Chira-Soria, 50 años de un proyecto maldito

“La Central Hidroeléctrica Chira Soria se nos ha vendido como si de una navaja suiza se tratara, con sus decenas de aplicaciones maravillosas e ingeniosas”

En abril de 1971, el ministro de Obras Públicas del Gobierno de España, Fernández de la Mora, visitó las obras de ejecución de la Presa de Soria. Tras izar la bandera nacional, el ministro es informado de que la presa servirá para implantar una central hidroeléctrica entre ésta y el embalse superior, Presa de Chira (ver noticia adjunta).

No especifica el periodista quién o quiénes fueron las personas que informaron al ministro del proyecto, aunque seguramente pudo tratarse de algún servicial alto cargo de Unelco. Lo cierto es que la compañía eléctrica lleva cincuenta años intentando jincarle la central a Gran Canaria con todo tipo de argumentaciones.

En 1971 la argumentación era la generación de electricidad. En los 1990 y 2000 fue la optimización del funcionamiento de los grupos de generación de ciclos combinados. A partir de 2010 fue la integración de energías renovables.

En 2013, gracias al empeño de José Manuel Soria UNELCO (Endesa) pierde la concesión y esta pasa por Ley 17/2013 a manos del operador del sistema, Red Eléctrica de España (REE), que finalmente asume el proyecto en 2015. No fue hasta la reelaboración del proyecto en 2019 que REE cambia su argumentación: desde entonces la función principal de la central no es la generación, ni la optimización de los ciclos combinados. Ahora, la función principal será el almacenamiento energético para garantizar el suministro y la seguridad del sistema.

Como podrán ustedes comprobar, la Central Hidroeléctrica Chira Soria se nos ha vendido como si de una navaja suiza se tratara, con sus decenas de aplicaciones maravillosas e ingeniosas. Todo sirva para convencernos de la necesidad imperiosa, sí o sí, y a costa de la destrucción de nuestros irreemplazables y valiosísimos espacios naturales protegidos, de que cualquier excusa es buena para jincarnos una central por las mismísimas nalgas de la Gran Canaria.

Eduardo Martín Almeida