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Los del “no a todo”

Sara Hernández, portavoz de Drago Canarias en La Palma

Existe un grupo de personas en La Palma: empresarios, presidentes de asociaciones relacionadas con el turismo, conductores de programas de radio y opinólogos en general que constituyen un bloque monolítico de opinión con el que es imposible razonar o dialogar.

Hace un par de semanas tuve el placer de participar en una agradable – en su mayoría – y enriquecedora tertulia sobre el turismo en la isla de La Palma. Y puntualizo “en su mayoría” porque hubo una intervención completamente fuera del tono conciliador y dialogante del encuentro por parte de un representante del empresariado turístico palmero.

Tras una interesante introducción liderada por el director de la Cátedra de Agroturismo y Enoturismo de la ULL, Carlos Fernández, hablando sobre la imposibilidad de abordar el tema turístico sin tomar en consideración su impacto en el consumo de energía y recursos, o la generación de residuos y contaminación, yo intervine comentando que obviamente, aparte de tener en cuenta esos factores materiales, para mí el tema central de todo el debate del modelo turístico debían ser las personas, ya que está más que demostrado que el modelo implantado en Canarias hasta ahora ha estado sustentado en trabajos precarios que nos han llevado a tener uno de los niveles de pobreza y exclusión más altos del Estado.

Ante este comentario, el empresario arremetió en un tono poco amigable con un “me gustaría saber qué es empleo precario”, y prosiguió con la retahíla de clichés anti-ecologistas de siempre, pero que últimamente se están lanzando con mayor beligerancia por parte del grupúsculo que nombraba al principio: que, si somos los del “no a todo”, que no pensamos en las personas, que no queremos progreso, etc.

En situaciones como esa pienso que no merece la pena perder el tiempo en intentar razonar con personas que no te quieren escuchar.

Como esta persona abandonó la tertulia antes de que llegara mi turno de réplica, dejo por aquí (por si le llega), una definición y algunos datos sobre el trabajo precario, aunque en su posición, creo que debería ser el primero en saberlo.

El trabajo precario se caracteriza por la carencia de seguridad en el empleo, salarios más bajos, protección social limitada y pocas prestaciones o ninguna.

Según un estudio sobre la precariedad laboral en la hostelería española llevado a cabo por la Doctora en Análisis de Problemas Sociales Gema Martínez-Gayo (Investigadora también en el centro independiente de investigación en turismo desde perspectivas críticas, Alba Sud), el sector muestra características claras de precariedad como la elevada temporalidad, la intensificación de los empleos a tiempo parcial, el elevado uso de las horas extraordinarias no remuneradas y la persistencia de unos bajos salarios.

Me parece insultante que la élite empresarial se empeñe en cerrar tan fuertemente los ojos para ignorar una realidad que afecta cada vez más a un mayor número de personas trabajadoras de su sector. Una realidad constatada informe tras informe que revela cómo la dependencia extrema del turismo está haciendo que nuestro archipiélago sea cada vez más pobre y sufra de más problemas de salud mental, ya que, según advirtió hace poco más de un mes el Observatorio de Derechos Sociales de Canarias, el aumento de este tipo de trastornos en personas empleadas en el sector servicios es alarmante.

Los empresarios de la hostelería deberían entender que, si la viabilidad de su negocio depende de la explotación laboral y de no cumplir con los derechos laborales, entonces es que no es un negocio viable.

Aún así en estos ámbitos es prácticamente un dogma de fe que el turismo es la única salida. “Industria, ¿qué industria?” comentó también el empresario con cierta mofa, dando a entender la imposibilidad de desarrollar un sector industrial en la isla, autoproclamando pues el turismo como la única alternativa viable para La Palma.

Tanto esfuerzo que ponen en meternos a todas las personas que somos críticas con el sector en el mismo saco de “las del no a todo”, intentando situarnos como las culpables de la parálisis de la isla, en el fondo son ellos mismos los que, generando un relato falaz de “o lo suyo o nada”, llevan décadas sumiendo a la isla en una profecía autocumplida de vernos como sociedades incapaces de generar una actividad económica emancipada del turismo. Y de aquellos polvos, estos lodos.

Este bloque monolítico demuestra constantemente la poca o nula predisposición a escuchar otros discursos, ya que ante cualquier crítica y como una batería de argumentos aprendidos, lanzan uno a uno los mantras obedientemente repetidos en tertulias, editoriales radiofónicas y eventos varios organizados para seguir forzando un imaginario colectivo que rinda pleitesía al intocable turismo, de manera que políticos y empresarios puedan seguir proyectando un modelo de isla donde los beneficiados sean los de siempre, y los damnificados, cada vez más.

Y creo yo que quizás los del “no a todo” sean ellos, los que, empeñados desde hace décadas en su puñado de “proyectos estructurantes” (proyectos nada diferenciados de lo implementado en otras islas, y que no ponen en valor lo que realmente nos distingue de cualquier otro lugar) han forzado el aplazamiento sine die de la generación de nuevas actividades creadoras de mayor valor añadido y de mejores condiciones laborales.

Quizás los que evitan el progreso sea esa élite palmera, obcecada en un modelo caduco, generador de desigualdad, extractivista en recursos y centrifugador de talento.

Pero la ciudadanía palmera, cada vez más precarizada, harta de no poder llegar a fin de mes, de que la cesta de la compra sea más escasa costando lo mismo, o de no encontrar alquileres o trabajos dignos, está dándose cuenta de que algo falla si lo que se propone para salir del pozo desde las posiciones de poder (político y económico) es este modelo que lo único que ha hecho en el archipiélago es traer cada año récords en turistas de la mano de récords en pobreza y exclusión.

A los palmeros y palmeras ya nos huele a rancio el mismo discurso de siempre, cada vez más vacío de propuestas y más lleno de desesperación por no perder los privilegios construidos con el sudor y el esfuerzo de otras.

Sara Hernández

 

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