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“Emociones”, ópera prima de Álvaro Rodríguez Pérez

El pasado 17 de mayo en la Casa Museo Los Sabandeños, La Laguna, Tenerife. Presentamos Emociones, un libro de poemas de Álvaro Rodríguez

Alabo a los héroes

no son de oro, plata, bronce.

Tampoco Hércules, Aquiles, Eneas.

Son tiernos

victoriosos

angelicales

la lluvia de la mañana

el pinzón azul del Teide

la dulzura del húmedo jardín

el besar los pies al duende

donde flotan los querubines del ayer…

Desde joven a Álvaro Rodríguez Pérez le gustaba escribir relatos, poemas, leer a Octavio Paz, Luis Feria, Walt Whitman, Pedro García Cabrera. La poesía siempre ha estado en su pequeño diario, en sus reflexiones, en sus pensamientos íntimos. Y hoy nos presenta su ópera prima: Emociones. Un libro que procesa la realidad a través de los sentidos, le da voz a los afectos, crea mundos poéticos, reflexivos.  Una escritura directa y sencilla que prescinde de grandes adornos y retóricas. Nos deja en sus versos parte de su universo onírico, lo que concierne a los paisajes físicos o humanos. 

La obra que hoy tenemos en nuestras manos se compone de casi un centenar de poemas agrupados en siete emociones: Sensualidad y Belleza, Libertad, Plenitud, Alegría, Temor, Amistad, Amor y Tristeza. Y dentro de ellas están: La luz y la oscuridad, la tranquilidad y el miedo, el sueño y la vigilia, los símbolos y los mitos, la gratitud y el alma, la defensa de las libertades, la búsqueda de la belleza y los sentidos del corazón.

Y entre palabras y palabras, el poeta me confiesa: “Escribo sobre las emociones que me transmiten un instante vivido, un recuerdo, el sufrimiento de alguien, el dolor de la sociedad, las alegrías, el amor”.

Álvaro Rodríguez nació en la isla de La Palma, en Breña Baja, desde un lugar en que respira el dulce olor de los árboles y la brisa del mar, un lugar donde se originan indagaciones de la existencia, de cada emoción, del estímulo de la vida humana, de la evocación de los aromas a la imagen de los lugares que no son solo una foto turística. Al pasado de ese niño que hoy poeta transciende lleno de recuerdos que brotan como lavas, como secretos:

Nací en el mar

quizás en tierra

eso no lo recuerdo

viví cerca de los tarajales y los lirios.

La poesía se le ofrece al poeta como una forma necesaria de volver a lo que ya es memoria, a ese tiempo mágico en que todo brilla, los sentidos se excitan y el instante es prodigioso. Escuchemos la última estrofa del poema titulado: La hora bruja:

No, no te arrepientas amor

el instante ha merecido la pena

la levedad de nuestros seres ha intimado

y la luz ha corrido por mis venas

como rayos tronados por Saturno.

Nada está en el cerebro que no esté primero en los sentidos. Las emociones las imprimimos, siempre están ahí, están antes de tener uso de razón, aunque no son nunca idénticas: están condicionadas por el momento en que se viven y se expresan. Y de estas emociones Álvaro Rodríguez nos remite a un poema y a otro y a otro, a una voz, una contemplación, una creación. Nos remite al enigma de la memoria, de las ausencias acunadas por el dolor. A esa memoria de su tío y de sus abuelos, a la belleza de sus rostros surcados de profundas arrugas, a la sabiduría de Petronila y Celedonio, seres que derribados por la muerte permanecen vivos en sus versos:

Aquel hombre

sostuvo una lucha constante

y diabólica durante diez años

sin asistir a la luz del sol

en una habitación sin vistas

en una oquedad sin nombre

en una oscuridad eterna.

Una vez asomado, yo

a una rendija de la puerta verde

roída por el tiempo

lo vislumbré. Estaba ansioso

lleno de desconsuelo fulminante

triste como una magnolia de aceite.

Sus manos temblorosas

corrían en busca del olor

de la fragancia (Varón Dandy)

que su madre había escondido allí,

en el tocador

hacía cuarenta años.

Aquel acorde cítrico

momento a momento lo extasió

pero tuvo que volver a su encierro

para nunca jamás salir.

Todas las mañanas lo recuerdo

era mi abuelo Celedonio

y su fragancia

me persigue,

recorre mis entrañas

y fluye como un pasado incierto

que toda la familia quiere olvidar.

A veces, Álvaro se deja atrapar por ese soplo de la ensoñación que excita la imaginación de los poetas, los pintores, los cineastas, los músicos, los artistas y, lo hace con una poesía transparente llena de términos cotidianos y de entusiasmo a una naturaleza como metáfora que impulsa la subida de la savia por los troncos enamorados:

… Ese embrujo surgió un instante,

un segundo, un eterno minuto

retorcida, agitada, compartimos el amor. Preñamos los bosques

llenándolos de sabinales

el verdor recorrió

nuestra tierra seca y llena de cicatrices…

Rodríguez Pérez estudió pedagogía en la Universidad de La Laguna. Ha publicado en el periódico El Día, en la revista Cultural Tamasma. Ha sido después de su jubilación cuando ha iniciado su participación literaria en Voces de mar, la casa del Parque, Abrazos a Benahore; una antología poética publicada por Abra Canaria Cultural, a beneficio de los damnificados por el volcán de la Isla Bonita, La Palma. Participa en tertulias poéticas: Alisios de verso y prosa, Luis Feria, Hespérides, en revistas, periódicos digitales, redes sociales. Por lo que podríamos decir que no es un poeta de vocación tardía, aunque como decía Antonio Machado no es decisiva la fecha de nacimiento, porque lo importante es la vida.

El libro Emociones, está editado por Ángel Morales García y lleva una preciosa portada de Celestino Mesa. Amenizó el evento, con gran júbilo, el cantautor Luis Almeida. 

Emociones de Álvaro Rodríguez Pérez es un libro cercano que ahonda en el ánimo de quien convierte su mirada en palabra, en poesía, en poemas de sensaciones, pasiones y esperanzas, fantasías y realidades, instantes y emociones. Un poemario escrito en tiempos de desánimos e incertidumbre. Un libro al que le deseo un largo, largo recorrido. ¡Felicidades!

 

Rosario Valcárcel, poeta y narradora

 

 

 

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