Creer en un Estado laicista es proponer que el poder político no diferencie entre los ciudadanos por su creencia religiosa. Ninguna religión es discriminada, ni positiva ni negativamente. Esto no tiene nada que ver con el ateísmo o el agnostismo, se trata de la separación de poderes y de vetar la influencia religiosa en la sociedad, para que ninguna persona se sienta excluida por las particulares interpretaciones religiosas.
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