Poesía

Guerras

Detestadas por todos,

evitadas por nadie.

¡Que se desvistan de odio!

¡Que tiren sus uniformes

y sus odiosas armas al suelo!

¡Que se rindan todos,

y todos al mismo tiempo!

¡Que se pierdan las fronteras,

y los límites…

y las codiciadas millas pesqueras!

¡Que caigan los escudos y las lanzaderas…

y el medieval foso,

y la aborigen defensora piedra

y el conquistador arcabuz, y el despeñarse por las laderas

al valiente grito de Atis Tirma

contra tan cobarde guerra!

¡Que dejemos de llamar victorias a las matanzas

de gente inocente en su propia tierra!

Démosle su justo nombre:

abuso de poder,

crimen organizado,

miserable negocio de vidas ajenas,

quita de una vez el eufemismo ¨guerra¨

y di lo que es,

lo que representa:

el fracaso de las palabras

los levanta en armas

y exhiben impúdicos

sus innobles intereses, disfrazados

del bien común o de la causa justa

para llenar sus arcas selectas;

y el proletariado,

uniformado para disimular la tristeza

de ser un asesino a sueldo,

de disparar, abducido miembro de la ruin secta;

de ser un sicario,

multiplicado fabricante de dolor y de tristeza

de ser un ejecutor,

sin rostro,

sin cara,

sin nombre,

para que ni sus hijos ni sus nietos,

los reconozcan autores de genocidios viles,

de cruentas matanzas.

Hacedores del infierno en la tierra

con vómitos diarios

de lágrimas insondables e incurables

que eternizan las arcadas nauseabundas

de la muerte constante y ligera.

Gente sin alma, con armas;

armados y desalmados,

vacíos del remordimiento

de esas ejecuciones grises y alienadas,

innombrables

y no nombradas;

repletas de víctimas desconocidas

y deshumanizadas.

¡Oh crueles y terribles guerras!

Invento malvado

que abandera

tristes; y

desafortunadas; y

manipuladas; y

tergiversadas; y

difundidas mentiras,

repetidas

hasta el infinito y

hasta la saciedad,

en aras de una justificada verdad

que nunca llega.

Mentiras adornadas con sangre,

ocultadoras de pingües réditos.

Guerra, War, Guerre…

Impronunciable palabra,

innombrable vocablo,

¡Te maldigo sin nombrarte,

y te desaparezco de mi imaginario, de mi vocabulario,

te despojo así de tu significante

para dejarte vacía de significado; palabra

carente de útero materno!

¡Te rechazo,

y te niego,

y te negaré tres veces,

en el Teide,

en los altos del Golán,

o en el Calvario;

traicionándote siempre!

¡Para desaparecerte guerra!

¡Para que la ignominia y el olvido te cubran y te entierren!

¡Y la savia nueva

no te conozca,

ni te reconozca!

¡Y siempre pierdas,

y te pierdas para siempre!

 

 

Rosa Elena Pérez Ledesma

 

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