Podemos y Sí Se Puede dejan sola a Cataluña
La ambigüedad calculada ha precedido todos los movimientos de los “expertos en significantes vacíos” en sus análisis del Procés catalán y del Referéndum de este 1 de octubre. Ahora hablan de “gestionar el día después”, como si lo que pase a lo largo de las próximas horas no tuviera ningún interés. En su desesperación por conseguir devolver la “centralidad” política a Madrid y a ese pretendido proyecto que ha terminado siendo un fiasco para las grandes mayorías que se lo creyeron, Podemos y sus filiales han dejado sola a Cataluña.
La retórica taumatúrgica solo factura encantamientos pasajeros. Lo único que perdura -lo único que queda para un pueblo que ha decidido tener memoria- es el dolor, que deberá ser, inefablemente, ritualizado. A Cataluña le queda resistir, mientras la “vanguardia” de la izquierda española mira hacia otro lado, corteja al PSOE o da “vivas” a la Guardia Civil en el Congreso de los Diputados.
Cataluña se enfrenta a la que puede ser la represión más brutal que haya sido orquestada en los últimos 30 años. En un momento como este no caben ni las equidistancias ni los juegos de artificio. Lo de Zaragoza no fue otra cosa que un intento de robarle el protagonismo al civismo catalán, que ha demostrado mayor capacidad para articular eso que los malabaristas de Podemos sacralizaron con la palabra transversalidad.
El Procés catalán, asumiendo todas sus contradicciones, con toda su carga transversal, se ha convertido en el único movimiento de cambio real en el Estado español. La verdadera transformación de la realidad que puede mandar al vertedero de la historia a esa España violenta y apocalíptica que nació del dolor, la venganza y el martirio.
Las organizaciones del cambio -Podemos, Sí Se Puede o Izquierda Unida- han ejercido de partidos de orden, de partidos españolistas al servicio de una escolástica del orden que pretende se inmutable, al servicio de la Corona y en contra de las grandes transformaciones, en contra de forzar contradicciones y de movilizar a las masas. Cataluña -el republicanismo catalán- le ha pasado por la izquierda a ese reformismo empeñado en ser política espectáculo. Cataluña se convierte en la trinchera de los pueblos, la trinchera de todos los que luchan, de los oprimidos, de todos aquellos que anhelan virar esta y aquellas otras tierras contra todas las infamias, el verdadero rompeolas de todas las malditas Españas y la última alternativa de despojarnos de todo ese legado de terror que nos dejó en herencia la dictadura fascista. Cataluña es la última oportunidad de despojarnos de las cadenas que llevamos arrastrando estos últimos 40 años de infamia.
¡¡¡Visca Catalunya Lliure!!!