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Quieren quitarme el río, pero… ¿Acaso el río es nuestro?

Sara Hernández, portavoz de Drago Canarias en La Palma

Puedo decir con total convencimiento que el nuevo disco de Bad Bunny y, sobre todo, el efecto que está teniendo, es de lo mejor que ha pasado en este oscuro y larguísimo enero que al fin acabó.

Y esta afirmación puede resultar superficial si te quedaste en el prejuicio del “reguetonero que no sabe cantar”, pero a poco que le dediques un par de escuchas al disco —a mí ya me conquistó con la primera vez que llegó a mis oídos ese “quieren el barrio mío y que abuelita se vaya”— te das cuenta de lo poderoso de una obra que no solo pone en valor la identidad cultural de todo un pueblo, sino que desborda un orgullo de pertenencia brutal que hace que por las venas te corra un fuego que te hace gritar bien fuerte ese “¡de aquí nadie me saca!”.

Creo que no somos conscientes del impacto que puede tener en un futuro no muy lejano que a personas que nunca habían ni siquiera pensado en asuntos como la gentrificación o la turistificación —ambas manifestaciones del neocolonialismo que compartimos territorios insulares como Canarias, Hawaii o Puerto Rico—, ahora sean estos temas los que estén ocupando sus conversaciones de sobremesa con la familia o en la pausa para el café en la oficina.

Y da la casualidad que este hype con Benito me ha coincidido estudiando en mi tiempo libre acerca de la historia de la propiedad del agua en La Palma, y me está siendo imposible no conectar todo el rato en mi mente los procesos coloniales que vivieron nuestros antepasados y los neocoloniales a los que nos enfrentamos ahora.

Para quien no haya tenido la oportunidad de aprender sobre nuestra historia de colonización —que, tristemente, somos la mayoría—, resumo brevemente: tras la conquista de La Palma, los colonizadores se apresuraron a repartir las tierras —pero sobre todo el agua— con el propósito de integrar a la isla en el próspero mercado del azúcar ya instaurado en Gran Canaria.

Así, el control de los recursos hídricos quedó en manos de un reducido grupo de terratenientes y comerciantes, quienes, al gestionar el acceso al agua necesaria para los ingenios, consolidaron un sistema de poder que condicionó la estructura socioeconómica insular durante siglos.

Al revisar unas notas que tomé tras leer el maravilloso trabajo Los heredamientos de aguas en La Palma de la historiadora palmera Ana Viña Brito, hubo una en especial que no pude evitar enviar a mis amigas con la pregunta “¿siglo XVI o siglo XXI?”.

La nota rezaba así: “el agua se utilizaba como herramienta de control político, ya que quien dominaba los recursos hídricos también controlaba las decisiones económicas y sociales de la isla”. ¿No les parece increíble que, cinco siglos después, nos resulte tan contemporánea esta afirmación?

Ver a tantos canarios y canarias sintiendo tan suyos esos versos de Lo que le pasó a Hawaii me llevó a reflexionar acerca de que, en el momento actual, son igual de importantes las conversaciones sobre los efectos del neocolonialismo —fenómeno en el que países y empresas explotan territorios y recursos, imponiendo valores y estructuras de poder para maximizar ganancias y perpetuar desigualdades, expulsando a las personas y destruyendo la identidad de las comunidades— como las conversaciones acerca de nuestra historia colonial, de la que beben directamente muchos de los problemas enquistados que sufrimos en la actualidad.

Porque… ¿Cómo vamos a defender nuestro río si el río nunca fue nuestro?

La Ley 29/1985 de Aguas estableció en 1985 uno de los pilares del sistema jurídico español sobre el recurso hídrico: que el agua es un bien de dominio público. Esto significa que el agua no es propiedad privada, sino un bien común que pertenece a toda la ciudadanía.

Por su parte, la Ley 12/1990 de Aguas de Canarias reafirmó esta condición estableciendo que “el agua es un recurso escaso y valioso en Canarias […] que debe estar subordinada al interés general […] promoviendo la preservación de los ecosistemas dependientes del agua, y fomentando el uso racional del recurso en todas las actividades económicas”.

Casi 35 años después de esa ley, da igual a quién preguntes en La Palma: el agua sigue siendo privada. Parece que vivimos en un limbo legal donde quienes tienen que velar por este derecho miran para otro lado dejando hacer y deshacer y, lo más grave, permitiendo que se malgaste y especule con un recurso que es de todas, y que es cada vez más escaso.

Comunidades de regantes que sufren restricciones e incluso cortes en verano mientras el hotel que linda con sus parcelas sigue llenando sus piscinas y regando sus numerosos jardines. Otras que no promueven el ahorro en invierno, para poder así especular en verano, o a las que les da igual que tires el agua mientras la hayas pagado. Que haya una disminución del caudal de los nacientes de Marcos y Cordero de un 68 % en quince años y que nadie se plantee que quizás proteger nuestro preciado ecosistema de laurisilva sea más prioritario que regar plataneras. Proponer la desalación como solución mientras no sé cuántos explotadores del recurso hídrico siguen negándose a poner tranques en sus galerías.

Cero sanciones. Cero repercusiones.

¿Se puede considerar esto un uso remotamente racional? ¿Actúan las autoridades competentes como si el agua fuera un bien común? ¿Serán conscientes de las consecuencias sociales y ecológicas de esta clara dejación de funciones?

Como para la mayoría de problemas que nos atraviesan como sociedad, y más aún con cuestiones que tocan privilegios “históricos”, no veo una solución fácil ni rápida a esta situación, y menos con un tema que ha tumbado gobiernos y provocado verdaderas guerras. Pero creo que ser conscientes de nuestros derechos y conocer de dónde vienen esos privilegios que contribuyen a que nuestra sociedad sea cada vez más desigual es un buen primer paso. Luego, ya podrá venir lo de exigir responsabilidades.

No es baladí que Bad Bunny en este “álbum protesta” incluyera en cada uno de los visualizers de Youtube breves píldoras de historia acerca de la colonización de Puerto Rico, las revueltas campesinas, la bandera, la invasión estadounidense, la represión, la lucha feminista o la lucha por la independencia.

El poder de un pueblo que conoce su historia es incalculable. Solo al entender de dónde venimos podemos despertar esa llama que nos impulse a recuperar lo que nos pertenece y a luchar por proteger nuestro territorio, nuestros recursos y nuestra identidad.

Sara Hernández

portavoz de Drago Canarias en La Palma

2 comentarios en «Quieren quitarme el río, pero… ¿Acaso el río es nuestro?»

  • En tus últimos artículos publicados en estos meses (alimentación como acto político, gordofobia y ahora Bad Bunny, entre otros), veo cómo te alejas cada vez más de la denuncia social de la calle, te veo completamente desconectada de la ciudadanía. Si tus artículos fueran de opinión como persona individual, pues claro que los encuentro interesantes, pero en este caso, firmas como portavoz de Drago Canarias en La Palma, por lo que en mi opinión, y habiéndote presentado a las ultimas elecciones, falta algo de oposición como hacen tus compañeros de otras islas. Por ponerte un ejemplo claro, la asociación Mesa de la Mujer Rural La Palma ha presentado alegaciones contra el proyecto de la carretera entre El Remo y La Zamora, ellas en su tiempo libre han estudiado el proyecto y ven un claro perjuicio para los palmeros. Por lo que puedo leer de tus compañeros de otras islas, que también sigo en redes sociales, muchos hacen también esa labor, incluso con cosas mucho más banales pero que afectan a la ciudadanía diariamente, dándolos a conocer y proponiendo soluciones en algunos casos. Te invito a ir más a las asociaciones donde se debaten cuestiones simples pero importantes para todos, como puede ser, preocuparse por que las calles sean accesibles, porque no falte iluminación en las mismas, porque se establezcan más ayudas para las familias que no llegan a fin de mes, porque en los colegios se instaure el desayuno comunitario para los que muchos niños con pocos recursos pueda comer algo de fruta al día, y tantos tantos asuntos banales del día a día que facilitan y ayudan al palmero.

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  • Muchas gracias por seguir abriendo conversaciones sobre los problemas que nos afectan como habitantes en esta isla. A diferencia del comentario anterior, creo que expones con muchísima lucidez un tema que pocas personas se atreven a denunciar. El caciquismo con respecto al agua es un problema que, como mencionas, se remonta a nuestro pasado colonial y que hoy sigue siendo el gran intocable. Ver a una portavoz de un partido político hablar con esta elocuencia y frescura, me esperanza. Gracias por la valentía, Sara.

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