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La Palma. El Pendón a la vitrina

“Ningún pueblo que tenga un poco de dignidad y orgullo de sus raíces y su cultura celebra su humillación y sometimiento”

El tres de mayo de 1493 termina la conquista de La Palma Alonso Fernández de Lugo, fijosdalgo español venido a menos, elemento sin escrúpulos, extorsionador, vil traidor a la palabra dada y depredador de culturas aborígenes. El gran negrero no dudó en vender en Andalucía como esclavos a 25 jóvenes naturales de La Palma, que, en representación de los aborígenes de los bandos de paz, “perdonados” por la Iglesia, fueron enviados a jurar “lealtad” a los Reyes Católicos.

Igualmente, en Tenerife, vendió y traficó hacia España e Italia con guanches como botín de guerra, y comenzó una política de exterminio de “los colaboradores indígenas”, expulsándolos a La Gomera y enviándolos al África (Berbería) a cazar esclavos pues ya escaseaba la mano de obra para sus plantaciones de caña de azúcar en la isla. Necesitaba resarcirse pronto de los gastos que le había ocasionado la conquista. Por sus muchos abusos, los Reyes Católicos lo sometieron a Juicio de Residencia, igualmente que al sanguinario Rejón en Gran Canaria. Casó el Adelantado con la gran dama goda, “Joya” de la Corona, Beatriz de Bobadilla, viuda de Hernán Peraza el Joven y condesa de La Gomera por la gracia de su majestad Isabel I, que así se la quitó de en medio, por sus andanzas de alcoba con Fernando.

Los Peraza habían pedido plagas a La Palma -recogidas en unas endechas-  por la muerte de su hijo Guillén, de una pedrada benahoarita en el cantón de TIJUYA, en una de sus incursiones desde La Gomera para llevar a cabo una razzia en la antigua Benahoare.

Una vez culminada la dominación castellana de La Palma y ahogada toda resistencia indígena, Alonso Fernández de Lugo en acto público; rodeado de la soldadesca y los frailes, dio gracias a los Reyes de Castilla y a Dios por el negocio o beneficio obtenido.

Precedido del Pendón de Castilla y de la Cruz (que siempre acompañó a la espada y el arcabuz, en el “convencimiento” de los benahoaritas, de que tenían que obedecer a la “superior cultura europea”), comienza esta representación teatral medieval (en pleno Renacimiento) de la procesión del pendón, con el alférez mayor y arropado de arcabuceros, piqueros, ballesteros, etc.

Esta procesión del Pendón Real, no la hace el conquistador por cuestiones de fe religiosa sino para que todos tuvieran muy claro quién detentaba ahora el mando, el Poder.

Los que portan el pendón y sus acompañantes son el poder por la fuerza de las armas, están en posesión de la verdad, vidas y haciendas y se repartirán las mejores tierras, aguas y rebaños de sus vasallos y, además, están santificados por la Iglesia oficial. Los que miran desde las cercanías deben hacerlo con evidentes muestras de respeto y sometimiento (con reverencia) a las autoridades y al pendón. Si no lo hacen así el alguacil le aplicará la vara. Los restos de la sociedad aborigen y algunos siervos y artesanos traídos por el conquistador que asisten al acto asustados, perplejos, pisoteados, deben “saber” que deberán trabajar y obedecer al conquistador.

En pleno siglo XXI, la representación de este drama medieval es ridícula, fuera de lugar, antihistórica, por dogmática y falta de ética; antiestética, farsa vil disfrazada de tradición.

En democracia y, ahuyentados los demonios históricos inquisitoriales, no hay por qué exaltar pomposamente lealtades a la corona, españolidades y gallardías de gallardete y pica goda. Los ediles y consejeros han sido elegidos en democracia por el pueblo soberano y no han sido puestos a dedo por regidores perpetuos. A nadie se deben favores…

Ningún pueblo que tenga un poco de dignidad y orgullo de sus raíces y su cultura celebra su humillación y sometimiento

En épocas pasadas, se siguió celebrando por miedo a inquisidores, veedores, oidores, pesquisidores y algún lengüín, traidor a su isla, que llevase el chivatazo a Madrid.

Hoy, en democracia, cuando esta farsa ha sido suprimida por las autoridades democráticas en la mayoría de ciudades canarias, nuestras autoridades palmeras continúan, sin embargo, haciendo el ridículo, cada vez más solos. En Gran Canaria, por ejemplo, no se celebra desde hace años tal pendoneo. Se celebra una misa en recuerdo de los que murieron en aquel choque de culturas y en paz.

Debemos parar tanta fanfarria oficialista, aburrida, vulgar y obsoleta impropia del siglo actual. Trabajar por una nueva cultura: participativa y democrática, crítica y creadora de trabajo. Una cultura y unos actos que representen a un pueblo joven, mayor de edad, y comprometido con el porvenir de su tierra. El pendón es un elemento más de la rica historia de nuestro pueblo laborioso, pero es el elemento más negro y nefasto, y debe estar en su justo sitio. No quemado como en su día hicieron los inquisidores con las ideas, libros y personas progresistas que en cantidad honran de verdad a nuestra ciudad y nuestra isla y que nuestras pomposas autoridades a menudo olvidan para nuestra vergüenza.

Sin pendones (o con el pendón en la vitrina), la vida en Santa Cruz de La Palma, sería más natural y sincera, alegre y participativa, sin tanta representación dramática. Una ciudad menos rígida y oficialista, abierta a sus barrios y no enquistada en la “calle Real” y sus instituciones culturales, al servicio de una minoría gobernante demasiado endogámica y autocomplaciente, anclados en el pasado.

Con la venia, señorías, “no se comporten como vasallos, el pendón a la vitrina”, que da vergüenza ajena verlos a todos adorando al pendón en su traslado desde el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma a la Iglesia de El Salvador cada 3 de mayo. Es un agravio hacia nuestro ser palmero ensalzar el atropello y exterminio del pueblo indígena.

Por el Secretariado Insular del STEC-IC

Álvaro Martín Corujo

José Luis Hdez. Martín

Tedote, primavera del 2023

     Canarias, 24 de abril de 2023

 

Fuente: https://elapuron.com

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