El País Canario
Todo esto guarda una cierta analogía con el continente africano, donde la «cultura» occidental lleva siglos sobreexplotando los recursos del continente, no sólo provocando el fin de la existencia de dichos recursos, sino, provocando también las guerras por el control de las explotaciones y la consiguiente hambruna del pueblo, que es, en definitiva, quien sufre las consecuencias, como siempre. Canarias no es ni ha sido tan diferente en este sentido, también somos una colonia que ha visto a lo largo de los siglos como se agotan nuestros recursos naturales, se pretende continuar ordeñando una teta ya casi seca con este modelo de turismo y, que, como todo, también tiene un límite. Lo que no tiene límite es la codicia humana, y si no nos movemos, adiós Canarias, adiós África y adiós planeta.