¿Qué entendemos por Arqueología Social?
“Se hace imprescindible reivindicar el papel de la arqueología social, precisamente debido al lamentable estado del propio objeto de estudio y muy en particular como consecuencia del enfoque predominante en el ámbito académico e institucional desde el cual hay sectores hegemónicos que se arrogan el papel de legítimos “guardianes” del conocimiento en la materia por más que sus conclusiones y teorías se popularicen en publicaciones editoriales de largo alcance”
La ciencia arqueológica, como tal, se centra en el estudio de la materialidad observable proveniente de las sociedades que habitaron un territorio concreto en el pasado. Si bien los conocimientos de cualquier ciencia social deberían estar abocados al enriquecimiento cultural de la sociedad que desarrolla dicha actividad de estudio, no siempre se produce esta recompensa. Lo cierto es que es gracias a la propia sociedad en la que se gesta la disciplina de estudio – y muy particularmente en el caso de Canarias, en donde la arqueología bebe eminentemente del saber popular y más particularmente de la oralidad transmitida de generación en generación- que la dicha actividad es capaz de partir de un corpus inicial, que luego habrá de ampliarse y afianzarse a través de un marco teórico consistente.
Por todo ello el conocimiento que pueda recoger, ampliar y afianzar la arqueología como disciplina de conocimiento, debería traducirse en un mayor entendimiento, no solo del contexto material de las sociedades pretéritas, en este caso las que habitaron Canarias hasta el etnocidio que trajo consigo la conquista europea, sino además -y de manera particular-del modo de vida, cosmogonía y formas de organización sociopolítica que las caracterizaba.
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En Canarias, las crónicas de los propios conquistadores que impusieron su cultura y costumbres mediante la fuerza, han servido como fuente de conocimiento casi exclusivo para entender el pasado y extraer detalles pormenorizados acerca de las estructuras sociales, pensamientos y creencias de estos pueblos indígenas, quienes, no lo olvidemos, suponen el origen ancestral y piedra fundacional sobre la que reposa el actual pueblo canario como entidad histórica diferenciada. Esas sociedades isleñas fueron descritas de forma etnocéntrica, viéndose afectado el propio relato y entendimiento de los observadores por los sesgos doctrinarios de la sociedad usurpadora. A estas crónicas hay que sumarles registros menos elocuentes pero igualmente valiosos por su contenido toponímico y antroponímico, como las datas de reparto de tierras entre los colonos y de manera especial, los acercamientos literarios que mediante la épica caballeresca mezclaron realidad y ficción de manera consciente, para así reforzar el relato de la nueva sociedad y sus estructuras de poder, reafirmando imposturas y deformaciones con fines claramente aculturizantes. Tendríamos que esperar varios siglos hasta que se produjeran aproximaciones historiográficas y antropológicas con un interés genuinamente científico, que si bien aún adolecían de ciertos vicios y enfoques propios de quien estudia un elemento idealizado, aportan multitud de materiales decisivos para la conformación de un cuerpo ontológico fiable. La labor del médico, historiador y etnógrafo Bethancourt Afonso es precisamente notable en este aspecto, al utilizar para su estudio multitud de fuentes orales y apoyarse en el conocimiento de quienes habían guardado celosamente ese saber, aportando información que resultó primordial.
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El saber popular permitió y sigue permitiendo contextualizar y acotar la epistemología que conforma el ámbito de estudio arqueológico en canarias y es por ello que se convierte en un acto de justicia social el hecho de que todo el bagaje teórico sobre el que se apoyan los hallazgos arqueológicos para su identificación, clasificación e interpretación, deba retribuirse al conjunto de la sociedad de una manera generosa y con fines fundamentalmente culturales. Devolver, en definitiva, algo en base a lo tomado, para que de este modo la ciencia social se convierta en un instrumento genuino de democratización del saber, más allá de la escolástica de la academia y que por tanto sirva como ingrediente para un progreso sociocultural exitoso. No hay progreso sin respeto y tristemente en Canarias, en lo relativo al mundo indígena y más particularmente a la atención que las administraciones públicas muestran sobre su legado material, existe muy poco respeto. Aunque el nivel de preocupación y valor dado varía sustancialmente de una isla a otra, resultando en la actualidad Tenerife como la peor parada, con diferencia.
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Bajo nuestro punto de vista es precisamente por todo ello que consideramos más vigente que nunca la aplicación del término “social” al propio concepto de arqueología. Sin entrar en mayor debate sobre su origen y normalización como rama dentro de la arqueología a partir de la segunda mitad del siglo XX y no considerando oportuno por extensión y concreción ahondar más en su origen teórico, desde el Colectivo Imastanen nos adscribimos a esta lógica que afecta más a la práctica que a cualquier consideración gnoseológica del concepto. Es decir, creemos que en la actualidad se hace imprescindible reivindicar el papel de la arqueología social, precisamente debido al lamentable estado del propio objeto de estudio y muy en particular como consecuencia del enfoque predominante en el ámbito académico e institucional desde el cual hay sectores hegemónicos que se arrogan el papel de legítimos “guardianes” del conocimiento en la materia por más que sus conclusiones y teorías se popularicen en publicaciones editoriales de largo alcance. Los púlpitos no ayudan a que esta retribución del saber se realice de forma eficiente.
La arqueología social precisamente deber promover que los avances que aporta el estudio científico, con sus virtudes y rigideces, pueda verse aproximado al conjunto de la sociedad en un intercambio recíproco que estimule no sólo el reconocimiento de los valores materiales del pasado isleño sobre el papel, sino a que este reconocimiento profundice en los males históricos que han llevado a la desaparición sistemática del propio bien a estudiar, en este caso los yacimientos de factura guanche.
Un mal que sigue vigente
Un mal que sigue vigente y que hoy más que nunca, se ve acelerado al poder comprobar como de manera paradójica, una mayor democratización de la información no corresponde con una mayor popularización del saber. Es en nuestros días, la era de la información, con las redes sociales en auge y el acceso a la ubicación de yacimientos antes poco o nada conocidos y por ende preservados – a pesar del expolio cometido durante décadas por aquellos que a veces en nombre de la arqueología, como el caso de Cuscoy y otros antes que él;a veces en nombre de un guanchismo político llevado de una necesidad reivindicativa mal entendida; y otras muchas sencillamente por la avaricia sin par del coleccionismo privado; se han aprovechado del saber de cabreros y magos de la tierra para acceder a todo tipo de yacimientos y reliquias guanches- ha comportado la desaparición definitiva de tantísimos restos materiales en sus numerosas formas imaginables.
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A todo esto se le debe sumar otro mal que se cierne sobre el legado guanche, como es el desarrollismo urbanístico impulsado por un modelo depredador centrado en la explotación del sector terciario, desechando otros posibles sectores económicos del modelo de capitalismo colonial extractivista impuesto en Canarias. Escenarios de explotación económica que, si bien comportaban cierta destrucción y transformación del territorio, no alcanzaron las cotas de destrucción paisajística y desarraigo cultural que nos han arrastrado a la catastrófica situación presente bajo el motor del ladrillo y el turismo de masas.
La arqueología social debe convertirse en el paradigma por excelencia sobre el que seguir discurriendo la propia narrativa arqueológica en Canarias, teniendo entre otras, varias misiones claras y bien definidas a corto plazo:
1) Acercar el saber a la mayoría de la población a través de programas educativos basados en los aportes sinérgicos de otras ciencias sociales en lo relativo al estudio del pasado indígena canario que permita consolidar aspectos idenitarios que a su vez sirvan como aliciente para una mayor comprensión del ser social de la canariedad actual.
2) Proteger, preservar y gestionar de manera eficiente el legado material indígena, siguiendo el ejemplo de aquellos territorios que con sus muchos defectos, han iniciado un camino en el que se priorice una divulgación respetuosa que ponga en el centro el valor del legado material e inmaterial de los pueblos amazighes de Canarias. En este sentido algunas islas ya han dado pasos significativos en esa dirección.
3) Presionar a profesionales, gestores públicos y autoridades para que se haga cumplir la ley y se consiga poner freno al abandono y continuos atentados sobre el patrimonio arqueológico y etnográfico. Es obligación de las autoridades el salvaguardar nuestro patrimonio y establecer fórmulas de cooperación entre las diferentes administraciones competentes.
4) Facilitar la colaboración entre los diferentes organismos, profesionales y aficionados, de cara a seguir estrategias de protección e idear fórmulas que concilien el estudio científico, la protección y una sana divulgación para beneficio exclusivo del patrimonio que habrá de dejarse a las futuras generaciones.
5) Activar mecanismos de transformación social que alejen aquellos paradigmas dentro del ámbito académico que han posibilitado esa desconexión entre la precaria realidad material y el saber teórico, desvinculando a aquellos sectores de poder económico predominante de la capacidad de hacer y deshacer por sobre los bienes patrimoniales y culturales que pertenecen a todos y todas, más allá de intereses privados y empresariales.
6) Posibilitar un cambio de paradigma político a través de la democratización del conocimiento, hacia un modelo socioeconómico en el que nuestro legado natural y arqueológico no sean bienes prescindibles ni monedas de cambio negociables como elementos de lucro más allá de colores políticos e ideologías. Blindar nuestro patrimonio y convertirlo en un derecho innegociable a conservar.
Colectivo Imastanen
Defendiendo el legado superviviente